Por Romina Bevilacqua
14 noviembre, 2014

**Este artículo fue escrito por Kristofor Husted para la National Public Radio 

Los supermercados y restaurantes sirven más de 180 millones de kilos de comida al año, pero cerca de un tercio de ella no es consumida. Con los consumidores exigiendo enormes exhibiciones de productos inmaculados y frescos, muchos comerciantes minoristas terminan arrojando montañas de alimentos perfectamente comestibles a la basura. A pesar de los esfuerzos por disminuir esa pérdida, en EE.UU, el consumidor final de la cadena alimenticia aún representa la mayor proporción: Se reduce a compradores exigiendo estantes abastecidos, comprando demasiado y tratando la comida como un recurso renovable.

Históricamente un producto como los plátanos manchados con partes de su cáscara negras, estaría destinado al vertedero. Sin embargo “Es un plátano perfectamente bueno”, dice el director de la tienda Paul Hoppman –y diversos nutricionistas–. Pero “no se venderá porque simplemente no se ve bien”, agrega.

Hoppman dice que la presentación es primordial para mantener el negocio y esto significa que se debe sacrificar la fruta de aspecto muy maduro y asegurarse de que los puestos estén abastecidos hasta el tope y con generosidad todo el año. “Caminas por una delgada línea al tener la mejor fruta que sabrá bien para el consumidor, pero aún sin comenzar a descomponerse”, dice Hoppman. Entonces las tiendas están siempre rotando –o desechando– los productos menos deseados.

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Un 10% de los suministros de alimentos en EE.UU se desechan cada año a nivel de comercio detallista, según el Departamento de Agricultura de EE.UU y aproximadamente el 20% se bota en los hogares. Eso representa un valor en alimentos equivalente a US$160 billones. Y es comida que podría destinarse a la alimentación de los estimados 1 de cada 7 hogares americanos que no tienen lo suficiente para comer–y si este caso se amplía a los supermercados del mundo, probablemente la cifra actual de 842 millones de personas que no tienen qué comer también sería bastante menor–.

Un grupo que apunta a rescatar comida del tarro de basura para mejores propósitos, es el Food Finders, en Indiana. El grupo redistribuye comida “invendible” de los supermercados y restaurantes hacia bancos de alimentos. Pero el mayor desafío del grupo, según su directora ejecutiva Katy Bunder, es encontrar una vida útil para las comidas preparadas que los supermercados sirven para atender a los clientes.

“Para mí, la mayor cantidad de comida desperdiciada es la comida preparada”, dice Bunder. “No podemos re-empaquetarla, ni congelarla, ni mantenerla para redistribuirla a través de nuestra despensa móvil en los días siguientes”. En algunos estados, la ley exige que la comida que ha sido preparada se sirva inmediatamente.

Pero esos platos de aperitivos, ensaladas especiales y pollos de rotisería listos para llevar y calientes, no desaparecerán de los pasillos mientras sigan habiendo compradores hambrientos que se los lleven.

Otra importante fuente de desecho de comida: La confusión del consumidor sobre las fechas de etiquetas

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La especialista en seguridad de los alimentos, Londa Nwadike, dice que los consumidores confunden las fechas de “vender antes de” y “consumir mejor antes de”, con fechas de vencimiento y no lo son. Pretenden indicar cuánto tiempo el alimento ha estado ahí y no qué tan seguro es. Para los supermercados y empresas de alimentos es mejor etiquetar su comida con fechas previas al real vencimiento de los productos porque así se aseguran de que el cliente los consumirá en su estado más óptimo –y así se aseguran de que las personas volverán a comprarlo– pero en realidad los alimentos tienen una durabilidad mucho mayor a la fecha indicada. (Un buen método de identificar si un alimento está malo o vencido es su sabor y olor). Por lo mismo muchos dicen que no hay que temer a los alimentos vencidos. Sobre todo a aquellos que solo llevan un par de días según su etiqueta.

Un estudio en el Reino Unido encontró que la confusión con el etiquetado era responsable de la pérdida del 20% de alimentos perfectamente comestibles en los hogares. Esa confusión también afecta a los directores de supermercados como Paul Hoppman de Hy-Vee, con cerros de comida saludable que nadie comprará.

Para reducir el desperdicio de alimentos que termina en basurales o vertederos, muchos supermercados están recurriendo al compost. Las compañías de compost pueden tomar el desecho orgánico y transformarlo en un valioso acondicionador de tierra. La tienda Hy-Vee en Independence, ha reducido sus envíos al vertedero de tres veces por semana a tres veces al mes, gracias a la acumulación de compost. La tienda también trabaja con bancos de alimentación de iglesias, que aparecen diariamente a retirar la comida que no se ha vendido. Eso le aporta a la compañía la anulación de un pequeño impuesto.

En Estados Unidos incluso algunos supermercados están usando un software que proyecta cuánto alimento ordenar a las bodegas, de manera de no quedar abarrotados con enormes cantidades extra. Pero aún así, aunque estos avances ayudan, el desperdicio de comida sigue siendo un problema, dice Hoppman.

A medida que las tiendas han ido creciendo, el desperdicio de comida ha crecido más y más todo el tiempo”, dice. ”Mi progresión trabajando en tiendas ha sido, aproximadamente, desde los 2000 metros cuadrados, a los 3000 m2 y a los 5500m2 de tienda. Ahora esta tienda tiene 7600 m2”.

Esos son muchos metros cuadrados de comida que podría no comerse.

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