Por Romina Bevilacqua
13 febrero, 2015

El elitismo y la sobreexplotación de recursos serían los culpables de la “tormenta” que podría desarmar nuestro sistema en las próximas décadas. 

Un nuevo estudio, auspiciado por el programa de la NASA del Centro Goddard de Aviación, ha destacado la posibilidad de un colapso de la industrialización global en las próximas décadas debido a la insostenible explotación de recursos y una creciente distribución de la riqueza de manera desigual. Conscientes de que advertencias de ‘colapso’ suelen ser vistas como sensacionalistas o controversiales, el estudio intenta dar sentido a la vasta cantidad de datos histórica que demuestran que el “proceso de surgimiento-y-caída es en realidad un ciclo recurrente presente a través de la historia”. Casos de severas disrupciones a la civilización debido a un “colapso precipitoso –que a veces duran siglos— han sido bastante comunes”.

El proyecto de investigación independiente está basado en un modelo interdisciplinario (HYNDI) que estudia al ser humano y la dinámica de la naturaleza y es dirigido por el experto en matemáticas aplicadas Safa Motesharrei de la Fundación Nacional de Ciencias de Estados Unidos y apoyado por el Centro Nacional Socio-Ambiental de Síntesis, en asociación con un equipo de expertos en ciencias naturales y sociales. Además ha sido aceptado para ser publicado en la revista Elsevier, Economía Ecológica.

Según se descubrió gracias al estudio, de acuerdo al registro histórico incluso civilizaciones avanzadas y complejas son susceptibles al colapso, generando dudas sobre la sustentabilidad de la civilización moderna:

“La caída del Imperio Romano, y las igualmente (si no más) avanzadas de Han, Maurya e Imperios Gupta, al igual que tantas otras avanzadas civilizaciones Mesopotámicas, son todas testimonios al hecho de que avanzadas, sofisticas, complejas, y creativas civilizaciones pueden ser tanto frágiles como no permanentes”.

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Al investigar las dinámicas de la naturaleza humana en casos de colapsos pasados, el proyecto identifica los factores interrelacionados más significativos que explican el declive de una civilización, y que pueden ayudar a determinar el riesgo de colapso hoy: Población, Clima, Agua, Agricultura, y Energía.

Estos factores pueden llevar al colapso cuando convergen y generan dos aspectos sociales cruciales: “la sobre exigencia de recursos impuesta en las capacidades ecológicas de sobrellevarlas”; y “la estratificación económica de la sociedad en Elites [los ricos] y las Masas [los pobres]”. Este fenómeno social ha jugado un “rol central en el carácter de los procesos de colapso”, en todos los casos de “los últimos cinco mil años”. Actualmente, hay altos niveles de estratificación económica asociada directamente al consumo excesivo de recursos, con las “Elites” localizadas en los países industrializados responsables de ambos factores de riesgo:

“…el superávit acumulado no está distribuido de manera equitativa a lo largo de la sociedad, pero en lugar de ello está controlado por una elite. La masa de la población, mientras que produce la riqueza, solamente recibe pequeñas porciones de ella por parte de las elites, usualmente casi o un poco sobre los niveles necesarios para vivir”.

El estudio desafía a aquellos que argumentan que la tecnología resolverá estos conflictos con creciente eficiencia:

“Los cambios tecnológicos pueden aumentar la eficiencia del uso de recursos, pero también tienden a aumentar el consumo per cápita y la escala de la extracción de recursos, de modo que, con efectos ausentes de las políticas públicas, el incremento del consumo suele compensar por la creciente eficiencia del uso de recursos”.

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Los aumentos de la productividad en la agricultura y las industrias de los últimos dos siglos vienen de un “aumento (en lugar de un descenso) de rendimiento de recursos”, a pesar de dramáticas ganancias en eficiencia durante el mismo periodo. Modelando una variedad de diferentes escenarios, Motesharrei y sus colegas concluyen que ante las condiciones que “de cerca reflejan la realidad del mundo hoy… consideramos que el colapso es difícil de evitar”. En el primero de estos escenarios, la civilización:

“… parece ir en un camino sustentable por bastante tiempo, pero aún utilizando una tasa de agotamiento óptimo y comenzando con un pequeño número de elites, las elites eventualmente consumirán tanto, que esto resultará en hambrunas para las masas que eventualmente desencadenarán el colapso de la sociedad. Es importante notar que este colapso de tipo L se debe a la desigualdad inducida por las hambrunas que causan una disminución de trabajadores, en lugar de un colapso de la naturaleza”.

Otro escenario se concentra en el rol de la continua explotación de los recursos, descubriendo que con “el aumento de la taza de consumo, el declive de las masas ocurre antes, con las elites aún prosperando, pero en las que el pueblo eventualmente colapsaría totalmente, seguido por las elites”.

En ambos escenarios, las elites al monopolizar la riqueza están protegidos de los más “dañinos efectos del colapso ambiental durante mucho más tiempo que las masas”, permitiendo que ellos “continúen como si nada ocurriera a pesar de la catástrofe inminente”. El mismo mecanismo, ellos argumentan, puede explicar “los colapsos históricos que ocurrían debido a que las elites parecían no notar el trayecto de la catástrofe (más aparentemente en el caso de los Romanos y los Mayas)”.

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Aplicando esta lección a nuestro predicamento contemporáneo, el estudio nos advierte que:

“Mientras que algunos miembros de la sociedad pueden dar una voz de alarma, argumentando que el sistema se está dirigiendo a un colapso inminente y por lo tanto abogar por cambios estructurales a la sociedad de modo de evadirlos, las Elites y sus partidarios, quienes se oponen a realizar estos cambios, pueden apoyar la teoría de la sustentabilidad de modo que no tengan que hacer nada”.

Sin embargo, los científicos apuntan que el peor escenario no es por ningún motivo inevitable, y sugieren que políticas apropiadas y cambios estructurales podrían evitar el colapso, para en última instancia crear el camino a una civilización más estable. Las dos soluciones centrales son reducir la desigualdad económica de modo que se pueda asegurar una distribución de recursos más justa, y por otro lado reducir de manera dramática el consumo de recursos y así poder depender en recursos renovables y reducir el crecimiento de la población:

“El colapso puede ser evitado y la población puede llegar a un equilibro si el ingreso per cápita de agotamiento de la naturaleza es reducido a un nivel sustentable, y si los recursos son distribuidos de manera razonable y equitativa”.

Si bien el estudio basado en HYNDI es en gran parte teórico – un ‘experimento mental’ – un número de otras investigaciones más empíricas como las realizadas por el KPMG y la Oficina de Ciencias del Gobierno Británico por ejemplo, nos han advertido que la convergencia de una crisis alimenticia, de agua y energía podría crear la ‘tormenta perfecta’ en unos quince años. Pero estas predicciones aún podrían ser muy conservadoras.

Visto en: The Guardian