Por Catalina Vásquez
13 mayo, 2015

Una especie de Apocalipsis Zombie en la isla australiana, y al parecer, sin un final feliz. 

Como sacado de una historia de terror. El demonio de Tasmania, un marsupial carnívoro que habita la isla australiana a la que debe su nombre y famoso por la serie animada Looney Tunes, está al borde de la extinción. La causa: un cáncer, extremadamente contagioso, que según investigaciones, surgió por primera vez en la mutación de las células de una única hembra, que murió hace más de 15 años.

La hembra, apodada por los científicos como “El Diablo Inmortal”, debido a que su ADN todavía permanece vivo en la línea celular del cáncer que generó, ya ha cobrado más de 75.000 víctimas. Una cifra absolutamente alarmante que representa algo así como la mitad del censo de la isla.

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Este cáncer, el primero contagioso de la historia, se expande a un paso incontrolable, ya que se transmite con mordiscos o contacto físico. Pero lo peor, deforma la cara de los animales, hasta el punto de que la víctima muere por hambre o sofocación en sólo unos meses, según la investigación publicada en la revista Cell.

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A raíz de esto, Wellcome Trust Sanger Institute, una institución británica dedicada a la investigación genética, comenzó a estudiar la secuenciación del genoma de este cáncer, lo que les permitió catalogar las mutaciones que lo hacen crecer y persistir en la población del demonio de Tasmania. Y para esto, buscaron diferencias entre los tumores de 69 de estos marsupiales de color negro de las distintas zonas de la isla, distinguiendo al final más 20.000 mutaciones, algunos subtipos del cáncer mucho más virulentos que otros.

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Se han encontrado datos muy interesantes sobre el origen de este cáncer, sobre la propagación, sobre cómo puede engañar al sistema inmunológico, pero que nos tienen contra el tiempo ya que aún no han encontrado la manera de combatirlo, y según la lista roja de las Naciones Unidas, podría terminar con la especie en un plazo de 25 a 35 años. Razones de sobra para seguir esforzándose, tomar medidas drásticas como el ponerlos en cautiverio o incluso sacarlos de la isla, para que no se unan a la lista de especies extintas con el dingo o el rinoceronte blanco. 

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