Por Catalina Vásquez
6 marzo, 2015

Mar adentro en la costa de Washington, es bienvenido un nuevo miembro a la familia de orcas residentes.

Una cría recién nacida de orca fue vista por primera vez, justo fuera de la costa de la Isla de San Juan en el estado de Washington. Dave Ellifrit, un asistente del Centro de Investigación de Ballenas de la isla, capturó estas imágenes del ballenato con su cámara, mientras él y su colega Jeanne Hyde estaban en el agua, identificando ballenas.

“Soy quien les toma la fotografía de identificación”, dijo Ellifrit, quien ha estado estudiando y preocupándose de la conservación de las orcas del área durante los últimos 25 años. “Tengo todas estas aletas en mi cabeza, tanto las de las residentes como las de las que están de paso”. La forma y color de esta parte de sus cuerpos son cruciales para identificarlas.

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La orca adulta de la imagen superior es J19, una ballena de 36 años, madre de J41, de 10 años y recientemente del ballenato J51. Este pequeño es la segunda orca (conocida) nacida en esta temporada entre la población de ballenas residentes en el área del sur. Donde tres familias distintas de orcas viven todo el año en las aguas que hay entre Monterey, California y las Islas de la Reina Carlota en Canadá, a unas 500 millas al noroeste de la Isla de San Juan y el Sonido de Puget, en Washington.

Estos mamíferos marinos residentes en la zona son especies en peligro de extinción y tienen protección tanto en los Estados Unidos como en Canadá porque sus números han estado disminuyendo de forma constante durante décadas. “A mediados de los años noventa, tuvimos un censo alto de casi 100 ballenas”, dijo Ellifrit. Pese a los buenos resultados, “han estado desapareciendo desde entonces”. J19 es “una de esas hembras jóvenes que deberían tener más ballenatos y nos preguntábamos por qué no era el caso”.

La principal amenaza para estas maravillas de negro y blanco, residentes del área sur es la falta de alimentos: Su presa favorita, el salmón real, también está en peligro de extinción. “Muchos de sus problemas se solucionarían si tuvieran más para comer”, explicó Ellifrit.

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Otro punto en contra, es que los niveles en aumento de contaminación industrial también son dañinos para las ballenas. “Las toxinas que se acumulan en sus cuerpos tienen efectos sobre sus sistemas reproductivo e inmunológico”, dijo y agregó que “tendrían que pasar muchas y muchas más generaciones de ballenas, acompañadas de cambios positivos, para que esta población volviera a tener entre 80 o 90 ejemplares”.

El pequeño ballenato J51, que se estima que tenía una semana de vida cuando se tomaron estas fotografías, ha elevado el número total de esta población a 79 orcas. “Saber de la existencia de nuevos ballenatos siempre hace más feliz a las personas por aquí”, dice Ellifrit. “Ellos son considerados como una nueva esperanza. Sin embargo, nos sentiremos mucho mejor por este ballenato cuando haya crecido y haya tenido unos tres bebés propios”.

Visto en Take part

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