Mi endulzante artificial podría estar dañando terriblemente al medio ambiente

*Este artículo fue escrito por Linda Sharps para Takepart.

Cada mañana, tomo al menos tres tazas de café. Terminando el mediodía, como un yogurt griego como tentempié. En la tarde, me consiento con una taza de leche de almendras tibia, sazonada con vainilla y canela.

Guau! Si esa no es la introducción más emocionante que he escrito, no sé cuál puede ser. Lo que sí sé, es que tengo que agregar un punto en los detalles de mi menú diario: le agrego cantidades pecaminosas de sucralosa a todas esas comidas. Y eso ni siquiera cuenta las comidas que disfruto diariamente que ya contienen endulzantes artificiales: cremas con sabor, gelatinas sin azúcar, polvos proteicos y mucho más.

No es que no sea consciente de toda la controversia que rodea a mis amados paquetes amarillos de Splenda. Un reporte de 1998 de la Administración de Comidas y Drogas, declaró que la sucralosa produjo daño genético en células de ratones. Más recientemente, Splenda fue titular en junio de 2013, cuando el Centro de Ciencias de Interés Público, una organización sin fines de lucro, rebajó su clasificación de seguridad de “seguro” a “precaución”, lo que significaba que el aditivo “podría generar un riesgo y necesita seguir siendo puesto a prueba”.

Algunas personas creen que consumiendo mucha Splenda, el cuerpo humano podría reaccionar igual que cuando ingiere mucha azúcar, lo que a la larga podría terminar en diabetes. Algunos han reportado síntomas que van desde dolores de cabeza hasta convulsiones como resultado del consumo de Splenda. Además, teóricamente el sabor turbocargado de la sucralosa –600 veces más dulce que la azúcar convencional– puede aumentar el apetito y reforzar los antojos de comida, lo que a fin de cuentas podría contrarrestar su promocionado bajo nivel de calorías.

¿Por qué entonces sigo rutinariamente consumiendo un derivado de la sacarosa que se obtiene reemplazando químicamente tres grupos hidroxilo por tres átomos de cloro? Supongo que nunca me convencí de que podría ser malo para mí –o quizás sería más honesto decir que no me importa realmente que algunas personas crean que es malo para mí–. Nunca he sufrido algún efecto secundario derivado de su consumo y ya que la información continúa siendo sesgada acerca si es o no efectivamente malo para el organismo, no ha hecho que se active mi radar de cosas que me preocupan.

Además, realmente me encanta su sabor. Mmm-mmm, una deliciosa fórmula molecular C12H19Cl3O2, tal como mi madre solía preparar. Por otra parte, mi pequeña adicción de Splenda seguramente no daña a nadie más que a mí, asumiendo que me está haciendo daño ¿cierto? O sea, ja, ja, ja, no es que le haga daño al medio ambiente o algo así, ¿cierto?

…¿Cierto?

Como resulta ser, el hecho de que no podamos digerir o absorber el 90% del compuesto químico de la sucralosa, significa que casi todo pasa directamente por nuestro cuerpo directo hacia el sistema de tratamiento de desechos. Las propiedades químicas únicas de la sucralosa previenen que sea descompuesta en plantas de tratamiento de agua, por lo que continúa viajando – sin alterarse – dentro de aguas superficiales y subterráneas. Una investigación del Instituto de Biodiseño de la Universidad Estatal de Arizona estudió muestras de aguas residuales durante 48 días y en ninguna de éstas muestras se encontró una disminución significativa en la cantidad de sucralosa presente.

Las buenas noticias son que ya que la sucralosa es resistente a la degradación, no puede formar los subproductos tóxicos que a menudo se encuentran en otros contaminantes. Lo malo es que nadie conoce con certeza cuales podrían ser los efectos a largo plazo de la acumulación de endulzantes artificiales en el medio ambiente.

He estado dispuesta a dejar a un lado los posibles riesgos de los endulzantes artificiales para endulzar mi café ¿pero qué pasa con la acumulación posiblemente nociva para el medioambiente? La Agencia de Protección Medioambiental ha llegado a catalogar la sucralosa como un “contaminante de preocupación emergente”, pero cuando los efectos a largo plazo sean conocidos podría ser ya demasiado tarde. La alternativa más amigable con el medio ambiente es evidente: debería eliminar mi hábito de consumo de Splenda.

Pero de esto me di cuenta cuando abrí un paquete esta mañana: medité un poco mi accionar, en vez de ciegamente seguir mí arraigada rutina. Sé más acerca de la sucralosa de lo que sabía hace una semana e incluso si los resultados empiezan y terminan en mi pensamiento, creo que estoy mejor de lo que estaba.

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