Odia a los gatos, rasguña la puerta para que lo dejen entrar a la casa y adora las galletas caninas.
Esta es la historia de Dusty. Un canguro que fue encontrado por el agricultor Ashley Stewart y su esposa Felicity, a un costado de la carretera, en Esperance, Australia Occidental. Su madre había sido atropellada por un coche, dejando al pequeño huérfano y absolutamente solo en el mundo. Un panorama tan desolador, que la pareja decidió tenía que intervenir. Lo subieron al choche y lo llevaron a la granja de la familia, donde conoció a Lilly una golden retriever y Rosie una border collie.
Hoy Dusty tiene 2 años, vive en el patio trasero y se cree un perro más. El piensa que Lilly es su madre, y por eso la lame, la sigue a todos lados, e incluso si la perrita salta una reja, él lo hace de atrás. Es muy cariñoso, juguetón, adora viajar en la parte trasera de la camioneta con sus chicas, come galletas de perro, rasguña la puerta cuando quiere entrar a la casa, pide que le hagan cariño, y lo más llamativo y representando al perro clásico, odia a los gatos.
Un pequeño influenciado que quiere a los perros, duerme con ellos e incluso los quiere imitar. Punto que quedó demostrado cuando Felicity tuvo que comprarle una cama especial para mascotas, porque de celos estaba rompiendo la de su compañera, además de un collar con reflector, placa y su nombre, para que no se perdiera en la oscuridad.
“Cuando lo encontramos era absolutamente indefenso y moriría en cuestión de horas, pero sobrevivió gracias a nuestro cuidado y hoy es fuerte y bastante astuto. La verdad es que nos causa mucha gracia el tenerlo con nosotros, aunque sabemos, algún día tendrá que volver al estado salvaje. Por el momento sólo podemos dejarlo de a poco en libertad, dándole espacios para que explore, se alimente por su cuenta, etc, pero la verdad es que no nos preocupa demasiado, ya que ha tenido dos excelentes profesoras perrunas”, concluyó Ashley Stewart en la entrevista para ABC .