¿Sabes qué es lindo? Tú, cuando estás embarazada y piensas que puedes controlar lo que pasa en la sala de parto. Oh, pero no te sientas mal. La mayoría de las mamás primerizas creen que pueden decidir cómo suceden las cosas. Yo no fui la excepción.
Sabía EXACTAMENTE como mi bebé iba a llegar al mundo y diseñé mi propio plan de acuerdo a esto:
Parto natural, sin drogas, calmado y tranquilo para poder traer a mi ángel a un mundo nuevo y sereno. Música en el fondo junto con algunas velas para iluminar la escena. Un lindo conjunto de seda comprado para la ocasión, nada de esas horribles cosas que siempre usan. Muy pocas personas debían estar en el parto: mi esposo, el gine, una enfermera, el bebe y la estrella del show: yo.
El parto comenzaría de forma natural. Yo caminaría mientras tenía las contracciones hasta que la cabeza del bebé comenzase a salir. Luego, me pondría en la cama y respiraría profundamente en un patrón controlado. Con sólo empujar 3 o 4 veces mi bebé llegaría al mundo. No habría desgarros o puntos. Mi esposo me ayudaría y se quedaría conmigo durante todo el proceso y tomaríamos todas las decisiones juntos como una familia. A menos que el bebe estuviese en peligro y requiriese atención médica inmediata.
Había otro par de platos de acompañamientos elegidos a la carta también. Mi ginecóloga me ingresó al hospital y yo comencé a caminar. Y caminar. Y caminar. Y caminar. Setecientos millones de millas después tenía una dilatación de 5 centímetros. Mi esposo fue a buscar algo para comer porque nos estábamos preparando para un largo proceso, según mi plan de parto.
Y ahí fue cuando empezaron las contracciones reales. Dios. Mío.
Bueno, todo eso del parto ‘natural’ dejó de importarme. Drogas ¡AHORA! ¿Qué diablos les toma tanto tiempo? ¿Me pueden dar una epidural y un poco de gas de la risa o algo? ¿DONDE DIABLOS ESTÁ MI ESPOSO? Mi lindo camisón de seda para dar a luz está en el suelo cubierta de algo asqueroso.
Ay Dios, aquí viene otra contracción. ¿Respira? ¡Maldición respira! ¡Estoy muy ocupada gritando! ¿Donde están las drogas? 40 personas extrañas entran en la habitación. “Señora Winslow, estamos en un recinto donde se imparten clases, ¿Le importaría si miraran?” Me da lo mismo si es que el maldito recepcionista saca este bebe de mí, tan sólo ¡¡¡SÁQUENMELA AHORA!!! Una niña que no conozco pone mi tobillo cerca de mi cabeza y al fin regresa mi esposo con su ensalada de pollo. Las olas de contracciones vienen cada vez más fuertes y furiosas.
“Empuja”. “No empujes” ¿en serio? Como si pudiese decidir. Mi bebé ha tomado el control y en este punto estoy casi esperando que salga a través de mi trasero. Las cosas se ponen peor. Las personas gritan. Oh, esperen. No, soy yo.
De alguna forma, al fin logra salir. Creo que el tipo que arreglaba los computadores la trajo al mundo. Lo que sea. La linda chica que tenía mi tobillo elevado hasta Júpiter comenta: “¡Fue genial! ¿Vas a tener otro?”
La miro y le digo dulcemente: “Te arrancaré la cara.”
La serenidad es lo que importa ahora, bebé. Bienvenida a mi-tú mundo. Espero que criarte sea más fácil que tenerte.