¿Qué tan seguro eres de ti mismo?

No te acuerdas de nada, naturalmente.

Respondes todo, aún lo que no sabías. No te preocupa.

Respondes tranquilo, pero una pregunta te genera duda y entras en pánico.

Nada, voy a una velocidad apropiada, no tendría por qué temer algo.

Entras en pánico, comienzas a sudar frío, tragas saliva, bajas la velocidad a 10 km/h, y te pones a rezar.

Sientes un cosquilleo de nerviosismo en el estómago y sudas frío, cambias la ruta y todo sigue normal.

Entonces nada. Si no me ha dicho primero que le gusto, espero hasta que lo haga.

Comienzas a mandar señales pequeñas pero importantes, a ver qué pasa.

Le pregunto directamente, porque si no le gusto no puedo seguir perdiendo tiempo.

Les doy una cifra grande, pues sé perfectamente cuánto vale mi trabajo.

Antes de esa entrevista consultaste cuánto pagaban, para llegar con la cifra exacta. Ni más, ni menos.

Les digo que me paguen lo que puedan ofrecerme.

Corro al baño, esas cosas no tienen protocolos.

Le digo que voy a refrescarme al baño, y que me espere. Por nada le cuento lo que me pasa en realidad.

No puedo decirle nada, no me salen las palabras y me voy a mi casa.

Moriré.

Ojalá no sea nada grave.

Una pastilla y todo solucionado.