Por Catalina Vásquez
6 marzo, 2015

Hay ciertos animales que recuerdan perfectamente quién los ayudó y automáticamente se sienten con el deber de retribuir. 

Si rasco tu espalda y tú rascas la mía, entonces ambos nos beneficiaremos. Así es como se da el principio de la reciprocidad, una de las explicaciones más populares de cómo ha evolucionado el comportamiento cooperativo. Pero ¿qué sucede si un compañero entrega un mejor servicio que otro? Un artículo de los investigadores Dolivo y Taborsky muestra que las ratas en Noruega sólo dan en la medida en que reciben.

Como humanos que somos, estamos familiarizados con el concepto de ayudar a quienes nos ayudan, ya sea invitándolos a un trago, o ayudándolos a cambiarse de casa. Sin embargo, se ha demostrado que mostrar reciprocidad en otras especies resulta más difícil. Parte de la razón de ello puede deberse a que la reciprocidad es menos común de lo que se cree. Ya que es difícil establecer un medio objetivo de medición de los costos y beneficios del aparentemente desinteresado comportamiento.

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Haz lo que te gustaría que te hicieran

Esta es la parte en donde entran las ratas de laboratorio. Vassilissa Dolivo y Michael Taborsky, de la Universidad de Berna en Suiza, realizaron un experimento donde entrenaron ratas para que jalaran un “palo” que les entregaba alimento.

El siguiente paso fue poner a una rata en una jaula con otras dos ratas enjauladas a cada lado. Cada rata de los lados podía alimentar a la de al medio. Fue así, como una de las ratas que estaba en una esquina jalaba el palo y le entregaba trozos de zanahoria a la rata del medio. Mientras que la del otro lado jalaba un palo que “contenía” trozos de banana. En pruebas experimentales posteriores la rata que fue alimentaba tenía la oportunidad de retribuir a las otras usando el mismo sistema.

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Luego de un tiempo, las ratas generalmente mostraban un cierto desprecio por la zanahoria y una gran preferencia por la deliciosa banana. Basándose en que la rata que entregaba bananas debía ser recordada como la “mejor compañera”, porque les gustaba más el alimento, los autores predijeron que en la fase de prueba la rata de en medio, estaría más dispuesta a ayudar a la rata de las bananas que a la de las zanahorias. Y cuando finalmente se probó el caso, parecía ser que las ratas que “ofrecieron una mejor ayuda” en el pasado, fueron retribuidas con mejores recompensas, como se esperaría si estuviesen comportándose de manera recíproca.

Los científicos especializados en comportamiento han cuestionado hasta qué punto los animales tienen la capacidad de devolver la mano sin ser explotados por engaños, aprovechándose de su amabilidad. Y parece ser que esto es demandante a nivel cognitivo, en términos de recordar quién hizo qué y juzgar cómo responder.

Los últimos resultados de Dolivo y Taborsky mostraron que las ratas pueden recordar tanto la calidad de la ayuda concedida como el individuo que la otorgó, y así ajustar su comportamiento posterior para invertir más tiempo y energía en ayudar a quienes le ayudaron más. Esto, sumado a los estudios previos de Taborsky donde se demostraba que las ratas eran más proclives a ayudar a un compañero que le ha ayudado, antes que a uno que no le ha ayudado en nada, son resultados que nos entregan una interesante reflexión sobre cómo los animales son capaces de manejar los desafíos de la cooperación condicionada.

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No sólo ratas

Al parecer no debiéramos subestimar la capacidad de los animales de ser recíprocos. A modo de ejemplo tenemos un estudio realizado el 2006 por la Doctora en Ciencias de Comportamiento Alicia Melis y sus colegas de Warwick Business School, en Inglaterra, el que informó que los chimpancés tomaron en cuenta su experiencia con potenciales compañeros al elegir a quiénes reclutar para una empresa colaborativa.

Un efecto similar fue observado en el “pez cliente” que preferentemente se asocia con los peces limpiadores que son considerados de más ayuda. Esto, da evidencia de que otros animales pueden evaluar la calidad de sus compañeros y comportarse según eso (un requisito para que funcione la reciprocidad).

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El último artículo relata el resurgimiento del interés en la reciprocidad, pese a que algunos cuestionan el hecho de que se de en animales, los investigadores asumen el riesgo. Por ejemplo, el clásico caso de la donación de sangre entre murciélagos vampiros ha sido reconsiderado al demostrarse que la cantidad de donaciones recibidas dependía de cuántas había realizado cada individuo. Y mientras tanto, experimentos recientes con papamoscas también parecen demostrar que estas aves ayudarán a aquellos que los han ayudado a espantar a los búhos de su territorio.

Encontrar buenos ejemplos de reciprocidad en animales puede ser poco común, pero el trabajo de Dolivo y Taborsky respaldan la idea de que hay ciertos animales que saben cómo y a quién devolverle un favor.

Visto en IFL Science

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