Por Romina Bevilacqua
29 mayo, 2015

Lo conocen como “la puerta al infierno” y por primera vez alguien descendió al cráter para ver qué se encontraba en él. 

Lo han descrito como uno de los lugares más aterradores del mundo, pero lo cierto es que la verdad acerca de su misteriosa existencia es más tragicómica que espeluznante. Corría el año 1971 cuando una expedición en el desierto no resultó como se esperaba. Un grupo de científicos soviéticos abrió la “puerta al infierno” y desde entonces esa puerta sigue ardiendo. En un terreno con reservas naturales de gas en Derweze, Turkmenistán, se llevaba a cabo una extracción de petróleo cuando de repente colapsó una plataforma formando un gigantesco cráter. Los geólogos presentes en el lugar decidieron que la mejor opción era prender fuego al agujero para eliminar los gases de metano venenosos al consumirse el fuego, pero para su sorpresa las llamas nunca se apagaron.

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La puerta al infierno es este cráter de 60 metros de ancho por 21 metros de profundidad cuyas llamas se pueden ver a kilómetros de distancia y se ha convertido en una gran atracción turística en una región desértica donde hay una persona cada 6,5 km2. Sus llamas ya han perdurado por más de 40 años pero en todo ese tiempo, nade se había atrevido a descender al cráter y explorarlo. Claro…hasta que George Kourounis, un aventurero explorador y perseguidor de tormentas que ya había descendido antes al cráter de un volcán activo con un traje especial, quiso explorarlo.

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Así que en noviembre de 2013 Kourounis se preparó para descender al cráter sin saber realmente si su traje resistiría el calor ni qué podría ocurrir. Una de las razones por las que quería explorar este lugar era para tomar muestras del suelo para averiguar si algún tipo de vida podría sobrevivir en esas condiciones. Se preparó por un año y medio, consiguió los permisos requeridos para realizar su expedición, practicó con el sistema de cuerdas y arneses que utilizaría para llevar a cabo su hazaña y buscó equipos y un traje que pudieses resistir condiciones extremas de calor. 

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George Kourounis

Utilizó las cuerdas para hacer un descenso en rapel y logró conseguir las muestras del suelo. Luego descubrió que en las rocas que recolectó había bacterias que lograban sobrevivir en tales condiciones de calor y altas presencias de gas metano –el sector alberga una de las seis mayores reservas de gas en el mundo–. El explorador canadiense estuvo alrededor de 15 minutos dentro del cráter utilizando su traje de aluminio y luego el equipo tiró de las cuerdas para sacarlo de allí. “Como era algo que nadie más en el mundo había hecho había mucha incertidumbre y preguntas. ¿Qué tan caliente era el fondo? ¿El aire será respirable? ¿Resistirán las cuerdas? ¿Qué pasa si algo sale mal?”, señaló George Kourounis en esa ocasión. Por suerte, no hubo complicaciones. “Estaba en un lugar en el que nadie más ha estado. Estaba pisando algo como un suelo alienígena, de hecho más personas han estado en la luna que en este lugar. Fue emocionante, aventurero, peligroso, la primera vez que se hacía y una contribución a la ciencia. Esa expedición tuvo todo lo que amo”, dijo Kourounis.

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