Por Romina Bevilacqua
4 agosto, 2015

No tenían hogar, ni comida; hoy cuentan con 80 cajones que producen desde zanahorias hasta col rizada y calabazas.

Querían que los indigentes viviendo en su refugio tuviesen acceso a alimentos frescos, saludables y de calidad, y se les ocurrió una genial idea: transformar su techo en un gigantesco huerto orgánico. El refugio de personas sin hogar conocido como Metro Atlanta Task Force for the Homeless, se embarcó en un ambicioso proyecto que buscaría entregar una mejor calidad de vida para las personas bajo su techo y aparentemente lo lograron con gran éxito. Trabajando en conjunto con los indigentes albergados en el refugio, crearon un sistema de alimentación saludable y de calidad para entregarles los nutrientes que todo ser humano requiere a diario y protegiendo así su salud de las consecuencias a largo plazo que conllevaría una dieta baja en nutrientes, y basada principalmente en alimentos procesados a los que podían acceder.

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Hoy el refugio ya cuenta con 80 camas o cajones instalados en la azotea del edificio donde los residentes y el personal del refugio cultivan todo tipo de vegetales. “Tenemos coles, nabos, mostaza de hoja, lechuga, col rizada, acelga, hierbas, fresas, uvas, rábanos, calabazas, pimientos, tomates, y mucho más. Estamos en nuestra temporada de verano ahora. en el otoño plantaremos sandías y también tenemos un jardín de invierno. Me han entregado conocimientos y entrenado en agricultura y cuento con una licencia. Yo cuido de todo lo que hay aquí y me aseguro de que todo funcione correctamente”, señala Anthony Brooks, el residente a cargo del jardín.

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El huerto en el techo comenzó a formarse en 2009 y actualmente se cosechan alrededor de 25 kilos de alimentos –eso fue lo que se recolectó durante la primera cosecha esta primavera–, y algunas camas de vegetales son cosechadas cada 30 o 60 días. Pero detrás de este proyecto hay una visión aún mayor. Aquello residentes que participan del programa de cultivo en el huerto, también aprenden habilidades de jardinería, agricultura y marketing que podrán ayudarlos más adelante a conseguir trabajo y reciben certificaciones que les permiten luego entrenar a otros. “Es importante compartir con los residentes y capacitarlos en las tecnologías sustentables que utilizamos  porque los pobres  e indigentes están quedando marginados del desarrollo ecológico que estamos viendo crecer en nuestras comunidades”, cuenta Anita Beaty, Directora Ejecutiva de Metro Atlanta Task Force. Además de habilidades de cultivo, los residentes aprenden sobre apicultura y sistemas de regadío. “Todo lo que hacemos aquí implica residentes. Reciben capacitación laboral y cada trabajo es la preparación para un trabajo fuera del refugio” cuenta Beaty, quien destaca que en la azotea también tienen 1.300 abejas que polinizan los vegetales del cultivo y proveen de miel, además de un sistema de recolección de agua de lluvia para regar los cultivos.

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“La idea es producir suficiente para alimentar con algo verde a los residentes a diario”, dice Carl Hartrampf, parte dela junta del refugio que administra cada aspecto del jardín. Pero los residentes además de aprender nuevas habilidades y recibir alimentos de calidad, obtienen otros beneficios: “El jardín me mantiene alejado de los problemas. Me gusta trabajar en él, aprender nuevas cosas; y ayudo a las personas”, cuenta Romeo Mack, uno de los residentes del refugio que trabaja en el cultivo de la azotea.

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