El secretario general de la ONU nos entrega una interesante perspectiva de lo que deberíamos hacer todos para salvar al planeta.
*Este artículo fue escrito por Ban Ki-Moon, secretario general de la ONU.
Luego de un año de agitación global, la ONU y la comunidad internacional deben trabajar más que nunca para construir un futuro sostenible. Este año las Naciones Unidas cumplen su septuagésimo aniversario. Lamentablemente, hay poco tiempo para reflexionar o celebrar. Existen asuntos más importantes, las exigencias y desafíos conflictivos que nacen debido al aumento de los conflictos, las enfermedades y el sufrimiento humano. Tales asuntos obligan a que la comunidad internacional dé un paso hacia adelante y se encargue de proveer el liderazgo necesario para darles solución.
El Ébola continua plagando a África occidental. En el caso de algunos de los países afectados, que estaban batallando para sobreponerse de los efectos de las amargas guerras civiles, el brote ha resultado ser uno de los principales retrocesos para el desarrollo. Aunque, se están comenzando a ver algunas mejorías. Durante mi visita a la región en diciembre, me conmovió profundamente el ver los esfuerzos de las personas que entregan auxilio contra el Ébola y los trabajadores de la salud que vienen de África y de todo el mundo. Pero, para reconstruir las vidas y las economías destruidas, serán necesarios recursos mucho mayores y compromisos a largo plazo.
A medida que los conflictos reinaban y el extremismo seguía en crecimiento, en el año 2014 se llevaron al límite los esfuerzos humanitarios, pacifistas y diplomáticos de las Naciones Unidas. Más de 100 millones de personas necesitaban ayuda. Un número sin precedente de tropas y policía de la ONU se encuentra desplegado en ambientes donde la seguridad es altamente volátil. La eliminación del programa de armas químicas de Siria fue un gigantesco logro, pero el conflicto continúa infligiendo un sufrimiento inmenso y ya está pronto a entrar en su quinto año. A medida que el duro invierno comienza, millones de refugiados requieren asistencia humanitaria para salvar sus vidas. La presencia allí y en Irak de miles de terroristas extranjeros ha servido para incrementar la dimensión volátil.
Grupos responsables de las atrocidades se han capitalizado de un terrible legado de gobernanza hacia las poblaciones marginadas. Nuestra respuesta a la brutalidad y al extremismo no se puede limitar al accionar militar, aunque este es también importante. Debemos buscar soluciones para las condiciones que en primera instancia dan lugar a tal veneno. En la misma línea, aquellos que conducen el accionar militar en contra de los terroristas deben asegurarse que sus esfuerzos respeten en su totalidad a los derechos humanos. Tal como lo hemos visto una y otra vez, el fallar hacer esto puede tener como resultado ayudar al reclutamiento de los terroristas.
En otra parte del mundo, en París, los brutales ataques terroristas demuestran lo vulnerable que toda sociedad puede ser. Tanto países europeos como de otros continentes están atestiguando un escalamiento preocupante de las tensiones entre las comunidades dentro de las mismas sociedades. El ceder ante el odio y sembrar la división sólo garantiza un espiral de violencia, precisamente lo que los terroristas buscan lograr. No debemos caer en su trampa. Tratar la discordia de una manera que permita resolver el problema, en lugar de propagarlo, es al parecer el principal desafío que enfrenta nuestra familia humana en el siglo XXI.
La lista de los lugares con mayores conflictos es bastante larga, se extiende de Nigeria a Yemen, desde el aumento de conflictos en Darfur a la transición en Afganistán. Los conflictos en Ucrania han hecho peligrar la seguridad y estabilidad de Europa y reanimado los fantasmas de la Guerra Fría. Los israelitas y palestinos deben calmar la situación explosiva en Gaza y en la Ribera Ocidental y distanciarse de los enfrentamientos hacia una resolución negociada.
Pero, en un año marcado por la agitación, las países miembros de la ONU también han propuesto un anteproyecto para el desarrollo de metas que guiarán a la próxima generación en los esfuerzos para combatir la pobreza. Otras negociaciones comenzarán este mes y terminarán en una cumbre especial en Nueva York, en septiembre, con la aprobación de una agenda de desarrollo que ayudará a enfrentar la desigualdad, empoderar a las mujeres y niñas y promover una prosperidad compartida.
La acción climática adquirió un momento importante mediante los anuncios significativos de la UE, EE.UU y China, asimismo, mediante una exitosa conferencia sobre el clima en la ciudad de Lima, Perú, en donde se mantuvieron negociaciones complejas en el curso adecuado. Debemos apuntar alto: para que en París, en diciembre, se adopte el ambicioso acuerdo universal de mantener el aumento de la temperatura global por debajo del peligroso umbral de los 2°C.
Nuestra generación es la primera que puede terminar con la pobreza y la última que puede tomar los pasos adecuados para evadir los peores impactos climáticos. En este año del septuagésimo aniversario de la ONU, debemos renovar nuestro compromiso con las metas y principios de la carta de este organismo y la comunidad internacional debe ser digna del momento.
Visto en: The guardian