Este novillo luchó con valentía para conseguir una segunda oportunidad.
Esta historia no tiene un final feliz, pero sí, un mensaje importante. Se trata de un novillo australiano, que viajó cientos de kilómetros en un camión, junto a los que fueron sus mejores amigos de infancia y juventud, para luego subirse a un barco con destino a Vietnam y la muerte más cruel que se pueda esperar.
Lo más probable es que el animal no tuviese la menor idea de cual sería su destino al subir al barco, pero de lo que sí estaba consiente, es de que no aguantaría ni un minuto más de prisión. Y así, bajo todo el estrés del viaje y asustado por las nuevas imágenes y sonidos, apenas se le presentó la oportunidad, escapó, a toda velocidad y con coraje. Todo esto sin imaginar que segundos después le dispararían dos dardos tranquilizantes o que tendría que tomar la determinación de saltar al agua infestada de cocodrilos, desde una altura de casi 8 metros desde el muelle.
Como podrán imaginar, los sedantes comenzaron a hacer efecto en el novillo y éste se comenzó a hundir. Pero por suerte, un pescador local que se encontraba cerca logró mantenerlo a flote con la ayuda de una cuerda, y a continuación, los funcionarios del puerto tomaron el control de la situación para terminar con el rescate. Todo salió bien, pero por desgracia, el novillo volvió a tocar tierra firme con el único propósito de volver a su jaula y al barco.
Y es aquí cuando nuestra historia se pone más interesante. Al igual que este novillo, son millones los que se exportan cada año desde los puertos de Australia, para llegar a países donde las leyes para la protección o trato ético hacia los animales son casi inexistentes. Así, más de 2,5 millones de animales han muerto en los últimos 30 años debido a las terribles condiciones durante el viaje al extranjero, y aún peor, según una reciente investigación de Animals Australia, a los novillos en Israel, se les degolla y cuelga aún estando consientes, y en Vietnam, justo donde fue enviado el protagonista de esta historia, les pegan con un mazo hasta morir.
Como dije en un comienzo, se trata de una historia que no tiene final feliz, pero sí un mensaje importante: Debemos ser consientes de que los animales sienten. Que se merecen vivir de forma plena y ser tratados con amor y respeto. Y así, aunque estén destinados a transformarse en un trozo de carne para tirar a la parrilla por culpa de nuestra codiciosa y hambrienta sociedad, se debería exigir que por lo menos, ese proceso hacia la muerte, haya sido realizado con el mayor cuidado posible para evitar su sufrimiento.
¿Mi consejo? Baja tu consumo de productos de origen animal. La verdad es que no los necesitamos en nuestro día a día.