Los prisioneros de estas cárceles han encontrado su propósito tras las barras: ayudar a los animales en peligro.
Los zoológicos necesitan ayuda con los programas de reproducción en cautiverio. Las prisiones tienen muchas personas con mucho tiempo libre a su disposición ¿Qué se obtiene? La asociación más insólita en el mundo de la conservación de la vida salvaje.
Robert Cooper levanta una salamandra desde uno de los seis tanques de peces que tiene en una pequeña habitación, sin alguna otra decoración. Sus paredes son bloques de ceniza. “Este es mi chico”, dice proyectando su voz por sobre el agua que burbujea. Cooper estira su brazo lleno de tatuajes ante él –las palabras “odio” y “furia” están deletreadas en sus nudillos– y así revela a un pequeño y resbaloso anfibio dándose vueltas en sus manos ahuecadas. “No está muy contento en este momento”, añade. La salamandra, un hellbender del este, es una especie solitaria que rara vez interactúa con su propia especie, mucho menos con los humanos.
Cooper sabe lo que se siente estar confinado. Ha sido prisionero en el Instituto Correccional Marion en Ohio central, durante 15 años. La salamandra que sujeta y las otras 11 que hay en la habitación son especies en peligro de extinción endémicas a partes del medio oeste, el sur y el noreste. En seis meses serán liberadas en el mundo salvaje como parte del Ohio Hellbender Partnership, un consorcio de zoológicos, universidades, y agencias gubernamentales colaborando para ayudar a la recuperación de este anfibio. Sin embargo, Cooper no tiene una fecha clara de liberación. Asesinó a una mujer hace 15 años, cuando él tenía 21 años, y está cumpliendo una cadena de 27 años que podría ser de por vida.
Hace cinco años atrás, para mantenerse ocupado y darse a sí mismo un sentido de propósito mientras cumplía su condena, Cooper se unió a otros hombres en prisión para comenzar una organización que llamaron la Iniciativa Verde. El proyecto original era comenzar un jardín en terrenos de la prisión para que los hombres pudiesen pasar más tiempo al aire libre y ocupar sus días de forma productiva. Los hombres cultivan hoy sobre un terreno de 4.000 a 6.000 m2 y en 2014 le dieron 6.800 kilos de vegetales al Ejército de Salvación, iglesias locales y programas comunitarios. La Iniciativa verde también cría abejas y ha construido un invernadero para cultivar hierbas hidropónicas y criar tilapias en un sistema acuapónico. Comenzó el primer programa de reciclaje de la prisión, redirigiendo más de 450.000 kilos de basura hacia plantas de reciclaje sólo en el 2013.
¿Cómo comenzó todo?
A Leah Morgan, quien fue contratada el 2012 por el Departamento de Rehabilitación y Corrección de Ohio como su primera experta de sostenibilidad, se le ocurrió la idea para el proyecto de las salamandras tras asistir a la primera conferencia del Programa de Sostenibilidad para Prisiones realizada en el 2012. Allí descubrió que los hombres habían estado cuidando de ranas en peligro de extinción para el Departamento de Peces y Vida Silvestre de Washington. (Los prisioneros de todas partes están ayudando a Taylor a criar las mariposas Monarca y tortugas del océano Pacífico). Impresionada, regresó determinada a comenzar con una sociedad parecida en Ohio. “Comenzamos a llamar a socios potenciales como zoológicos y otras organizaciones ambientales”, dijo Morgan. Descubrió la asociación para salvar a las salamandras y habló con el ecólogo Joe Greathouse, director de ciencia conservacionista en The Wilds, un parque safari privado sin fines de lucro, y centro de conservación que trabaja junto al Zoológico Columbus, un miembro de la asociación de salamandras del estado.
“Pensé que era una idea genial”, dice Greathouse. Acababa de recibir una subvención para construir los nidos de las salamandras, dándole más hábitat antes de ser liberados a lo salvaje. Él propuso que los presos de Marion hicieran ambas actividades: criar a las salamandras y ayudar a construir las cajas nido. “A los hombres y mujeres que trabajan con especies en peligro desde dentro de la cárcel se les da la oportunidad de ayudar a mantener la vida de otras especies. Es muy reconfortante para ellos”, dice Morgan. “Al mismo tiempo, es increíblemente útil para los científicos, quienes de otra forma podrían no tener el tiempo y recursos para dedicarle a la crianza de estos animales en la escala necesaria para marcar una diferencia”.
Las hellbenders son las salamandras más grandes de Norteamérica –pueden crecer hasta medio metro de largo– y pese a haber sobrevivido a la extinción masiva que eliminó a los dinosaurios, ahora en sólo unas pocas décadas han perdido gran parte de su hábitat. Se realizaron estudios sobre la población de salamandras entre el 2006 y el 2009 los cuales revelaron una caída de un 82% desde la mitad de los años ochenta. Una variedad de factores han jugado un papel: Las hellbenders disfrutan de vivir en cuevas, arroyuelos claros con suelo de ripio y crean sus hogares bajo rocas grandes. La contaminación y sedimento generado por la construcción de caminos, agricultura, y otros desarrollos han ensuciado el agua y enterrado estas rocas, mientras que las represas y canalización de arroyos han degradado el hábitat. El comercio ilegal de mascotas también tiene parte de la culpa.
En la década pasada un número de arroyuelos que una vez tuvieron una saludable población de hellbenders han sido limpiados, y sin embargo, el número de salamandras no se ha recuperado. Así que los ecólogos pensaron en un plan para reunir huevos, criarlos en cautiverio, y liberarlos cuando se hayan convertido en jóvenes adultos. “Son realmente vulnerables a los depredadores cuando son jóvenes”, dice Greathouse. “Solo el 10% de las larvas sobreviven el primer año de vida, y entre 50 huevos sólo sobrevive 1 individuo”.
Pero resulta que el ambiente de la prisión es apropiado para criar hellbenders. En el Zoológico de Toledo, donde las salamandras de Cooper fueron incubadas, y donde más de 500 salamandras jóvenes son criadas en un esfuerzo de aumentar sus números, los miembros del personal deben seguir un estricto protocolo para evitar la transferencia de cualquier agente infeccioso como el mortal hongo quitridial de otros anfibios que estén bajo su cuidado. Los empleados deben usar batas quirúrgicas, lavarse hasta los codos, y usar unos zapatos especiales que nunca salen de la habitación biosegura en la que viven las jóvenes hellbenders. En Marion, tales precauciones no son necesarias porque no hay otros anfibios en el lugar. “De alguna forma, es la situación ideal”, dice Andy Odum, curador de herpetología y director asistente de programas animales del Zoológico de Toledo.
Cuando Cooper las vio por primera vez le encantó la idea de criarlas “Pensé que eran geniales”, dice y cuenta que fue a la biblioteca de la prisión y leyó artículos científicos para aprender más acerca de ellas. Entre las labores de Cooper están el monitorear cuidadosamente el pH del agua y la temperatura –las salamandras se comen el musgo y por lo tanto crecen mucho más rápido cuando la temperatura está entre los 50 y 60 grados– así como también encargarse de mantener sus tanques muy limpios. Caitlin Byrne, una bióloga que viajaba desde The Wilds hacia Marion cada dos semanas durante el primer año del proyecto para revisar el estado de las hellbenders, dijo que los hombres de Marion eran excelentes padres adoptivos.
“Los cuidan con tanta preocupación”, dice. “Anotaron todos los datos de forma meticulosa: peso, largo, y comportamiento. Si algo inusual sucedía, tomaban nota de ello inmediatamente”. Menciona con orgullo que el grupo alcanzó una tasa de mortalidad de cero muertes. Los ecologistas estatales quieren que las hellbenders adoptadas crezcan lo más que puedan para tener mejores posibilidades de sobrevivir una vez que sean liberadas. El resultado es de 12 hellbenders sanas. “Es increíblemente impresionante lo que han hecho con ellas”, dice Byrne. “Sus hellbenders son gigantes. Tenemos salamandras de un año en The Wilds que tienen un cuarto del tamaño del que tenían las suyas a la misma edad”. Cooper dice que el programa le da significado a sus largos días tras las barras y que le ofrece una forma de demostrarle al mundo que ha cambiado.
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