Por Ignacio Mardones
20 mayo, 2015
@macamolina1

Una pregunta que debemos hacernos con urgencia. 

Los niños de hoy tuvieron una crianza muy diferente a la de nuestros padres; el mundo ha cambiado y, con ello, el paradigma educativo. En un artículo muy interesante, Mickey Goodman trata el tema de la educación dada por los padres a sus hijos, basándose principalmente en que en el último tiempo tienden a consentirlos en todos los ámbitos, sin pensar en las consecuencias a futuro. Este tema es de vital importancia, las actitudes que ella señala son notorias en la actualidad y de continuar así sólo quedaría esperar que más adelante se produzca un aumento de adultos con crisis y problemas frustración.

A lo primero que Mickey apunta es a darse cuenta de ciertos “signos preocupantes” que están siendo más recurrentes en los niños. Ella da ejemplos reales que ocurrieron en su país, estos son algunos: una joven en la universidad sacó una calificación que no era de su agrado, al ver esto se derrumbó en clase y escribió un mensaje de texto a su madre, quien la llamó y al escuchar su llanto le dijo que le pusiera de inmediato al profesor en el teléfono. Otra madre acompañó a su hijo a una entrevista de trabajo, después, ingenuamente, no entendía por qué no había conseguido el empleo. El último caso es el de una candidata a un puesto de trabajo, en medio de la entrevista ella le dijo al gerente que podría alcanzar su puesto en tan solo 18 meses. Ni siquiera se le pasó por la cabeza que el hombre había pasado 20 años para llegar a donde estaba.

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Tesa_devilla

Es preocupante que todas estas historias sean ciertas. Tim Elmore, el fundador y presidente de la organización Growing Leaders, fue quien transmitió cada una de ellas para el artículo. Él es un especialista en el tema, ha escrito una serie de libros y trabaja activamente para solucionar este conflicto que parece ir creciendo con el tiempo. Explica que la generación de niños nacidos entre 1984 y el 2002 (llamada generación Y) ha estado criándose según recompensas instantáneas, esto en gran medida se debe a los aparatos tecnológicos como iPhones, iPads, smartphones y otros, que hacen a los niños tener acceso a lo que quieran en el momento que deseen.

En las propias palabras de Tim, “Más que ganarse sus notas en el colegio, sus padres a menudo se dedican a negociarlas, y además los premian por cualquier cosa. Tienen cientos de amigos en Facebook y Twitter, pero sus relaciones en la realidad son bastante menores”. Uno, al ver el panorama actual, no puede sino estar de acuerdo con lo que dice.

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@sterlinglilac

Lo que sucede hoy es que los padres están obsesionados con el bienestar y la seguridad de sus hijos, pero lo que de verdad hacen en este afán de protección, es malcriarlos y resolverles lo que ellos mismos deberían aprender a solucionar por cuenta propia. La teoría de de Tim es que todo comenzó en 1982, cuando un grupo de personas murió al ingerir cápsulas de Tylenol extrafuerte (un análgesico muy común en EE.UU.) que venían envenenadas con cianuro. En ese tiempo era Halloween y los padres se volvieron locos registrando las bolsas de caramelos de sus hijos, les quitaban cada bocadillo dulce que no viniera envuelto y las galletas las arrojaban a la basura.

Esto hizo que el velar por la seguridad de los niños se convirtiera en una costumbre, en algo crónico que tendría consecuencias bastante nefastas en su madurez. Comenzaron a hacerles los deberes escolares, a elegir qué actividades extraescolares tomaban, resolvían conflictos con sus amistades, y cada vez que lograban solucionar alguno de estos problemas, los exhibían como si se tratara de un trofeo.

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@fire_rises_purely

Y no es sólo preocuparse en ese sentido, también lo que ocurre demasiado es que los padres tratan de hacer sentir especiales a sus hijos, confunden la sobre-estimulación positiva con el amor. “Los mensajes tipo ‘eres especial’ se han vuelto contra nosotros”, dice Tim Elmore. Luego continúa con una frase que es muy cierta: “Estamos obsesionados con protegerlos en lugar de prepararlos para el futuro. No les dejamos caer, equivocarse o sentir temor por algo. El problema es que si de pequeños no corren el riesgo de caerse cuando escalan los juegos del parque, seguirán teniendo miedo a los 29 años cuando quieran emprender en otro ámbito”.

El mundo de la psicología y psiquiatría ha advertido lo mismo, ya que muchos jóvenes están pasando por crisis de este tipo. Las depresiones se han vuelto muy comunes, y hombres y mujeres sienten que el mundo se les derrumba porque a los 30 años no han formado su propia empresa o porque no han encontrado al amor de su vida. La recompensas instantáneas no funcionan siempre, no son aplicables a lo que sea que a uno se le antoje, por eso la angustia.

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@AntoNoemi29

Para que esto cambie de dirección se necesita una toma de conciencia general y entender qué es lo que se está haciendo de la manera incorrecta. Para empezar, hay que dejar de decir a los niños que siempre “deben” aspirar a lo más alto, porque entonces cualquier acción les parece insignificante. En general, los niños no tienen una incidencia concreta en el mundo, precisamente porque son niños y los cambios que pueden realizar en el entorno son diferentes, no podemos exigirles lo mismo que a una persona adulta ni hacerles pensar que todo es posible en cualquier momento que se les antoje. Pero esto a veces los confunde, porque están acostumbrados a que se les concedan sus caprichos. Es importante que ellos partan de a poco, con pequeños retos y puedan ver el progreso que son capaces de generar sin ayuda externa.

Otro error común tiene que ver con lo que se mencionó antes, sobre hacer sentir especiales a los niños aun cuando no hayan hecho nada especial. Obviamente ellos sí son especiales, porque cada persona es única, pero el sentido de esto va más hacia el conflicto que se produce cuando este adjetivo los hace pensar que tienen habilidades extraordinarias y además creer que son merecedores de un trato privilegiado. Hagan lo que hagan, van a a pensar que el mundo está a sus pies solamente por ser quienes son, que la sociedad les debe un futuro que ellos podrían exigir y debiera ser dado sin pagar un precio.

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Usuario privado

Parte importante de sus actitudes inmaduras se relacionan con que siempre se les han dado todas las comodidades. No saben ser pacientes, porque en esta época casi nadie es capaz de esperar por nada. La enseñanza inconsciente de los padres se suma al mismo ejemplo que dan ellos: se enojan cuando hay tráfico, una mínima fila de espera se les hace insoportable, y así muchos otros ejemplos. Entonces qué se les puede pedir a los niños, si los mismos educadores están reforzando una conducta dañina y poco reflexiva. La prudencia y la moderación son valores muy necesarios, éstos son los que deben enseñarse. También el respeto por los deseos de los demás, la solidaridad y el salir de un egocentrismo absorbente.

La felicidad de los niños se ha convertido en el objetivo principal de sus padres, no se les está enseñando a que ellos mismos sean capaces de encontrar los motivos de esa satisfacción. Son discapacitados emocionales, ya que han estado toda la infancia sin ejercitar el autoconocimiento, algo que se cultiva mediante los obstáculos y el fracaso, pero estos niños no fracasan sino hasta los 30 años, no tienen obstáculos sino hasta la universidad. Se les debería decir que ellos mismos tienen que ser los gestores de su interior; nadie más que ellos descubrirá sus pasiones, habilidades, gustos, amores… Y la felicidad llegará con los méritos propios, como también por la confianza generada por sentir que tienen el poder de tomar decisiones relevantes.

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@fantastic_land

La solución vendría al contarles a nuestros hijos cómo funciona el mundo realmente. Porque es mejores que se sientan frustrados a los 12 años que a los 42. “La idea de que uno puede hacer todo lo que quiera, no es necesariamente cierta”, cuenta Tim. Los niños deben aprender a calibrar sus sueños y dones. No todos sus sueños se cumplirán; no todas las niñas serán cantantes o bailarinas, ni todos los niños serán deportistas profesionales o astronautas. Es importante aclararles eso, con delicadeza, pero que vayan entendiendo que la posibilidad de conseguir sus objetivos pasa por ellos mismos.

Aunque sea difícil.