Por Daniela Bustos
6 marzo, 2015

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No todos los que salen en búsqueda del sueño americano logran llegar a destino.

La fotógrafa Michelle Frankfurter estuvo recorriendo la frontera entre México y Estados Unidos durante años. Primero, trabajó como fotoperiodista y, luego, como defensora de los derechos humanos. A lo largo de sus viajes, escuchó hablar sobre una ruta en particular que tomaban los esperanzados emigrantes en busca de nuevas oportunidades. El 2009, decidió seguirla.

Como ejemplo, tomó el camino descrito en el libro “El viaje de Enrique” de Sonia Nazario. Así, Frankfurter se dirigió al sur de México y tomó la ruta con dirección al norte. Se subió 6 veces al “Tren de la Muerte”, ahí conoció a los carteles de drogas y se amistó con varias familias, muchas de las cuales nunca llegaron al país del norte.

El primer paso del trayecto fue cruzar el Río Suchiate, ubicado entre la ciudad fronteriza guatemalteca de Tecún Umán y el pueblo mexicano de Hidalgo en el estado sureño de Chiapas. Los emigrantes llegan hasta ahí en balsas construidas con neumáticos de tractor.

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Después, caminan 240 kilómetros para evitar los puntos de control de México y llegar a Arriaga, una ciudad de Chiapas.

A continuación te mostramos a una mujer de El Salvador alimentando a su hijo de 18 meses de edad, dentro de un refugio de emigrantes tras haber hecho la caminata.

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La parte más relevante del trayecto comenzaba en Arriaga. En ese lugar, una gran porción de los individuos toman ilegalmente un tren de carga para iniciar su viaje al norte.

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Frankfurter visitó los refugios a largo de la ruta para hacerse amiga de las personas que viven o trabajan ahí. Luego de varios viajes, se volvió conocida en estos lugares.

Un ejemplo de ellos, es la improvisada capilla en la imagen de abajo ubicada en el pequeño pueblo de Ixtepec en Oaxaca.

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La mayor parte del viaje se vive en los trenes de carga. Los emigrantes deben tomar entre 10 a 15 de ellos antes de llegar a Norteamérica. La primera parte, consta de un viaje de 13 horas desde Arriaga, en Chiapas, a Ixtepec, en Oaxaca.

Ellos se refieren a los trenes como “La Bestia” y “El Tren de la Muerte”, por lo peligrosos que son de tomar.

En esta foto se ve a los arriesgados individuos en el techo del ferrocarril que pasa por Oaxaca.

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Muchos se caen y mueren o sufren lesiones que nos les permiten seguir viajando.

El siguiente hombre hondureño tuvo un accidente que lo llevó a perder su brazo izquierdo. Frankfurter lo conoció en la clínica de amputados “Jesús el Buen Pastor” en Tapachula, una ciudad de Chiapas.

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Aproximadamente 400 mil emigrantes centroamericanos hacen este mismo viaje hacia el norte cada año. La mayoría proviene de El Salvador, Honduras o Guatemala. Ellos dejan sus países en búsqueda de mejores oportunidades laborales o estilos de vida más seguros.

Frankfurter conoció a este hombre hondureño en el refugio de Casa Cáritas en San Luis Potosí.

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Aún cuando algunos salen a encontrar ofertas laborales, otros escapan de la violencia doméstica o de las pandillas.

Esta mujer guatemalteca abandonó a su marido abusivo. Lo dejó todo y se fue junto con sus dos pequeños hijos, una hermana y otro familiar. Frankfurter los conoció en Arriaga.

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Para completar el viaje, deben pasar a través de muchas zonas dominadas por Los Zetas, uno de los carteles de drogas más peligrosos de México. En el último tiempo, han comenzado a secuestrar individuos de los trenes para luego cobrar por su rescate.

En la siguiente imagen, se ve a los emigrantes persiguiendo a un tren en Veracruz, uno de los lugares dominados por Los Zetas.

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Uno de los lugares más peligrosos de Veracruz, es la ciudad de Orizaba donde no existen refugios para estos individuos. Ellos deben esperar en las líneas del tren durante días antes de subirse a alguno. Si no logran esto, podrían ser secuestrados por los carteles.

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A lo largo de su viaje, Frankfurter se hacía amiga de una familia o grupo y los seguía en su ruta hacia el norte. Muchos de ellos le contaban que se sentían más seguros a su lado, porque era estadounidense.

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A veces se topaba con la misma familia en más de un viaje. Una vez siguió a una de ellas antes de volver a Estados Unidos. Cuando regresó a México, seis meses después, los encontró en el mismo lugar. La familia fue arrestada por la policía mexicana, deportada a El Salvador y obligada a hacer el viaje de vuelta a Ciudad de México.

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El trayecto de la frontera estadounidense es una de las partes más difíciles. A los contrabandistas, llamados “coyotes”, se les paga por pasar individuos ilegalmente sin que el servicio de seguridad de los Estados Unidos se de cuenta. Dado el peligro de esta acción, muchos deciden quedarse en México. A pesar de las pandillas y la violencia, el país ofrece una economía creciente en la cual pueden encontrar empleo.

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Durante los últimos años, la seguridad del lado estadounidense se ha reforzado a lo largo de casi 5 mil km de largo en la frontera.

La siguiente fotografía corresponde a un túnel utilizado por la Patrulla Fronteriza en la frontera entre Arizona (EE.UU.) y Sonora (México).

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El aumento en la seguridad ha hecho que el viaje sea aún más complicado. En respuesta a esto, los “coyotes” llevan a los individuos a zonas más aisladas para poder pasarlos hacia el otro lado.

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Desde que Frankfurter comenzó a seguir emigrantes el 2009, el paso de la frontera se ha vuelto cada vez más peligroso. Dado que la presión contra los carteles de drogas ha aumentado, éstos se han trasladado para diversificar sus negocios y realizar operaciones de contrabando.

La imagen a continuación corresponde al refugio llamado “La 72 Refugio Para Personas Migrantes”, que hace una referencia a los 72 individuos asesinados brutalmente por Los Zetas el año 2010.

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Mientras más cerca de la frontera se encontraba Frankfurter, más problemáticas se ponían las cosas.

Un día se encontraba fotografiando un sitio donde los contrabandistas preparan a los emigrantes para la última parte del viaje, cuando un hombre la confrontó y la obligó a irse: “Fueron bastante educados, pero sabíamos que no lo pedirían de nuevo. Teníamos que irnos”.

Ella explicó a Business Insider que antiguamente el contrabando solía ser un negocio pequeño: “Todo el mundo tenía un amigo de la familia que trabajaba como ‘coyote’. Ahora, en cambio, es algo administrado casi totalmente por los carteles”.

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