Godzilla y King Kong no son nada al lado de este hámster.
En un día común y corriente, este adorable hámster decidió salir a dar un paseo por la ciudad. Estaba soleado, los pájaros cantaban y para mayor agrado, había poca gente circulando. El pequeño, como buen roedor, se encontró con una sustancia fluorescente y pegajosa (con un símbolo de radioactivo) que le llamó la atención y por supuesto, la tuvo que probar. En un abrir y cerrar de ojos las nubes aparecieron, grises y amenazando con que algo malo pasaría. Los truenos asaltaron el lugar y los relámpagos le dieron al hámster, al parecer, provocando una alteración en sus células en contacto con la sustancia radioactiva. El resultado… el pequeño empezó a crecer y crecer, hasta ser más grande que los árboles del parque y aún más extraño, le surgieron unas placas verdes y escamosas en la espalda, bastante similar a las de un reptil prehistórico.
Una imagen que nos hace recordar al clásico King Kong destruyendo Nueva York, pero con mucho más apetito. Este glotón hámster se comió todo lo que se topó. No discriminó entre los carritos del tren hechos de macarrones y queso o las paredes de los edificios que eran simplemente parte de la escenografía.
No te pierdas el video a continuación, para que sepas cómo se salvó la ciudad de este monstruo fuera de control.