Es una mañana de miércoles a finales de agosto, el primer día de clases en la Escuela Shishmaref. Las puertas del edificio color celeste aún no abren, y los profesores hacen los últimos ajustes en sus salas mientras que los ansiosos estudiantes, que van desde pre-escolares hasta los últimos años del colegio, esperan en la entrada con las chaquetas cerradas hasta arriba, tratando de combatir el frío de la helada mañana. Todo parece tan normal, que ni siquiera te imaginarías que hace unos años atrás a nadie le preocupaba si Shishmaref seguiría existiendo. Hoy eso es en lo que todos piensan.
El remoto pueblo de 563 habitantes se ubica a 48 kilómetros hacia el sur del Círculo Ártico y colinda con el mar Chukchi hacia el norte y con una abertura hacia el sur. Además, se encuentra justo encima de un suelo congelado que actualmente se derrite con rapidez. En las últimas décadas, el remoto pueblo de Shishmaref en Alaska, ha estado experimentando de primera mano los efectos del cambio climático: las costas de la isla se han visto erosionadas por el mar, cayendo en grandes pedazos cada vez que los azota una tormenta.
Los habitantes de Shishmaref, muchos de los cuales pertenecen a los Inupiaq, han intentado combatir esta situación moviendo las casas cercanas a los acantilados y construyendo barreras a lo largo de la costa norte para intentar alejar las olas. Sin embargo, en julio de 2002, y tomando en cuenta la realidad a largo plazo que le esperaba a la isla, votaron y llegaron a la decisión de llevar la ciudad a otro lugar.
Sin embargo, el traslado ha sido mucho más difícil que llevar a cabo la votación, y 12 años después, Shishmaref sigue existiendo, lista para comenzar un nuevo año escolar. Sin embargo, existen señales obvias de que algo ocurre. Una de las primeras cosas que puedes ver al llegar a la isla es una pequeña construcción de madera que se afirma a duras penas en el borde de la playa. Una de las esquinas se tambalea sobre el borde, mientras que el agua se mueve a sólo un par de metros de ella.
El pueblo reside en una pequeña área de finas arenas que tiene 5 kilómetros de largo y 400 metros de ancho. A esto se suma que se encuentra rodeada de agua por todos lados. La única forma de salir de la isla es a través de un bote o un avión. El viaje dura aproximadamente una hora y tiene un valor de $400 dólares por ida y vuelta. Una única y muy pequeña calle pavimentada comienza justo en las afueras de la ciudad y lleva hasta el aeropuerto. El resto de las calles de Shishmaref son de arena. La mayoría de las personas se movilizan en vehículos todo terreno o en bicicletas, y en invierno se usan motonieves.
La mayoría de las casas no tienen ni agua potable ni cañerías, así que el pueblo usa las aguas lluvias y la nieve para ser reutilizadas. Dado el tamaño de la isla, que cada vez es menor, no hay mucho espacio para construir casas nuevas o más instalaciones.La mayoría de las familias subsisten con la caza, la pesca y la recolección de fruta para pasar el año. Todo lo demás que hay en la isla (vehículos, comida, implementos para construcción) debe ser traído de afuera. Debido a esto, la comida fresca (aparte de lo que puedan cazar o recolectar) no es muy común, y los precios en las tiendas son una locura: una lata de los productos de limpieza Lysol vale $14.76 dólares y un paquete de 6 pañales Huggies está a $21.61 dólares. Tanto el combustible como el aceite para la calefacción se traen desde afuera y el abastecimiento se recibe una vez al año durante el verano. Un galón está a unos $6 dólares y una vez que se acaban los recursos no hay nada hasta la próxima ocasión.
Viejas fotografías de la isla muestran playas anchas y llenas de arena. Los más ancianos recuerdan haber jugado ‘baseball de esquimales’ en la playa hasta tarde durante las noches, ya que el sol brilla hasta pasadas las 11 pm en verano. “Había una playa muy grande, recuerda Nora Kuzuguk de 67 años. “Era nuestro lugar de juego”. Hoy en día, estas playas desaparecen rápidamente.
La isla ha lidiado con problemas de erosión desde al menos 1950, pero hoy las consecuencias del cambio climático se han visto exacerbadas de forma considerable. Las temperaturas promedios aumentan con mayor rapidez en Alaska que en el resto de Estados Unidos, habiendo aumentado 3.4 grados Fahrenheit (-15.8 ºC) durante los últimos 50 años. Las altas temperaturas han provocado que la capa inferior de hielo, haya comenzado a derretirse en algunas áreas. Esta capa más delgada es más vulnerable a las tormentas y a los comportamientos de la marea, aumentando la pérdida de las costas de Shishmaref.
Dichas temperaturas también han disminuido la cantidad de tiempo que el mar Chukchi permanece congelado cada año, dejando la costa expuesta a las tormentas de otoño y de comienzos de invierno. Hoy en día durante las tormentas, la arena ‘simplemente se mezcla con el agua’, comentó Luci Eningowuk de 65 años. Desde el año 2004 hasta el 2009 Eningowuk presidió la Coalición de Traslado y Erosión de Shishmaref, el grupo encargado de desarrollar y ejecutar un plan para reubicar el pueblo. “Las olas se acercaban y se llevaban gran parte de la tierra”.
Basándose en una comparación de fotos aéreas, el batallón de Ingenieros del ejército estima que la isla está perdiendo un promedio de entre 82 centímetros a 2.7 metros de territorio anualmente. Sin embargo, las mediciones tomadas en años donde han ocurrido fuertes tormentas llegan a apuntar una pérdida de hasta 6.7 metros. Cuando los habitantes votaron por la reubicación, Shishmaref se convirtió en el símbolo del impacto del cambio climático. Una página web de la Agencia de Protección del Medio Ambiente describía los efectos del cambio climático en Alaska, incluyendo una fotografía de una de las casas de Shishmaref cayendo por un acantilado. “La severa erosión ha forzado a la población de una de las villas nativas de Alaska a reubicarse para poder proteger sus vidas y sus posesiones”, cuenta el sitio web. Pero si bien Shishmaref y otros pueblos han intentado reubicarse, la verdad es que no es tan fácil como parece.
Las comunidades nativas que existen en las costas de Alaska han estado intentando comunicarnos durante más de una década que los efectos del cambio climático ya son visibles. La icónica e inclinada construcción de madera le pertenece a Tony Weyiouanna de 55 años, quien cuando se llevó a cabo la votación para reubicarse, tuvo la tarea de dirigir la coalición que buscaba la reubicación. “Lo único que me preguntaba era, ‘¿Cómo voy a hacer esto?’”,recuerda Weyiouanna. Todo esto, por supuesto, requeriría dinero. Otro estudio de 2004 del Batallón de Ingenieros del Ejército estimaba que reubicar Shishmaref en la parte central de Alaska costaría alrededor de $179 millones de dólares. El pueblo también creó una página web con el slogan “¡Vale la pena salvarnos!” para pedir donaciones, asistencia técnica y cualquier tipo de ayuda de cualquier persona que estuviese dispuesta a ofrecer su tiempo.
El pueblo identificó 11 posibles lugares para la reubicación en la parte central de Alaska, tomando en cuenta estudios previos llevados a cabo por el Servicio de Conservación de Recursos Naturales del Departamento de Agricultura de los Estados Unidos, que ayudaron al pueblo a quedarse con sólo dos posibles lugares. En una reunión pública llevada a cabo en diciembre de 2006, se escogió un lugar llamado Tin Creek como su nuevo hogar. Esta nueva zona se encontraba al otro lado de la salida al mar de Shishmaref y estaba a menos de 20 kilómetros de la isla: lo suficientemente cerca como para que los residentes pudieran seguir accediendo a los lugares donde se cazaba o pescaba a través de botes o motos de nieve.
Sin embargo, al cabo de un par de años, el plan de cambiarse a Tin Creek fracasó. Estudios subsecuentes de viabilidad revelaron que existían problemas con el lugar, ya que la zona también se encontraba ubicada sobre una capa de hielo, lo que en un Ártico que se derrite, probablemente significa que tiene los días contados. El pueblo se vio obligado a escoger otro lugar. El entusiasmo que sentía la población ante la posibilidad de reubicarse había bajado considerablemente.
Hoy la población aún no puede ser reubicada y si el plan inicial buscaba haber finalizado la reubicación del pueblo el día 30 de abril de 2009, se espera que el proceso tome mucho más de lo esperado. Para generar más tiempo, la ciudad decidió construir una muralla marina de 61 metros de largo en la costa norte durante el año 2004. Desde ese momento la pared ha seguido creciendo, y se le añadieron secciones extras en el año 2005 y 2007, extendiéndola a un largo de 853 metros.
La pared marina cubre sólo una parte de la isla, pero deja expuestas infraestructuras importantes como el aeropuerto, el vertedero y gran parte de la vía principal. Y aunque pudo reforzar parte de la costa norte, hay otras partes de Shishmaref que siguen yéndose con el mar, y habiendo hecho un estudio completo para la reubicación, se volvió mucho más difícil encontrar apoyo económico para realizar proyectos tales como reparar la clínica o hacer más casas en la isla. Por lo mismo hoy los habitantes de Shishmaref se encuentran divididos ante la posibilidad de cambiarse. Si en 2002 sólo 11% se opuso a la reubicación (la gran mayoría de ellos ancianos que no querían perder su estilo de vida) hoy ese número aumentó a un 50%. “Yo voté por la reubicación”, comenta Nora Kuzuguk de 67 años. “Pero ahora… no lo veo así. No quiero irme de la isla. Es única”.
Algo que preocupa al alcalde Shishmaref, Howard Weyiouanna es el camino que lleva al vertedero, el cual pasa por el aeropuerto y llega al lado más oeste de la isla. Lo remoto de la isla significa que todo lo que llega, se queda. El vertedero, ubicado casi al final de la isla, está lleno de restos de refrigeradores, barriles, escombros e incluso un viejo camión. Debido a que la mayoría de las casas no tienen cañerías internas, el vertedero es el lugar donde van a parar los desechos humanos también, y son depositados en una laguna que existe en el lugar. Una tormenta que ocurrió durante Noviembre de 2013 se llevó consigo varias partes de la vía, destruyendo hasta 15 metros de tierra en algunos lugares y haciendo que fuera casi imposible llegar al vertedero.
El pueblo tuvo que generar una nueva ruta, sin embargo todos saben que es una solución temporal. “Aparentemente, es posible que vuelva a estropearse el camino”, comentó Weyiouanna. El sólo perder la vía que lleva al vertedero ya es bastante malo pero aún más preocupante es cómo el mar ha ido utilizando más espacio en la parte final de la pista de aterrizaje. Más que un lugar donde los aviones aterrizan, es la línea de vida del pueblo, el lugar donde consiguen comida e implementos. Y si hubiese que evacuar la isla, sería el único lugar donde hacerlo. En tormentas previas, el nivel del agua ha subido hasta llegar a estar a preocupantes 23 metros de la pista de aterrizaje.
“Sin ningún tipo de protección, lo que sucederá es que el agua llegará la pista”, comentó Weyiouanna. Idealmente, deberían lograr juntar más dinero para extender la pared marina y lograr proteger el resto de la costa norte, comenta. “Nos daría un poco más de tiempo”, dijo, “pero no puedo asegurar cuanto más”.
Visto en:HuffPost