Por Romina Bevilacqua
2 abril, 2015

Los “acantilados” que se forman pueden alcanzar la altura de un rascacielos y son una mala noticia para los pingüinos. 

Nunca olvidas la primera vez que ves un iceberg. El horizonte de un barco en el mar es un espacio de dos dimensiones y ver un pedazo de hielo de tres dimensiones aparecer en el océano es algo que captura tu atención. Pero, en realidad, es muy probable que el primer iceberg que veas sea pequeño. La mayoría de los icebergs que llegan lo suficientemente al norte de la Antártida hasta donde pueden significar un peligro para las embarcaciones a veces son de avanzada edad y están casi al fin de sus vidas. Son pequeños fragmentos de lo que una vez abandonó el continente.

Sin embargo, cada cierto tiempo un monstruo se libera desde el borde de la Antártida y se aleja a la deriva. Icebergs de decenas de kilómetros de largo pueden alzarse unos 100 metros sobre el mar y llegar a varios cientos de metros más bajo la superficie. Estos son llamados icebergs tabulares –y si bien no es frecuente que las personas vean algo a tan escala–, estos son parte del ciclo normal de hielo de los glaciares en la Antártida.

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Un iceberg tabular se queda atrapado en el delgado hielo marino de la temporada.

Todos saben que la Antártida es un continente cubierto de hielo, pero el hielo no es estático. Para un científico es un ambiente dinámico y depende simplemente del espacio de tiempo que estés observando. La nieve cae sobre el continente y con el tiempo se crean capas de hielo que fluyen en glaciares hacia la costa. Al llegar al mar, estos glaciares se fracturan y liberan icebergs o forman regiones grandes de hielo flotante conocidos como plataformas de hielo flotante. En algunos pocos lugares especiales, los glaciares pueden extenderse por decenas de kilómetros en el océano. Son como dedos gigantes de hielo de un grosor de varios cientos de metros, apuntando hacia el mar.

Tal como una pared, estos protegen lo que está a sotavento, y en vez de estar el océano cubierto por hielo marino que se desplaza a la deriva, puede mantenerse abierto a lo largo del año para formar lo que se conoce como polinia. El océano aún se congela, pero el hielo es constantemente empujado por los vientos que prevalecen. Durante el invierno las aguas abiertas ayudan a las focas y pingüinos a sobrevivir, y estimulan la producción de fitoplancton.


Rastreando a los mega icebergs

Un nuevo artículo de investigación en la revista Nature Communications escrito por un equipo francés trabajando en la Antártida ha mirado la historia de la polinia en el sotavento del Glaciar Mertz, la cual se remonta 250 años atrás. Este glaciar formó uno de esos dedos de hielo que salen del continente, y el sotavento de la polinia puede alcanzar los 6.000 km2.

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La lengua del glaciar (azul) en verano e invierno. La polinia es coloreada de amarillo.

Lo que hicieron fue tomar una muestra central de sedimento del lecho marino en la región de sotavento (la estrella roja en las imágenes que hay arriba) y vieron hacia atrás en el tiempo usando substitutos climáticos tales como el contenido de titanio, que puede ser considerado como substituto porque gran parte del sedimento viene de la tierra.

Lo que descubrieron es que aproximadamente cada 70 años la polinia Mertz se ausenta por decenas de años. Dado que el glaciar avanza a 1 kilómetro por año, esto significa que un súper iceberg de decenas de kilómetros de largo se ha formado de forma regular en esta región. Estos días podemos ver cómo esto ocurre casi en tiempo real por medio del increíble acceso que tenemos a imágenes satelitales y en Febrero del 2010, un iceberg que contenía casi 900 mil millones de toneladas de agua fresca se liberó.


¿Qué sucede después?

Podrías pensar que se desplazaría hacia el norte, lejos del continente, pero los icebergs así de grande no tienen un camino fácil. Chocan y rebotan en cualquier región relativamente vacía del lecho marino y destruyen lo que encuentren a su paso. La mayoría de las personas saben los daños que hace la pesca de arrastre al lecho marino; imagina el rastro de daño que pueden dejar 900 mil millones de toneladas de hielo raspando el lecho marino. Los icebergs muy grandes son identificados por medio de códigos; este se convirtió en C28 ya que fue el iceberg grande número 28 de esta parte de la Antártida. Le tomó dos meses a 28 el alcanzar aguas profundas antes de dividirse en dos pedazos (C28A y C28B, ya que lo preguntas), los cuales siguen siendo enormes, y ambos se dividieron luego en más icebergs de tamaño cada vez menor con el paso de los años.

Cuando siguen cerca de la costa, estos icebergs gigantes significan malas noticias para los pingüinos, quienes se ven de repente teniendo que viajar mucho más –rodeando al iceberg– para encontrar el mar abierto y sus alimentos. Las crías creciendo cerca de un iceberg masivo pueden sufrir hambruna y morir, y algunas colonias enteras pueden volverse inviables.

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Los pingüinos también pueden tomar malas decisiones en sus vidas.

Mientras se desplazan y se alejan, estos icebergs gigantes crean su propio hábitat enfriando los mares y refrescando las aguas, y también sembrando el océano con más hierro lo cual significa más algas y plancton al fondo de la cadena alimentaria en locaciones remotas tales como Georgia del Sur, donde los icebergs se encallan y mueren.

En los últimos 50 años, aproximadamente, el robusto ciclo de crecimiento y decaimiento del Glaciar Mertz se ha roto. Los investigadores creen que se debe a cambios a gran escala en la forma en que el viento circula sobre la Antártida –el llamado Módulo Anular del Sur (SAM)–. Otros estudios nos han revelado que la forma en que el SAM ha cambiado en las décadas recientes tiene una huella antropogénica. Parece que incluso en la Antártida podemos identificar un impacto humano en procesos climáticos que han estado operando desde hace miles de años.

Visto en: IFLScience

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