Por Gustavo Aldunate
26 agosto, 2014

El 11 de marzo de 2011, la central nuclear de Fukushima Daiichi experimentó una falla catastrófica que resultó en el colapso del 3 de 6 reactores nucleares de la planta. El evento se desencadena cuando un tsunami golpeó la zona, que fue después de un terremoto de magnitud 9.0. La planta comenzó a derramar grandes cantidades de material radiactivo al día siguiente del evento, lo que dejará cicatrices duraderas en el medio ambiente en los próximos años.

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A diferencia de la infame 1986 Desastre de Chernobyl, donde los retrasos graves resultaron en importantes lagunas en los datos de impacto sobre los seres humanos, y las especies no humanas, los científicos comenzaron a recoger información biológica tan sólo unos meses después de la catástrofe de Fukushima. Los investigadores esperaban recoger información, sobre los resultados genéticos a largo plazo de diferentes niveles de exposición a la radiación, y también para identificar las estrategias para evaluar los efectos biológicos de la radiación ionizante en general. Ahora, en una serie de artículos publicados en el diario de La Herencia, los científicos están empezando a revelar los efectos perjudiciales sobre varios organismos no humanos.

En uno de los papeles, los investigadores se dispusieron a observar los cambios de población en las aves, mariposas y varias especies de insectos, para luego comparar esta información con los datos anteriores obtenidos a partir de la catástrofe de Chernóbil. Si bien se han realizado un número limitado de estudios, es evidente que todos los animales investigados sufrieron reducción en el tamaño de las poblaciones en la zona de exclusión en Chernóbil. Del mismo modo, la población de pájaros, mariposas y cigarras experimentaron descensos en Fukushima como resultado de exposición a la radiación. Sin embargo, otros grupos, como las libélulas y las abejas no parecen ser afectados. Además, también se observaron efectos morfológicos sobre algunas especies, como plumas anormales en golondrinas.

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El segundo estudio se centró en la mariposa hierba azul pálida, que es la mariposa más común en Japón. Ellos descubrieron que esta especie sufrió una reducción en el tamaño de las alas anteriores, retraso del crecimiento y elevada mortalidad y tasas de anormalidad. Sin embargo, sus resultados también dio a entender que las mariposas de Fukushima fueron evolucionando resistencia a la radiación.

En el último estudio, se analizó los efectos de la radiación gamma sobre plántulas sanas de arroz en un campo altamente contaminada cerca de la planta. En sólo tres días, el análisis de secuencia de ADN reveló varios cambios, tales como la activación de los mecanismos de reparación del ADN. Además, las respuestas de estrés se desencadeno, lo que resultó en la inducción de genes implicados en la muerte celular.

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Propagación de contaminación radiactiva

El mensaje principal de este trabajo, es que el monitoreo temprano, y continuo, es fundamental para comprender los impactos a largo plazo, de la exposición a la radiación en los sitios de liberación accidental. “Los análisis detallados de los impactos genéticos, en poblaciones naturales, pueden proporcionar la información necesaria para predecir los tiempos de recuperación de las comunidades silvestres de Fukushima, así como sitios de futuros accidentes nucleares”, dijo el investigador Dr. Timothy Mousseau en un comunicado de prensa. “Hay una necesidad urgente de una mayor inversión en investigación científica básica de los animales salvajes y las plantas de Fukushima.