Varias verdades, puntos para reflexionar y un poco de humor. Las cosas que te diría tu perro si pudiese hablar.
Este artículo fue escrito originalmente para The Huffington Post por su colaboradora Janet Eve Josselyn, quién además es la autora de la famosa novela irreverente Thin Rich Bitches.
Mi querido humano:
Aparentemente voy a tener que mantenerte con la correa corta, porque para empezar, regularmente te olvidas de una de las razones por las que estas en este mundo. Tienes un par de tareas que hacer y son bien simples: alimentarme y ponerme atención cuando no estoy durmiendo. No logro entender por qué permites que cualquier cosa que tenga un teclado o un control remoto llame tu atención y te olvides de tu único trabajo, que soy yo. La tecnología te ha hecho su esclavo. Freud diría que tengo envidia tecnológica, pero él no puede decir mucho porque está muerto.
Cuando me estoy ventilando, me preocupa tu obsesión por recoger mi excremento. Cuando vamos afuera, siempre te abalanzas sobre él con tu bolsita azul, antes que otro lo haga y luego, sólo la tiras a la basura. ¿Me puedes explicar eso? No importa. Eres un pato raro, pero me agradas gran parte del tiempo. Especialmente cuando sacas la comida.
De todas formas, siento que estoy obligado a preguntar, ¿quién crees que está cuidando a quien en esta casa? Tú, con tus manos de humano traes y repartes la comida pero, ¿quién está cuidando la comida de los ratones y ladrones? ¿quién tiene los dientes largos y filudos? y, ¿quién de nosotros está de guardia día y noche porque no pasamos horas frente a la televisión o el computador o ladrando por el teléfono? Sólo estoy diciendo, para que reflexiones.
En cuanto a los muebles, te gusta dormir en la cama al igual que a mí. Algo que me confunde es por qué piensas que yo debería dormir en el suelo. Eres una persona amable, pero no piensas muy bien las cosas. Sólo digo. Por cierto, me gusta la cama, especialmente cuando no estás en casa.
Ahora, ¿podemos hablar del gato un momento? Tan falsos… Todo eso de frotarse con tus piernas cuando llegas a casa como si hubiera hecho alguna maldita cosa desde que te fuiste horas atrás. Deja que te ilumine: El durmió, bostezó y se estiró. Yo estaba en el deber de proteger a ese gato gordo y perezoso y toda la comida en la cocina mientras tu no estabas. Yo no estaba durmiendo. Excepto sobre tu cama tal vez sólo un momento.
Por último, me gustaría exigir que no me llamaras “cariño mío” o “amor mío” al frente del poodle blanco que vive un poco más abajo en la calle. Por favor. Detente. Me estás matando. Aparte de no querer que mi hombría sea impugnada al frente de las hembras, tal vez también necesite negar que nos conocemos. Sólo ayúdame amigo. Sin ofender.
¿Ya es hora de comida? ¿Puedo comer algo? Quiero un poco de comida. Ahora. Por favor. ¿Hola? Apártate del computador y nadie saldrá herido. Ni siquiera el gato perezoso. Lo prometo. Guau. Guau.