Es realmente emocionante lo que un poco de amor puede generar en los animales.
Cuando adoptamos un animal, generalmente lo hacemos por un interés personal. Son las ganas de estar acompañados, el saber que a nuestros hijos les haría bien aprender sobre la naturaleza, la compasión (y por supuesto, alejarlos un par de horas del televisor y Facebook), o por el simple hecho de que nos sentimos más seguros durante la noche con un guardián que cuide la casa.
Está comprobado que los necesitamos, que nos gusta que nos den lengüetazos, nos reciban con entusiasmo cuando llegamos cansados tras un día de trabajo y que nuestras vidas definitivamente son mejores cuando los tenemos. Sin embargo, lo más importante a tener en cuenta, es el cambio que provocamos en ellos. Ya que además de alimentarlos y bañarlos, les estamos generando un cambio sicológico, al cambiar su calidad de vida con amor y la posibilidad de vivir en una familia.