Por Romina Bevilacqua
3 enero, 2015

*Este artículo resume las ideas de Daniel Quinn. El artículo fue escrito por primera vez en el libro “Historia de B”, que fue una secuela de “Ishmael”. 

El Gran Olvido se refiere a la riqueza de conocimiento que nuestra cultura perdió cuando adoptamos nuestro nuevo estilo de vida más civilizado. El conocimiento que permitió que diferentes culturas indígenas sobrevivieran, el conocimiento que alguna vez tuvimos de manera tribal y el entendimiento de que éramos una cultura entre miles de otras culturas. Todo esto desapareció a lo largo de unas cuantas generaciones.

El Gran Olvido involucra un enorme colapso cultural que los pueblos tribales alguna vez conocieron dentro de una sociedad en masa centralizada, nueva y extraña. Nuevas creencias y nuevas formas de vida, que fueron succionadas por esta aspiradora cultural para poder llenar el vacío. Pero sin haber sido probada por ningún tipo de selección natural durante miles de años, esta nueva cultura era inestable desde un punto de vista evolutivo.

No fue sino hace poco que el Gran Olvido volvió a la palestra. Poder entenderlo acarrea la llave para poder entender nuestra destructiva cultura. Y recordar lo que olvidamos, es la clave para nuestro futuro.

Cómo ocurrió el Gran Olvido

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Comenzó hace cerca de 10.000 años cuando una cultura del Oriente Próximo adoptó una nueva manera de vivir que los humanos no habían probado antes. Comenzaron a practicar una intensa forma de agricultura que les permitía vivir en una ubicación fija. Desarrollaron grandes superávits de comida lo que conllevó una explosión geográfica y poblacional. Lo que comenzó como comunas agricultoras pasaron a ser villas, y luego ciudades, y luego reinos. Comenzó la civilización.

Pero pasó un tiempo hasta que alguien comenzara a escribir la historia en un papel. Miles de años de hecho. Lo que ocurrió entremedio fue que las personas de esta cultura olvidaron lo que había ocurrido. Olvidaron que ellos alguna vez habían sido cazadores, recolectores y gente de la tierra que tenían una vida nómade. Asumieron que la raza humana había llegado a este planeta al mismo tiempo que la civilización. Asumieron que la civilización y la agricultura sedentaria eran el estado natural de la raza humana. Igual de natural que es para un búfalo vivir en manada y pastorear.

Naturalmente, esto dio pie para creer que teníamos solo un par de miles de años de edad, que la raza humana había comenzado cuando la civilización había nacido. Las culturas primitivas que vivieron en las áreas marginales de los primeros años de la civilización aparentemente sugerían que los humanos habían vivido de otra manera. Sin embargo, esa idea fue refutada fácilmente. Habían caído del altar natural de la civilización, habían sido degradados a vivir como salvajes. Alguna vez habían vivido como humanos desarrollados plenamente pero se perdieron en el camino y ahora eran inferiores, eran sub-humanos.

Las raíces filosóficas de nuestra cultura

Este lapso de memoria cultural colectiva; esta creencia de que los humanos habían llegado al mundo como constructores de la civilización, había sido forjada por los pilares pensadores de nuestra cultura. Los filósofos, historiadores y teólogos de las civilizaciones ancestrales: Sumeria, Egipto, Asiria, Babilonia, India y China tejieron el Gran Olvido.

Las civilizaciones que siguieron, los autores hebreos de la Biblia, Moisés, Samuel, Elías, Isaías y Jeremías, los grandes pensadores Occidentales, Sócrates, Platón y Aristóteles, y los grandes pensadores orientales, Lao Tzu, Buda y Confucio. Todos fueron parte del tejido del Gran Olvido.

Los pensadores de tiempos más modernos no se quedaron atrás. Ni si quiera consideraron al Gran Olvido. ¿Por qué habrían de hacerlo? No tenían motivo alguno para pensar que los humanos no habían llegado a este mundo como constructores de civilización. No tenían razón alguna para creer que este no era nuestro estado natural. Por lo que Tomas de Aquino, Francis Bacon, Galileo Galilei, Isaac Newton y Rene Descartes llevaron nuestra cultura con el Gran Olvido como raíz.

La Verdad es Revelada

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La Paleontología expuso el Gran Olvido. La Paleontología dejó en claro que la raza humana no había llegado al planeta Tierra cuando emergió la civilización. Habíamos vivido por mucho tiempo, millones de años para ser más exactos, en una manera completamente diferente. La raza humana no había caído del estado natural en un estado más primitivo. Fue así como comenzamos.

Si miramos hacia atrás, podríamos asumir que la exposición del Gran Olvido podría haber sido un descubrimiento momentáneo. Debiera haber remecido las bases de nuestra manera de pensar, las bases más importantes de nuestra cultura. Podríamos haber asumido que esto podría haber acarreado cambios fundamentales en relación a quienes somos y cómo deberíamos vivir la vida.

Pero no ocurrió así. El Gran Olvido sirvió sólo para explicar. En vez de admitir que dos maneras muy diferentes e iguales de legítimas habían sido adoptadas por la raza humana a lo largo de su historia, los pensadores del siglo 19 inventaron lo siguiente: el hombre pudo haber llegado a este mundo como un salvaje primitivo pero en realidad estaba destinado a convertirse en un constructor de la civilización.

En esencia, dijeron: “A quién le importa si no llegamos acá como constructores de la civilización. Nuestro destino fue convertirnos en constructores de civilización. Ahora que estamos aquí, a nadie le importa lo que ocurrió antes de que llegáramos. Las personas que vivieron antes que nosotros fueron solo precursores nuestros. No fueron importantes”.

No llegamos como constructores de la civilización. Pero fue nuestro destino convertirnos en eso. Los historiadores inventaron una conveniente manera de mirar en menos a esos seres humanos que caminaron sobre la Tierra durante esos millones de años antes de que emergiera nuestra civilización.

En vez de aceptar que ellos también eran parte de la historia, los historiadores los relegaron a la pre-historia. Estuvieron antes de la historia, porque la historia comenzó junto con la civilización. Nosotros somos los que valemos la pena. Nosotros somos los que estamos cumpliendo el destino de la humanidad. Nosotros somos los que debiésemos ser estudiados, es el mensaje que dieron.

El Mito de la Revolución Agraria

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Nuestra transición cultural desde cazadores-recolectores a constructores de la civilización fue también descartada. El término que acuñaron nuestros pensadores fue “Revolución Agraria”. Se explicó de la siguiente manera: antes de la Revolución Agraria, los humanos no sabían cómo cosechar o practicar algún tipo de actividad agraria. Vivieron como cazadores-recolectores. Luego de descubrir la agricultura, pudieron asentarse y construir la civilización. La Revolución Agraria fue la base desde donde se sustenta toda la grandiosidad de la humanidad.

Se explicó de tal manera que nos lleva a pensar que la revolución agraria fue:

  • Algo que le ocurrió a más o menos toda la gente.
  • Algo que ocurrió casi al mismo tiempo.

La manera en la que se cuenta la historia nos hace pensar que un grupo de personas la descubrieron y los que estaban a su alrededor vieron lo que estaban haciendo y pensaron “¡Wow! Que gran manera de hacer las cosas”. Una vez que un grupo fue iluminado con el conocimiento de la agricultura, dejaron inmediatamente de cazar y recolectar primitivamente y se asentaron para poder practicar de la mejor manera posible. Pudieron ver que esto era el destino del hombre y lo llevaron a cabo con ansias.

Este mito ha permeado nuestra cultura desde que los pensadores del siglo 19 lo crearon para apoyar la idea de que la civilización es el destino divino de la humanidad. Sin embargo, la revolución agraria no fue una revolución y no tuvo absolutamente nada que ver con agricultura.

La agricultura se había llevado a cabo de muchas maneras y formas posibles por miles de culturas diferentes alrededor del mundo. La agricultura no es exclusiva de la civilización. Lo que es exclusivo de la civilización es una forma particular de agricultura, la que Daniel Quinn llama “agricultura totalitaria”.

La agricultura totalitaria subordina todo tipo de forma de vida a la incesante y limitada producción de comida humana. La creencia dice que todo el planeta es nuestro por derecho y que debiéramos transformar toda la tierra en comida humana. Esto genera enormes superávits que, a su vez, producen un rápido crecimiento de la población y una veloz expansión geográfica.

Con un peso en números totalmente absoluto, los agricultores sobrepasan a las regiones aledañas, destruyendo otras culturas y sus formas de vida. La revolución agraria no fue algo que comenzó y terminó hace miles de años. Sigue ocurriendo hoy en día, siendo manejada por otras doctrinas culturales que nos dicen que la tierra es un enemigo que debe ser conquistado.

La revolución agraria no tuvo que ver con la búsqueda de mejores formas de vivir por parte de los seres humanos. Tuvo más que ver con una sola cultura de otras miles que comenzó a vivir de una manera que sólo funcionó mediante un crecimiento exponencial. La civilización no se expandió porque era buena idea. La civilización se expandió a través de la fuerza. El crecimiento exponencial de los agricultores totalitarios relegó a todos y cada uno. No fue una revolución: fue un experimento que se convirtió en una vía de escape.

Por lo tanto, cuando se expuso el Gran Olvido, éste fue rápidamente encubierto.

Una nueva manera de pensar

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Darnos cuenta del Gran Olvido nos proporciona una perspectiva fresca de la historia humana y de nuestro lugar en el mundo. Nos da la oportunidad de ver que existió legítimamente otra forma de vivir en este planeta.

La respuesta a esta crisis ecológica no intenta engatusarnos con palabrería barata de la misma manera en la que hemos buscado la perfección durante diez mil años. No miente con una forma maniática de encontrar un arreglo a la forma de vida que puede solo ser exitosa mediante el crecimiento. Eventualmente iba a crecer de una forma tan grande que iba a quedarse sin espacio para seguir creciendo. Ese momento ha llegado.

En vez de intentar desviar y cambiar nuestro estilo de vida para hacer que de alguna forma funcione, necesitamos replantearnos completamente la forma en la que vivimos. En la actualidad podemos estudiar a las culturas indígenas y decir que no se han degradado hasta llegar a un estado de salvajismo. No se han quedado atrás en su camino hacia el progreso. No son los pueblos menos desarrollados de la civilización.

Viven de una manera que es completamente diferente a la nuestra. Una manera que no es inherentemente inferior y una manera que, de ninguna manera, es precursora a la civilización en sí. Ahora podemos mirarlos con nuevos ojos, con un respeto redescubierto y escuchar lo que tienen que decirnos.

Han vivido de una manera sustentable en este planeta durante millones de años. Tenemos mucho que aprender de ellos. Ahora podemos ver con la crisis ecológica que el problema no es la raza humana. Los humanos no son parásitos. Los humanos pueden vivir y han vivido sustentablemente. El problema es una cultura en específico. La cultura que nació hace 10.000 años en conjunto con la agricultura totalitaria, la que se sigue utilizando hasta el día de hoy. No tenemos que cambiar a los humanos. No tenemos que repararlos. Simplemente necesitamos abandonar una cultura destructiva.

No somos el 99% de la población mundial porque tengamos una mejor manera de vivir. Somos ese 99% porque nuestra cultura creció y desplazó a esas culturas que no necesitaron crecer. Podemos encontrar una nueva manera.

Visto en: Films for action

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