En el norte de Grecia se encuentran los Monasterios de Meteora los cuales se conocen como “Monasterios suspendidos del cielo”. Antiguamente, los ermitaños se retiraban a estas columnas rocosas donde vivían en cuevas o chozas, acudiendo únicamente los días festivos y domingos a la iglesia “Santa María de la Fuente de la Vida”.
A pesar de la evidente dificultad del terreno, los primeros monasterios se construyeron en lo alto de las rocas durante el siglo XIV y XVI. La ubicación no sólo les ayudó a aislarse para meditar, sino que también sirvió como refugio frente a los ataques de turcos y albaneses. El acceso era tan difícil que desarrollaron un sistema de poleas con cestos para que los lugareños los abastecieran de provisiones.
En un principio fueron 24 construcciones, pero 17 quedaron en ruinas. Hoy funcionan 6 y sólo 3 son visitables gracias a escaleras y puentes que se han construido a lo largo del tiempo. Los que siguen en pie son: el monasterio de la Metamorfosis o Gran Meteoro, el de San Nikolas Anapafsas, el de Roussanou, el de la Santa Trinidad, el de San Esteban y el de Varlaam.
¿Pero cómo se formó este extraño paisaje? La principal teoría es que las colinas nacieron unos 60 millones de años atrás. Se cree que antiguamente un gran río prehistórico desembocaba en el mar de Tesalia. Cuando el río encontró una nueva salida al mar Egeo, la zona -que sufrió terremotos y distintos fenómenos naturales- se hundió dando lugar a este peculiar paisaje.
La Unesco declaró al complejo de Monasterios un Patrimonio Mundial de la Humanidad en 1988.