Por Catalina Vásquez
1 julio, 2015

A pesar de que nunca he visto a un humano y su gato paseando por la calle, lo tendré en consideración.

No soy una fanática de los gatos y nunca he tenido uno, pero sí los considero animales hermosos y por lo mismo, me llaman la atención cuando camino por la calle y me los encuentro. Quizás sea algo que sucede sólo en los barrios en que me movilizo, pero para ser sincera, no son algo que vea muy a menudo, y nunca, no quiero exagerar pero NUNCA, he visto a uno con un arnés y correa, paseando junto a su dueño/a.

¿Será que estoy siendo poco observadora o realmente las personas que tienen gatos no los sacan a pasear por considerarlos muy independientes? Creo que si fuese dueña de un gato, también me quedaría con la idea de que no necesitan más que de su caja de arena y palo para limarse las uñas para ser felices, ¿O estoy equivocada? Pues resulta que sí y mucho. 

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Sherry Woodard, una mujer que se dedica hace muchos años a ser consultora de comportamiento animal en el Best Friends Animal Society, explicó a The Huffington Post que la mayoría de los gatos disfrutan, al igual que los perros o las mismas personas, del estar al aire libre, escuchar a los pájaros cantar, sentir el olor del césped recién cortado, y específicamente, revolcarse en la tierra o rasguñar la corteza de árboles reales. Es más, el gato al hacer estas actividades estará usando su cerebro en diferentes y más reflexivas maneras, haciendo ejercicio, ganando confianza en sí mismo, y lo más importante, fortaleciendo el vínculo con su dueño.

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Una práctica que sólo requiere de una correa para sacarlos a pasear, pero de la que tendrás que tener estos puntos en consideración, ya que nuestros compañeros felinos, no son tan dóciles y simples como los perros. No te pierdas ni un detalle de lo que recalcó Sherry Woodard para que te conviertas en un experto paseador de gatos e impongas la moda de caminar con uno por las calles.

1. En primer lugar se debe entrenar al gato dentro de la casa. 

2. Compra un arnés para su torso (no collar como es el caso de los perros) y deja que el gato juegue con él. Que lo huela, lo conozca y se familiarice con el objeto.

3. A los días, ponle el arnés y agregar la correa, para que el gato la arrastre por la casa y se acostumbre a tener algo extra a su cuerpo.

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4. Durante todo este proceso se debe dar golosinas al gato. Por ejemplo: Una cucharada de su alimento húmedo preferido cuando le estés poniendo el arnés, con la intensión de que esté distraído.

5. Una vez que se vea cómodo con su arnés y correa, es momento de salir. La idea es abrir la puerta y dejarlo hacer los primeros movimientos en completa libertad, pero para eso se debe tener en cuenta que el espacio exterior debe estar cercado y libre de estímulos para que el gato no se escape. 

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6. En caso de vivir en la ciudad y sin un jardín, la idea es tomar al gato, meterlo en una caja y llevarlo hasta un sitio tranquilo y donde no haya mucho ruido que lo atormente.

7. Es momento de tener el control de la situación. Se toma la correa y si el gato se muestra a favor de caminar con ella y en compañía de su dueño, es porque está listo para disfrutar de cientos de días bajo el sol y conociendo el mundo exterior.

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8. Ten en cuenta que esta práctica se puede convertir en la favorita de tu compañero peludo, y sí es el caso, entonces debes tener cuidado. La idea no es que se escape cada vez que abran la puerta de entrada o peor, que se pierda, sea arrollado por un vehículo o robado por ahí. Debes hacerle entender, que sólo es hora de salir, cuando está con el arnés y correa puestos.

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PD: No todos los gatos se sienten a gusto con una correa o paseando por la calle. Hay muchos que prefieren estar todo el día dentro de casa, en un rincón cálido y oscuro, y que simplemente te arañarían y enviarían al mismo infierno cada vez que les muestres con ilusión y una sonrisa de oreja a oreja la tan mencionada correa. Si tu gato es de esos y definitivamente no se muestra interesado en pasear, no le sigas insistiendo. O por el contrario, puedes agregar un perro a la familia que te querrá acompañar hasta el mismísimo infierno al que te quería enviar el gato, e incluso, lo arañaría de vuelta (lo digo en broma por supuesto).

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