Por Bárbara Samaniego
11 febrero, 2015

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¿Qué pasa cuando la economía de un pueblo depende de la prostitución?

El escritor Souvid Datta pasó nueve días buscando la respuesta a esta interrogante. Y la encontró, de forma grotesca y vívida, en las calles de Sonagachi.

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Sonagachi es una zona situada en el norte de Calcuta, India. Callejones estrechos encerrados por los edificios, burdeles de situaciones muy precarias y mercados atiborrados de diferentes olores y colores, forman en conjunto un colorido y confuso laberinto. Este es el hogar del segundo barrio rojo más grande de Asia. El barrio está conformado por una extensa red ilegal de bandas organizadas, traficantes y víctimas: un lugar donde los periodistas y los forasteros se ven amenazados por la violencia. Los políticos y la policía son sobornados o simplemente cómplices, y se estima que 12.000 mujeres menores de 18 años son prostituidas, y violadas todos los días por apenas 1 dólar.

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Lalka, de 25 años, en su habitación con un cliente en Sonagachi (hemos cambiado su nombre verdadero). Después de haber sido objeto de trata a la edad de 16, y sufrir los violentos ataques de sus clientes, Lalka decidió contraer matrimonio con el abusivo líder de una pandilla local que trabajaba en su burdel. Todavía están juntos, aunque ella está buscando desesperadamente una salida segura de la relación.

Durante los últimos 30 años, el barrio rojo ha crecido a la sombra de toda legislación y se ha ido deteriorando poco a poco. Iniciativas estatales y privadas no han logrado hacer frente a los grupos de delincuentes y criminales que controlan a la autoridad y administran los recursos del territorio. La creciente estigmatización cultural de los implicados ha creado el desinterés y ha fomentado la explotación. Hoy en día, las víctimas más jóvenes de la trata proceden de lugares lejanos.

En Sonagachi, la ciudad se mueve con una viciosa mentalidad de hipocresía, crimen e ignorancia. La prostitución es una palabra que no se usa en público: todos se benefician de ella, sin embargo, nadie quiere involucrarse ni involucrar a los medios de comunicación, que parecen ser ciegos frente al problema. En el extranjero, sigue siendo en gran parte algo desconocido.

El primer paso es desafiar la ignorancia. Transmitir la realidad de la situación en esta región puede inspirar conciencia constructiva y empatía.

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Radhika, de 17 años, y sus amigas, miran hacia fuera por la ventana cercada del burdel y se preparan para los clientes de la tarde. Mientras que muchas en la zona han “ganado” la confianza de sus jefes para trabajar de forma independiente, a las mujeres recién adquiridas para la trata las mantienen en constante vigilancia, obligadas a permanecer dentro de los que parecen celdas de cárcel y soportar pésimas condiciones.

“Este año pude permanecer en Sonagachi durante 9 días. Pasé tiempo con mujeres que fueron prostituidas con tan sólo 14 años y que habían sido secuestradas en su camino a la escuela en los estados fronterizos. Su capacidad de resiliencia, su gracia y su actitud me asombraron; pero por la noche, dentro de las oscuras celdas de los burdeles, oía sus llantos durante horas. Afuera de los burdeles, los funcionarios de la policía se relacionaban con los líderes de las pandillas, quienes les ofrecían chicas para escoger”.

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Radhika, de 17 años, en la pieza de una trabajadora sexual más adulta, Asma (vistiéndose en el fondo). Las dos se han vuelto cercanas durante el período que lleva Radhika allí; ella respeta y aprende de su experiencia y ha podido tomar su misma actitud de supervivencia, mientras que Asma siente un cariño gigante hacia la amable y curiosa joven. Normalmente se forman fuertes lazos dentro de los prostíbulos, ya que las niñas aprenden a apoyarse unas a otras y a encontrar el auto-empoderamiento mediante el apoyo grupal y la experiencia colectiva.

Un informe en profundidad dará voz a miles de mujeres jóvenes que han sido despojadas sistemáticamente de la capacidad de elección y de expresión humana. Se busca informar, para que en los debates de actualidad en la India se hable, directamente, sobre temas como la desigualdad sexual, la corrupción y el desarrollo. Y quizás lo más importante, ayudará a la gente común a tomar conciencia de esta crueldad y empezar a contribuir en el proceso de mejora.

“La revista The Matter Fellowship me dará los recursos y el tiempo que necesito para documentar la realidad de Sonagachi tan honesta y convincentemente como sea posible, denunciado abusos a los derechos humanos y el fracaso del Estado frente a las historias humanas más urgentes”.

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Radhika, ataviada con su traje para la tarde, espera a los clientes a la salida de su burdel. 

Todas las fotografías son propiedad de Souvid Datta. Puedes revisar más trabajo de este artista en el siguiente link.

Visto en: Upworthy.com