Cuando un turista británico de vacaciones en Nicaragua vio a un par de tortugas atadas y asándose a pleno sol en el jardín de un bar, supo de inmediato que debía hacer algo rápidamente. Se trataba de un par de tortugas cabezonas o tortugas bobas (de nombre científico Caretta caretta), cuya especie está considerada como en peligro de extinción por la lista roja de la Unión Internacional para la Conservación de la naturaleza (IUCN en inglés). ¿Y la razón por la que estaban amarradas? Estaban destinadas a aparecer en el plato de alguien más, si alguien no trataba de impedirlo.
Así que Chris Skone-Roberts reunió a más turistas para que lo ayudaran a salvar a las tortugas y lo primero que hicieron fue verter agua sobre los animales para enfriar sus cuerpos que estaban al sol. Luego Chris llamó a las autoridades, quienes ordenaron que las tortugas fuesen liberadas y con la ayuda de la organización ecologista llamada Sea Shepherd Conservation Society, Chris y el improvisado grupo de rescate llevaron a las tortugas al mar para liberarlas:
httpv://www.youtube.com/watch?v=L8luGIQeWrg
Estas no son las primeras ni probablemente serán las últimas tortugas marinas que se encuentren en esta situación. Según los medios de comunicación de Nicaragua, se estima que alrededor de 35.000 tortugas marinas son asesinadas cada año en el país por su carne y sus huevos, que son considerados como un alimento afrodisíaco en algunas partes del mundo (un mito que ha sido ampliamente desmentido). Además estos reptiles también son muy valorados por sus caparazones, cartílagos y aceite.
Según la organización World Wildlife Fund (WWF) existen algunas acciones que cualquier persona podría hacer para ayudar a proteger, aunque sea en un mínimo grado, a las tortugas marinas y estas son: consumir comida del mar que provenga de fuentes sustentables, evitar atracciones turísticas donde vendan productos hechos de caparazón de tortuga u otras partes de este animal, y apoyar el ecoturismo que proteja a las tortugas de mar.