Por Catalina Vásquez
6 marzo, 2015

Se dice que el amor de una madre es el más fuerte que puede existir. 

Clarabella, una vaca lechera, vivió la mayor parte de su vida en una granja donde le extraían su leche para consumo humano. Como la vida de la mayoría de estos animales es injusta, cuando dejó de ser lo suficientemente productiva, la granja decidió sacrificarla. Pero por suerte, el destino le tenía algo mejor planeado. Los voluntarios del santuario de animales Edgar Mission en Australia la rescataron y llevaron a su nuevo hogar. Y aún mejor, tras unos días, descubrieron que Clarabella estaba preñada.

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Tan sólo una semana después de la maravillosa noticia, la vaca empezó a actuar de una manera extraña. Se mostraba ansiosa al comer y distante. Los chicos del santuario la empezaron a seguir y descubrieron que había dado a luz en secreto y que estaba ocultando al ternero entre el pasto largo.

¿La razón de este comportamiento tan fuera de lo común? Las vacas tienen un fuerte instinto maternal. Y hay historias como la que documentó la veterinaria Holly Cheever, en sus días trabajando en una granja lechera. Aquí una vaca dio a luz mellizos, y sabiendo que el granjero se los quitaría, es que decidió esconder a uno. Sin embargo, cuando su producción de leche disminuyó, el granjero se dio cuenta que algo andaba mal, buscó en la pesebrera y encontró al segundo pequeño, para quitárselo para siempre.

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Pam Ahern, la fundadora de Edgar Mission, contó la historia de otra vaca rescatada llamada Pixie. “Esta vaca era inexperimentada y muy joven, pero era extremadamente protectora y amaba a su bebé. A pesar de ser madre por primera vez, el instinto que mostraba era muy fuerte y determinado a nunca romperse”.

Como dije, esta historia tiene un final feliz. Este tierno ternero, llamado Valentine, porque nació para el 14 de febrero, el Día de los Enamorados, tendrá un destino mucho más alentador que el de muchos otros de su especie.

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Visto en The Dodo