Por Simona Villela
30 julio, 2014

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Hojeando las fotos en mi teléfono, lo veo.

Mi primera reacción es de shock. ¿Quién tomó esta imagen horrible de mí?

El auto-odio y la repugnancia crecen, amenazan con llevarme a las lágrimas.

Justo cuando estoy a punto de apretar para borrarla, mi niño entra a la habitación.

“¿Sabes algo acerca de esta imagen?” Le pregunto.

Doy vuelta la pantalla para que pueda verla. Sonríe enormemente.

“Te la tomé en Tahoe”, dice. “Te veías tan hermosa tendida ahí. No pude evitarlo mamá.”

“¡Tienes que preguntarme antes de usar mi teléfono para tomar fotos”, le digo.

“Lo sé”, dice. “Pero mamá, en serio, ¡mira qué guapa estás!”

Miro la foto de nuevo y trato de ver lo que él ve.

Mi hija llega y echa un vistazo.

“Eso podría ser una postal mamá”, dice sonriendo. “Eres tan hermosa. Me encanta.”

Tomo una respiración profunda.

Esto es exactamente lo que necesitaba.

Mi modo por defecto es ver y centrarme en los defectos e imperfecciones. Estoy empezando a ver un poco más.

Todavía veo mis muslos celulíticos y gordos.

También veo a una madre derrumbada en la orilla que recién exploró el lago durante horas con sus hijos.

Todavía veo los brazos regordetes.

También veo los brazos de una madre que acaba de ayudar a sus hijos a pasar a través de las rocas y la arena caliente, para que sus pies no les duelan.

Todavía veo a una mujer gorda llevando un traje de baño negro con forma de vestido para tratar de ocultar su problema de peso.

También veo a una mamá aventurera que ama a sus hijos intensamente.

Como muchas mujeres, he luchado con mi peso la mayor parte de mi vida. Es algo que nunca va a desaparecer para mí. Yo no tengo un cuerpo naturalmente delgado. Nunca lo he tenido.

En este momento estoy más pesada de lo que he estado en 10 años. A pesar de todo…

No he dejado que mi peso me detenga esta vez. Estoy usando camisetas sin mangas, vestidos de verano y trajes de baño en público. Estoy corriendo por todas partes jugando con mis hijos este verano y a veces incluso me siento atractiva.

Sí. Me escuchaste.

“Me siento bonita. Oh tan bonita. Me siento bonita, e ingeniosa y brillante “.

Bueno … no exactamente. Pero algo así.

¿Es porque me estoy haciendo mayor? ¿Es que tengo más cosas por las que preocuparse que sólo cómo me veo? O tal vez es porque mis hijos me miran con esos ojos de adoración.

En realidad, no importa.

Yo ya no odio a mi cuerpo.

Eso es algo enorme para mí de admitir y es difícil incluso de mentalizar.

No voy a renunciar a hacer ejercicio y estar saludable. Esas son cosas por las que voy a seguir luchando porque quiero seguir estando aquí.

En este momento, sin embargo, sólo quiero amar mi cuerpo como está. Quiero sentirme bien viéndome a mi misma de la forma en que mis hijos lo hacen.

Gracias niños.

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