El camarón es uno de los mariscos más populares del mundo. Sólo en Estados Unidos se consumen aproximadamente 1,86 kg per cápita anualmente. Sin embargo, por más deliciosos que sean, en realidad no deberíamos comerlos. El proceso que hace que puedas encontrar bolsas de camarón congelado en tu supermercado ha generado consecuencias devastadoras para el ecosistema, y probablemente esto te lleve a no querer tocar ese frito de camarón nunca más en tu vida después de leer lo que realmente sucede tras bambalinas.
El camarón puede ser salvaje o de cultivo, pero ninguna de las dos opciones es buena para el medio ambiente. Los camarones de cultivo son almacenados en piscinas en donde el movimiento de la marea refresca el agua y se lleva los desechos producidos mar adentro. Las piscinas son preparadas con grandes cantidades de químicos como la urea, el superfosfato y diésel. Luego los camarones reciben pesticidas, antibióticos, piscicidas (químicos que matan peces como el cloro), sodio trifosfato, bórax y soda cáustica.
Los cultivos de camarones han destruido alrededor del 38 por ciento de los manglares del mundo para poder crear las piscinas, y ese daño es permanente. No solo destruyen los manglares, sino que luego de que termina la producción de camarones en las piscinas, el lugar queda completamente devastado. De acuerdo a una investigación realizada por la Universidad de Yale, los criaderos de camarones en Bangladesh han provocado que algunas áreas queden inhabilitadas para las personas: “La introducción de las granjas de camarones de agua salubre… ha provocado dejar masivamente la agricultura y generado una crisis ecológica a lo largo de la región.”
Stephen Messenger, de TreeHugger, escribió el año pasado:
“Se necesita talar 13 kilómetros cuadrados de manglares para producir un poco más de 1 kg de camarones—y se agotan los recursos de la tierra en diez años, dejándola inutilizable por otros cuarenta. Si comparamos, la devastación que dejan los criaderos de ganado por deforestación se ven bastante más inofensivos.”
El artículo de Jill Richardson llamado “Los secreto de los camarones: Por qué los mariscos favoritos de América son una pesadilla para la salud y para el medio ambiente”, los camarones silvestres tampoco son la mejor opción, ya que para poder capturarlos se necesita realizar una sistema de arrastres que mata entre 2,26 a 9 kgs de “captura secundaria” (peces capturados accidentalmente por la red) por cada libra de camarón. La captura por arrastre es equivalente a la tala de una gran parte de selva por el solo hecho de querer capturar una especia de pájaros. “(La captura secundaria) incluye tiburones, manta rallas, estrellas de mar, tortugas de mar y más especies. La captura por arrastre del camarón sólo considera el 2 por ciento de la pesca global, ésta es responsable por un tercio de la captura secundaria.” Es pro eso que no es una buena alternativa.
En cuanto a riesgo para la salud, Richardson dice que la mayoría de los camarones no son supervisados por organismos de salud. De hecho, cuando se investigó la importación de los camarones listos para servir, se encontraron con 162 tipos de bacterias resistentes a 10 diferentes antibióticos.
La mejor opción sería dejar de comer camarones, pero no es lo óptimo para muchas personas. La solución al problema es cambiar la forma de captura y cultivo de camarones, ya que es lo que genera el mayor daño, pero es algo muy difícil de cambiar a estas alturas.