Por Candela Duato
27 octubre, 2014

Cuando éramos más jóvenes, era de conocimiento público que los padres eran nuestros peores enemigos. Eran seres que habían sido puestos en esta tierra para borrar toda instancia de diversión, cada pizca de picardía y travesura sin importar el nivel de gravedad.

Ellos eran los que ponían las reglas y establecían los castigos. Ellos eran los que nos dejaban sin salir por semanas a modo de castigo por haber ido a una fiesta sin pedir permiso. Ellos eran  los que esperaban junto a la puerta para ver si llegábamos a la hora y cumplíamos con el toque de queda.

Años más tarde, mirando hacia atrás desde otro lugar en nuestras vidas, lo único que queremos es poder arrastrarnos bajo ese manto de seguridad, calidez y amor incondicional una vez más.

Cuando tenemos treinta y tantos y nos aterra el desafío de empezar una familia es cuando valoramos, apreciamos y comprendemos cuántos cambios ha superado la relación con nuestros padres.

Hemos capeado las tormentas de la adolescencia y la pubertad y estamos de vuelta, con los ojos llenos de perdón y los brazos abiertos.

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Estamos listos para mostrarles lo mucho que hemos cambiado…lo mucho que ellos nos han hecho cambiar y mejorar, para siempre:

1. En vez de querer escapar de la casa, prefieres quedarte con ellos. Y estás feliz con esa decisión.

2. Tus padres solían quitarte el celular cuando te gastabas tu paga antes de fin de mes. Ahora, no paran de enviarte mensajes de texto.

3. Te dan consejos buenos y útiles. Ya no evitas los sermones de tus padres, los buscas.

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4. Antes, eran las últimas personas con las que querías hablar. Ahora, se han convertido en la compañía perfecta para desahogarte.

5. En el colegio, limitaban tus horas frente al computador. Ahora, ellos no pueden despegarse del suyo.

6. Son las primeras personas a las que quieres llamar cuando pasa algo bueno…

7. Y a las primeras que llamas cuando pasa algo malo.

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8. Al fin te diste cuenta de que no importa si están de acuerdo contigo o no, nunca van a juzgarte.

9. Te das cuenta de que era cierto eso de que tus padres siempre han querido, y siempre van a querer, lo mejor para ti.

10. Después de todo este tiempo, logras apreciar todo lo que han hecho por ti y te es imposible expresarlo en palabras.

11. Ya no te preocupas de que tus padres no vean las cosas que publicas en internet; ahora compartes todo con ellos.

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