Por Ignacio Mardones
17 abril, 2015

Una extraña que le hizo abrir los ojos.

Marie McKelvey dio a luz a su hija hace 5 años atrás, la cual nació con Síndrome de Down. Al principio, su vida comenzó a llenarse de inseguridades, ella y su esposo se preguntaban cómo sería el futuro de su hija, qué camino tomarían sus propias vidas haciéndose cargo de la niña. No se sentían del todo preparados. Ella no sabía cómo comportarse, dudaba de las miradas de la gente, si acaso sonreían por compasión o si eran nada más que saludos casuales sin ningún pensamiento por detrás.

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La pequeña se llama Ava, y cuando ella tenía un mes de vida su madre la llevó de paseo al supermercado. Dentro del lugar había otra mujer que hacía sus compras, Marie sintió que esta extraña se acercaba sigilosamente para observar por detrás de su hombro a la bebé que iba en el coche. De pronto le habló y le preguntó a Marie si podía detenerse y mirar más de cerca. Ella accedió y la mujer se acercó a la pequeña niña que dormía con tranquilidad envuelta en mantas. Marie se dio cuenta de que al observar a su hija, la extraña esbozó una delicada sonrisa.

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Ella, todavía sonriente, le dijo “Gracias, esto me ha traído tan buenos recuerdos”. Y justo en ese momento una niña adolescente apareció por detrás de la mujer para darle un abrazo. Esta niña también tenía Síndrome de Down. Luego la mujer se acercó una vez más para decirle “Has sido tremendamente bendecida; todo estará bien, ya verás”. Marie se quedó en el lugar inmóvil, con lágrimas en los ojos, y sólo atinó a agradecerle a la extraña que ya se marchaba. Ese hecho tan simple le había quitado un peso enorme de encima, le había dado fuerzas y ahora sabía que no había nada de qué temer. Ella podría hacerlo.