Por Daniela Bustos
26 enero, 2015

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Pamukkale o “castillo de algodón” es una extraña formación geológica popular desde tiempos antiguos. Se encuentra en la región del Egeo en Turquía y es una de las mayores atracciones del país, donde centenares de turistas y residentes vienen cada día para disfrutar en este idílico lugar con terrazas de agua termal.

Su forma se debe a los movimientos tectónicos que ocurrieron en la cuenca del río Menderes, los cuales dieron la peculiar estructura y además trajeron las aguas termales de 33º C con alto contenido en calcio y bicarbonato.

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Hoy se puede nadar en medio de lo que fue Hierápolis. Los grandes beneficiados de tomar un baño en este lugar son los ojos y la piel, además también dicen que puede curar el asma y reumatismo. Desde tiempos antiguos, personas de distintas civilizaciones se dirigen hasta aquí para sanar sus males.

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Los restos de Hierápolis (fundada en 180 a.C.) se encuentran atrás de las maravillosas terrazas. Ahí se pueden encontrar baños romanos, un templo dedicado a Apolo y la necrópolis. Una de las curiosidades más grande es la “Cueva de Plutón”, el dios griego del infierno, la cual recibió este nombre debido a que toda persona que entraba en ella moría instantáneamente. Lo anterior sucede por que los terremotos ayudaron a filtrar dióxido de carbono en este lugar, causando que la gente y los animales mueran intoxicados.

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Durante muchos años este rincón fue abandonado, pero en 1988 la Unesco lo declaró Patrimonio de la Humanidad. Desde entonces se ha promovido una conservación más estricta. Antiguamente, los visitantes subían en vehículos, caminaban con zapatos, utilizaban jabón o shampoo en las termas y las aguas eran utilizadas para llenar piscinas de hoteles, provocando un daño casi irreparable. Hoy existe una serie de medidas para ayudar a mantener y proteger este hermoso e histórico lugar.