Esta es una gran iniciativa para fomentar una alimentación sana y mejorar la salud de las personas, que podría cambiar la vida de muchos –sobre todo de los niños y familias de escasos recursos–.
Alaijah Borden tenía 10 años y un notorio sobrepeso cuando la Dra. Sundari Periasamy, una pediatra del Centro Hospitalario de Harlem en Nueva York, la inscribió en un novedoso programa para aumentar su consumo de frutas y vegetales –con la esperanza de que bajara de peso también–.
Luego de dos años en el programa, la historia de Alaijah es un de éxito sin precedentes: perdió 2 kilos el primer año merendando frutas y vegetales y luego 4 kilos el segundo año cuando redujo su consumo de comidas grasosas. Su madre, Sheryl Brown de 33 años, dijo que Alaijah solía comprar comida chatarra –galletas, pasteles y otras meriendas– en su camino hacia y desde la escuela. Hoy Alaijah lleva frutas o vegetales cuando va a estudiar. Le gustan las zanahorias crudas, el apio y el brócoli.
“Es un programa realmente fantástico que ha hecho que me sea más costeable el comprar frutas y vegetales”, dijo la Sra. Brown. “Le dije a mi hija que es mejor que te digan que tienes sobrepeso y que hay una solución a que te digan que tienes sobrepeso y simplemente te envíen a casa”. La madre también se ha beneficiado. A pesar de que ella no tiene sobrepeso, a la Sra. Brown le encanta comer entre comidas lo cual le causó una hipertensión. La pudo controlar sin medicamentos cuando, al igual que su hija, cambió sus meriendas por frutas y vegetales.
La familia Brown es una entre 50 familias de bajos ingresos en EE.UU que tiene hijos con sobrepeso o problemas de obesidad participando en el Programa de Recetas de Frutas y Vegetales (o FVRx) del Centro Hospitalario de Harlem. Otros tres hospitales en Nueva York también han estado probando el programa. Este fue creado por Wholesome Wave, una organización sin fines de lucro que promueve el acceso a comidas de mejor calidad en vecindarios de bajos ingresos, en asociación con el Laurie M. Tisch Illumination Fund y la Corporación de Hospitales y Salud de la ciudad. Es una idea sorprendentemente simple para lidiar con un problema complejo.
En vez de usar medicamentos o castigos para perder peso, lo cual por lo general resulta en intentos en vano, los doctores les entregaron a las familias dentro del programa FVRx una “receta” para comer frutas y vegetales. A las familias se les da una educación nutricional, recetas y lo que es más importante, los llamados “Dólares de Salud” los cuales son canjeables en mercados agrícolas locales –los cuales les consiguen el doble de lo que podrían comprar solo con las estampillas de alimentos que da el gobierno–. (La Sra. Brown recibe 325 dólares en estampillas de alimento cada mes para alimentar a su familia de 5 integrantes). No hay una sola solución para la epidemia de obesidad de la nación y las costosas enfermedades que resultan de ella. Pero este programa y otros similares en los centros de salud comunales en 30 estados, sugieren fuertemente que el facilitar el acceso a frutas y vegetales frescos, teniendo los medios y la motivación para comprarlos, puede causar una abolladura significativa en el problema.
El programa FVRx de Nueva York funciona en áreas pobres conocidas como “desiertos alimentarios”, donde comer en lugares como el McDonald’s es más económico y fácil que comprar alimentos frescos para preparar en casa. “Para las personas que hoy tienen bajos ingresos, el acceder a comidas de alta calidad como frutas y vegetales es un gran problema”, dijo Michael Nischan, fundador de Wholesome Wave, el cual apoya a los programas en los centros comunitarios de salud.
“El movimiento que busca restringir que las estampillas de comidas sea sólo para comidas sanas es bien intencionado, pero no funcionaría en muchas áreas donde los lugares de comida rápida son la fuente principal de alimento de las personas”, dijo el Sr. Nischan, quien solía ser chef y comenzó a enfocarse en nutrición cuando su hijo desarrolló diabetes del tipo 1. La meta es “igualar el campo de juego entre las cosas artificiales, económicas y poco sanas y los alimentos sanos que las personas más adineradas disfrutan”.
Es una situación donde todos ganan. Los participantes que califican reciben vales –o Dólares Saludables en Nueva York y Boston– para gastar en frutas y vegetales en mercados locales de agricultura. A los productores se les recompensa con el valor completo de sus bienes con dólares que salen de organizaciones sin fines de lucro ubicadas en la comunidad.
Los productores participantes también se benefician de otra forma: Venden más productos, aumentando su ingreso en un promedio de casi un 37%. Y son capaces de contratar a más personas, poner más tierra para la producción, diversificar las plantaciones, e invertir más en operaciones de agricultura, dijo el Sr. Nischan.
El año pasado, dos hospitales públicos de Nueva York, Harlem en Manhattan y el Centro Médico Lincoln en el Bronx, probaron este enfoque con 550 niños y sus familias, por medio de una subvención de 500.000 dólares otorgados por la fundación Tisch. Este año, el Hospital Elmhurst en Queens y el Hospital Bellueve en Manhattan ofrecieron el programa a otros 650 niños y sus familias.
Cada mes, los jóvenes pacientes se ven con su doctor o nutricionista para renovar su FVRx, tener su peso y masa corporal indexado y evaluado, y recibir más consejos para lograr una dieta saludable. Un análisis a los resultados del año pasado reveló que el 97% de los niños y el 96% de sus familias comieron más frutas y vegetales luego de ingresar al programa. Más del 90% de las familias compraron en los mercados de agricultores de forma semanal o más de dos o tres veces al mes y el 70% entendió más sobre el valor a la salud que entregan las frutas y vegetales.
Quizás lo que fue más sorprendente, es que en sólo 4 meses de participar en el programa, el 40% de los niños participando bajaron su índice de masa corporal. La Dra. Periasamy dice que hay “mucho entusiasmo alrededor del programa” tanto por parte de los niños como de sus familias, todos quienes se benefician de la educación nutricional y de los productos frescos. Un niño le dijo: “Hoy probé el pepino y de hecho es muy bueno”. Una abuela que había estado comiendo alimentos envasados “todos estos años” dijo que está feliz de comer hoy frutas y vegetales frescos.
Los programas que unen a los hospitales y a los mercados locales de agricultura terminaron el mes pasado en Nueva York. Pero la competencia y el entusiasmo de los consumidores han motivado a mercados cercanos y a bodegas a llevar más y mejores productos a un precio más accesible, para que las familias con ingresos limitados puedan tener acceso a ellos todo el año, según informan los directores de los programas.
La Sra. Brown congeló algunos productos de verano para usarlos en la cocina luego de que los mercados cerraran al fin de la temporada. Y su hija se ha entusiasmado más de lo que hubiesen imaginado. “Alaijah ha estado conversando con los granjeros en el mercado y ha aprendido mucho sobre cómo se cultivan los diferentes productos y qué hay en cada temporada”, dijo la Sra. Brown. “El verano pasado, participó en un nuevo jardín comunitario. Le emocionaba saber lo que se producía, porque sabía que luego esto iría a parar al mercado local”.
La meta hoy, como lo dijo Laurie Tisch en una entrevista, es dejarle saber a las otras ciudades que este enfoque funciona y que vale la pena el replicarlo a gran escala.
Visto en: New York Times