Por Romina Bevilacqua
22 enero, 2015

Puede que aún no hayas escuchado hablar sobre el sauce blanco, pero te aseguro que conoces las aspirinas. Y lo más sorprendente es que el sauce blanco es la planta de la que se extrae el principal compuesto de este medicamento. Desde la antigua Grecia, el uso de la corteza del sauce blanco, de donde proviene el ácido acetilsalicílico, ha permitido aliviar síntomas como la fiebre y el dolor de cabeza. Pero este no es el único medicamento que tomas que se ha creado a partir de la naturaleza. En todo el mundo, miles de compuestos derivados de plantas y animales son utilizados diariamente como fuente primaria para crear medicamentos. Un 80% de los países en desarrollo cuenta con la medicina tradicional para su atención básica en salud y se calcula que el comercio internacional de plantas medicinales asciende a 60.000 millones de dólares al año. Sin embargo, las altas tasas de deforestación están amenazando a esta industria global.

De las 50.000 plantas medicinales conocidas –que forman la base de más del 50% de todos los medicamentos–, hasta una quinta parte de ellas corre el peligro de extinción a nivel local, nacional, regional o global debido a la deforestación. ¿Por qué es esto preocupante? La diversidad biológica de todo el planeta es clave no sólo para hacer medicamentos y para la fauna que habita en torno a ella, sino también para otras industrias. Según datos del Ministerio de Agricultura, sólo en el Perú –que ocupa el tercer lugar de los países con más biodiversdad en el mundo–, se usan unas 4,400 especies de plantas nativas para alimento, medicinas, fibras, tintes, madera, leña y otros productos. Esto representa un movimiento de 4,000 millones de dólares al año.

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Sauce blanco

Desde los Andes de Perú hasta las playas de México, en la región se encuentra el 34% de las especies de flora y el 27% de mamíferos en el mundo. Si bien América Latina alberga siete de los 17 países más diversos biológicamente del mundo –Brasil, Colombia, Ecuador, Costa Rica, México, Perú y Venezuela–, la biodiversidad de la región se ha visto amenazada por la poca inversión.

Según un informe del Banco Mundial, en promedio los Gobiernos de América Latina asignan apenas el 1% de sus recursos destinados a medio ambiente a áreas protegidas, lo cual equivale a un promedio de 1,18 dólares por hectárea. Y según advierte el informe, esta cifra cubre sólo el 54% de las necesidades de estas áreas para su mantenimiento ante amenazas como la deforestación. Además estima que para proteger de forma sustentable los ecosistemas en las áreas protegidas se necesitaría destinar unos 1.083 millones de dólares.

La preservación de la biodiversidad se traduce no sólo en garantizar que los bosques de la región sigan en pie y que los ríos fluyan libres de contaminantes; se trata, principalmente, de la vida cotidiana de los latinoamericanos, ya que la protección del delicado equilibrio ecológico incide directamente en su calidad de vida, agrega el estudio. Muchos de los ecosistemas más vulnerables de la región se encuentran en zonas valiosas y altamente cotizadas, donde la agricultura, la minería y la acelerada expansión urbana ejercen presión adicional sobre las iniciativas de conservación.

Una vez perdida, la biodiversidad no se recupera

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Uno de los grandes logros de América Latina es que ha reservado el 20% de su superficie terrestre para áreas protegidas. Esto contrasta con el 13% promedio de otras regiones en desarrollo. Diversos proyectos financiados por el Fondo para el Medio Ambiente Mundial (FMAM) y administrados por el Banco, destinan importantes montos no reembolsables para la protección de la riqueza en flora y fauna.

Recientes avances de inversión en la biodiversidad han demostrado lo importante que es resguardar las riquezas naturales para el futuro. En Perú, un proyecto iniciado en 2008 busca la conservación de la flora y la fauna que existe fuera y dentro de las 77 áreas naturales protegidas del país. A través de acciones como capacitación, gestión y creación de políticas se trabaja con especialistas que han logrado preservar cinco corredores de conservación que representan aproximadamente 6 millones de hectáreas.

Los corredores son espacios relativamente grandes en donde se conserva la biodiversidad. En este contexto, son una estrategia de mitigación de cambio climático pues brindan la oportunidad de que las especies migren a otras zonas con climas más favorables. Tal es el caso del guanaco, un animal de los andes, que puede dirigirse a zonas más altas o a zonas más al sur, donde la temperatura es menor”, comenta Alvaro Galiour, exgerente del proyecto “Fortalecimiento de la Conservación de la Biodiversidad a través de las Áreas Naturales Protegidas”, PRONAMP durante el 2013.

Otra buena práctica se encuentra en México, donde recientemente se ha implementado un sistema de pago por servicios ambientales. Con esta iniciativa se paga a los propietarios por conservar los bosques con el fin de proteger el ecosistema y reducir el riesgo de deforestación. Un sistema similar está en marcha en Costa Rica, donde además de salvaguardar sus bosques, el país busca neutralizar las emisiones de carbono.

Visto en: WorldBank