Por Romina Bevilacqua
9 octubre, 2014

Arup, la firma de ingeniería y diseño que trajo al mundo el Centro Pompidou y la Opera House de Sydney, reveló su última creación de arquitectura hipermoderna en Hamburgo. Desde afuera, la superficie del edificio de 15 pisos se ve como una lámpara de lava verde con burbujas del tamaño de un edificio. Pero las burbujas tienen una función: ayudan a alimentar y ordenar las algas vivientes incrustadas en la parte externa del edificio con Coeficiente Intelectual Biológico. Uno por uno, los paneles de vidrio de 8 pies por 2 pies de color verde –la fachada bioreactora de $6.58 millones de dólares del edificio– le dan energía a toda la estructura, haciéndolo el primer edificio del mundo con energía por medio de algas y teóricamente completamente autosuficiente.

Ideado en 2009 como parte de la Exhibición Internacional de Edificios de Hamburgo, el edificio con Coeficiente Intelectual Biológico (BIQ) de Arup es parte de un movimiento europeo para el diseño de estructuras neutrales en cuanto a emisiones de carbono, autosuficientes y con energía renovable. (Alemania, por ejemplo, está presionando para transformar la dependencia del 35% de la energía nacional en renovables en el 2020.) Junto a una serie de casas con construcciones de madera sólida para la retención de carbono y un sistema de reciclaje de aguas grises, el BIQ fue financiado en gran parte por el gobierno alemán como manera de incentivar el desarrollo de nuevos materiales de construcción flexibles e inteligentes. De todas las tecnologías pensadas, la energía por medio de algas ha tenido tal vez el mejor resultado y un grandioso potencial.

Un estudio en el potencial de energía de las algas, en algún momento consideradas una simple molestia del estanque, se volvió más serio durante la crisis de gas de 1970 en el Laboratorio Nacional de Energía Renovable de Estados Unidos. Produciendo aproximadamente cinco veces tanta biomasa por pie cuadrado como las plantas de tierra y desarrollándose con dióxido de carbono, las algas tienen la capacidad de crecer casi sin límite y de producir lípidos grasos y gases que pueden ser transformados en energía relativamente limpia. Pero la investigación oficial terminó en 1990 cuando los científicos concluyeron que los beneficios de alimentar, criar y cosechar algas no eran todavía competitivos con los bajos precios del petróleo en ese entonces. Aun así, muchos grupos de investigación siguieron con el sueño de energía por medio de algas por el próximo par de décadas, lentamente mejorando la eficiencia y el costo del sistema propuesto. Desde 2009 hasta ahora, al menos algunos planes de bioreactores de algas han estado dentro de la comunidad de diseño y los círculos académicos, aunque muy pocos se han realizado.

El BIQ es la primera estructura residencial que se ha realizado completamente con la propuesta de energía por medio de algas. El edificio está cubierto con sus dos lados expuestos al sol con vidrios llenos de algas colgantes.

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Al sistema se le bombea aire presurizado, alimentando los organismos con dióxido de carbono y otros nutrientes mientras se mueven –creando el efecto de lámpara de lava– para prevenir que se peguen al vidrio y se pudran. Los limpiadores quitan cualquier biomasa que esté pegada, dándole más luz del sol a las algas que quedan para hacer fotosíntesis. Periódicamente, se toman algunas algas, se vuelven biocombustible y se queman en un generador para producir energía. El exceso se puede vender a cambio de suplementos de comida, generación de metano para proveedores de energía externa, o se puede guardar para después. El resultado es un edificio protegido del calor del verano por el follaje de algas, aislado del ruido de la calle y potencialmente generando la energía para sostener su propio cosechador, calor y electricidad.

Críticos sobre el diseño y en general de la energía por medio de algas, sostienen que transformar algas en biocombustible necesita energía, para bombear y formar nutrientes. También tienen problemas con el hecho de que el BIQ no es totalmente autosuficiente y que la tecnología de algas es más costosa que la energía solar. Ellos dicen que esto hace que la tecnología sea más una novedad que una solución efectiva –o por lo menos que su potencial ha sido solo la publicidad–.

Hasta Arup puede admitir la mayoría de estos puntos, aceptando que el BIQ solo ha logrado 50% de independencia de energía hasta ahora. Aunque ellos creen que la independencia completa sería costoso, especialmente por integrar energía solar en el diseño. Los costos –$2,500 dólares por metro cuadrado solo por el sistema bioreactor– son muy altos, pero los desarrolladores esperan que a medida que la tecnología evolucione, los precios bajarán, mientras los ahorros de la reducción de combustible compensarán los costos extra. Ellos esperan que los próximos negocios demandantes de mucha energía como centros de datos apoyen y ayuden a su tecnología en la búsqueda de independencia y autosuficiencia y que la energía por medio de algas pueda ser líder en las casas residenciales en una década.

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El equipo de Arup está compuesto por futuristas. El mismo año en el que mostraron el BIQ, también publicaron el informe “It’s Alive” (“Está Vivo”), visualizando un 2050 con cultivos verticales en rascacielos gigantes, robots de mantenimiento con propulsión y pintura fotovoltáica, una lista de deseos de una tecnología que parece casi de ciencia ficción. Entonces es probablemente razonable cuestionarse qué tan real es su optimismo sobre la energía por medio de algas. Pero ya no hay obstáculos en el camino para alcanzarla. Grow Energy de San Diego, fundado en 2012, ha producido dos casas con bioreactores de algas y esperan poder fabricar, entregar e instalar sus primeros sistemas –generando 35% de la energía promedio del hogar con el mínimo mantenimiento– por $12,000 dólares por sistema empezando el próximo año.

Mientras tanto, a fines de 2013, científicos desarrollaron una técnica muy simple –básicamente un fogón a presión especializado– para convertir el alga en un combustible relativamente limpio, barato, competitivo, biodegradable y no tóxico en tan solo una hora y creen que podrían incorporar esta energía en los próximo 25 años. Sin ir más lejos, este año el estado de Alabama lanzó la primera planta de tratamiento de aguas del mundo con energía por medio de algas en la ciudad de Daphne, limpiando el agua, generando combustible y sirviendo como prueba de que la tecnología está mejorando cada vez más, ganando apoyo y mostrando sus resultados a mayor escala.

Aunque todo esto quiere decir que veremos muchos más edificios eficientes como el BIQ en los próximos años, estamos todavía muy lejos de ver generadores por algas en todas las casas. Pero dado el compromiso del mes de pasado de la Unión Internacional de Arquitectos para acabar con las emisiones de carbono en los edificios para el 2050 y otras iniciativas similares que buscan estructuras autosuficientes y  neutrales en cuanto a emisiones de carbono, la nueva tecnología tiene más posibilidades de encontrar verdaderas obras maestras.

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