Por Romina Bevilacqua
6 octubre, 2014

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En lo alto de la cima cubierta de rocío del Monte Kaputar, en Nueva Gales del Sur, Australia, existe un mundo distinto en sí mismo. Se trata de un bosque alpino poblado por organismos que no se encuentran en ningún otro lugar del planeta. Allí, en el aislado ecosistema de la montaña, sólo unos pocos afortunados han tenido suerte. Uno de ellos es la colorida babosa gigante de color rosa.

Michael Murphy, un guardabosques del Servicio de Parques Nacionales y Vida Silvestre, fue uno de los primeros en obtener un vistazo de cerca a esta extraordinaria criatura. “Las babosas rosadas gigantes son de unos 20 cm de largo (7,8 pulgadas) y solo se encuentran en la parte superior del monte Kaputar”, dijo Murphy en una entrevista con la Australian Broadcasting Corporation. “En un buen día, se puede pasear y ver cientos de ellos, pero solo en aquella zona”.

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“De un color rosa de lo más brillante que uno se pueda imaginar, así de rosado son”, agregó, señalando que cada noche se arrastran hasta los árboles en grandes cantidades para alimentarse de moho y musgo. Pero las babosas rosadas gigantes no son los únicos habitantes extravagantes que habitan en la cima de esta montaña. Según Murphy, el bosque es también el hogar de varios caracoles caníbales, batallando en cámara lenta para ver quién puede comerse al otro primero.

“En realidad, tenemos tres especies de caracol caníbal en el Monte Kaputar y son muchachos un poco voraces”, señaló Murphy. “Ellos revisan en el suelo del bosque, para recoger el rastro de la baba de otro caracol, luego cazarlo y comerlo”.

Los científicos creen que la biodiversidad de esta región en particular  alberga reliquias de una época pasada, cuando Australia era exuberante, con bosques tropicales, conectado a una mayor masa de tierra llamada Gondwana. Y cuando la actividad volcánica y otros cambios geológicos durante millones de años transformaron el paisaje en un lugar más árido, Monte Kaputar y sus habitantes se salvaron.

Como resultado, este tipo de invertebrados únicos que pudieron haberse secado en la extinción, permanecen vivos hoy en día habitando un mundo que les es propio, y es así como  Murphy lo prefiere: “Es uno de esos lugares mágicos, especialmente cuando estás allí en una mañana brumosa fría”.

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