Por Catalina Vásquez
10 abril, 2015

Cuando estoy un poco deprimida, saber que cosas tan maravillosas pueden estar pasando en el mundo me llena de energía.

El comienzo en la vida para la pequeña Me-Bai’s fue traumatizante. Cuando tenía apenas dos años, fue separada de su madre, Mae Yui, quien tanto la adoraba, para convertirse en una esclava. Así, la indefensa cría fue sometida a un “training crush”, un ritual en el que los elefantes son encadenados y golpeados hasta que su espíritu queda completamente destruido, para después ser vendida a un campamento que ofrece paseos pagados a clientes como parte de la industria del turismo de elefantes en Tailandia.

“Imagínala en esas noches llenas de pánico y de temor, una bebé sola, herida y confundida; por tres años y medio resistió de pie, con lluvia o a pleno sol, sin su madre. Por tres años y medio tuvo que satisfacer la necesidad humana de servilismo”, escribió Lek Chailert, fundadora del santuario para elefantes Elephant Nature Park.

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Según informa la página web The Dodo, el dolor emocional de ser separada de su madre resultó ser aún más profundo que los abusos a los que fue sometida Me-Bai, y se convirtió en una prisionera menos que ideal. Por lo que a tres años de haber iniciado su vida como esclava, la deprimida cría dejó de comer con normalidad y adelgazó tanto, que perdió cualquier valor para su captores.

Afortunadamente, a la pequeña se le otorgó un retiro temprano debido a su condición. Fue entregada a los rescatistas del Elephant Nature Park, un santuario para paquidermos, para comenzar un proceso de sanación después de años de sufrimiento. A medida que los miembros del staff comenzaron a cuidar a Me-Bai para recuperar su salud física, también se propusieron corregir la injusticia de su pasado. La mismísima Chailert rastreó a Mae Yui, la madre de la elefante, en otro campamento de turismo a más de 100 kilómetros de distancia y de inmediato se puso en contacto con los dueños para permitir una visita de su cría secuestrada.

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Con eso, Me-Bai y sus cuidadores iniciaron la larga travesía a pie, todo para ayudar a restablecer un vínculo que se había mantenido quebrado por demasiado tiempo. Por supuesto, la cría no tenía cómo saber que una reunión había sido preparada y tras cuatro días de caminata, el encuentro ya se sentía en el ambiente.

“Cuando Mae Yui y Me-Bai se reencontraron, parecía que ambas estaban en shock y se mantuvieron tranquilas, en silencio por media hora”, dijo la fundadora del santuario. “Después empezaron a comunicarse, unieron sus trompas, se abrazaron y conversaron sin parar. Eran tres años y medio de los que debían ponerse al día”.

httpv://youtu.be/YslTuEvudfU

Los rescatistas de Me-Bai no fueron los únicos conmovidos por la reunión familiar. Más tarde, también los dueños de Mae Yui aceptaron su liberación del cautiverio, lo que significaba que ella y su cría podrían rehabilitarse juntas. En el santuario esperan que algún día ellas puedan retornar a la vida silvestre.

A pesar de los años de separación, los lazos de amor entre una madre y su hija se han restablecido rápidamente. “Ahora Me-Bai goza de la compañía de su madre y se siente como un bebé nuevamente”, comentó Chailert. “Se ve tranquila cuando duerme, porque su madre está a su lado. Ronca con fuerza y estoy segura de que sueña con toda la felicidad que las espera”.

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