No hubo un momento exacto que me llevara al límite. Simplemente decidí que el matrimonio no era para mí.
No me sentía afectada por las rupturas de Britney y Justin o Brad y Jen. No estoy herida por haber vivido un divorcio complicado en mi vida. De hecho, mis padres llevan casados por más de treinta años. Nunca me abandonó un novio. Comenzando por mi primer novio “serio” a los trece años, siempre he he sido yo la que termina.
Realmente, no recuerdo haberme querido casar nunca. Lo que suena como una bella tradición para algunos, para mi suena como una trampa y una tendencia que comenzó hace mucho tiempo para fortalecer relaciones de negocios entre familias.
No es que nunca haya soñado con mi día especial. Tengo un panel de bodas completamente organizado en Pinterest y sé que quiero un anillo de compromiso pequeño y ovalado. Quiero un vestido sin tirantes, de seda y color crema. Sé que flores quiero para mi ramo. También quiero cámaras Polaroid y flores en el pelo.
Eso, sin embargo, no refleja mi deseo de estar casada realmente y atada a alguien. Me encantan las cosas bellas y un matrimonio es la unión de todas las cosas bellas. Sin embargo, se habrán dado cuenta de que nunca nombro al esposo perfecto.
Cuando les cuento mis pensamientos a las personas– mi mamá, mi abuela, un tipo llamado Anthony quien intentó, sin éxito, seducirme la semana pasada – recibo la misma respuesta. Y nunca es “bien por ti” o “cuéntame más”.
Según ellos, conoceré a la persona correcta un día y me cambiará la mente. O repentinamente me animaré porque “así es como se supone que sienten los hombres con respecto al matrimonio, no las mujeres”.
No es que yo no crea en el amor o en el compromiso. Sí creo. Creo en un compromiso hecho por dos personas en sus corazones. Un papel y una ceremonia muy cara no harán que alguien se quede.
Las personas nunca terminan de crecer mental y emocionalmente. Nadie puede confirmar que una pareja crecerá y cambiará junta y no aparte. Y esa incertidumbre me asusta.
En los mejores matrimonios, las parejas trabajan a través de los conflictos y continuamente renuevan su amor. Sin embargo, ¿no necesitas saber cuándo irte? ¿Vale siempre la pena quedarse peleando en una batalla perdida?
En un punto, resulta natural terminar una relación, pero las complejidades del divorcio podrían evitar que las personas siguieran adelante y descubrieran lo que realmente quieren.
Mi idea de las relaciones siempre cambia. Constantemente me debato entre los pensamientos de una cínica y una romántica sin esperanza, alterando mis visiones con cada experiencia.
Después de tener citas con demasiados de los 86 chicos de mi clase de secundaria, pasé mis cuatro años de universidad como una mujer soltera – y no por falta de oportunidades. Muchas veces tuve citas, experimentando con chicos que no eran “mi tipo”, pero era incapaz de encontrar a alguien lo suficientemente bueno como para interrumpir mi vida independiente y soltera.
A mediados del último año, comencé a salir con mi actual novio, alguien a quien conocí en segundo año y con quien salía de cuando en cuando. Amo a mi novio más de lo que podía imaginar. Me ha convertido en una mejor persona, más considerada y justa. ¿Será él EL HOMBRE?
El matrimonio es un gesto increíblemente romántico. Siendo honesta, me encanta la idea de él eligiéndome sólo a mí. Siento una presión en mi pecho cuando lo pienso, pero ¿es ese un signo de que deberíamos comprometer nuestras vidas el uno al otro? ¿Cómo lo sabes?
Sé que el matrimonio es la decisión correcta para muchas parejas, y podría estar bien para mí algún día. La verdad, quisiera que fuera más una opción más que una expectativa. Como adoptar un perro o quedarse en casa un sábado en la noche.
Me dicen que cuando lo sabes, lo sabes. No estoy segura que esa regla vaya a aplicarse a mí. Mantendré mi mente abierta por si ocurre.