Desde marzo de 2014, una vez a la semana se escuchan los pasos y ladridos de perros en el pasillo de una prisión cerca de Milán. Son Titti, Tato y Carmela que se apresuran para llegar al patio y disfrutar de 3 horas de juego con sus singulares amigos: los presos. Pero estos perros no están ahí sólo para jugar y recibir caricias, también están ahí por una noble causa: rehabilitar a aquellos hombres que cumplen su condena en la prisión italiana de Bollate.
Titti, Tato y Carmela son parte de una “terapia animal” para ayudar a los presos a reinsertarse a la sociedad una vez que cumplan su tiempo tras las rejas. “Mi sueño era organizar sesiones de terapia animal en prisión, porque es el lugar donde hay menos cariño y donde los perros pueden aportar tranquilidad, un vínculo emocional y contacto físico”, explica a AFP Valeria Gallinotti, de 47 años, fundadora de la asociación Dogs Inside.
De esta forma, diversos presos condenados por asesinatos, robos y violaciones rodean a los animales, los cubres de besos y abrazos y lanzan incansablemente pelotas de tenis y balones de fútbol para que vayan en busca de ellas. El programa comenzó en marzo pasado y las citas se realizan una vez por semana con el mismo grupo de reos, compuesto por una docena de hombres. Gallinotti les enseña a adiestrar a los perros para dar la pata o acostarse, y les da también algunas enseñanzas básicas de ‘pet therapy’ (terapia con animales) con el objetivo de que sigan con ello a su salida de prisión.
“Siempre amé los animales. Tenía un gato y un perro en casa, y la terapia fue formidable”, explica Nazareno Caporali, de 53 años, condenado a cadena perpetua por asesinatos y que está estudiando un diploma universitario. “Espero que un día podamos proponer a otra persona lo que hemos recibido, haciendo ‘pet therapy’ con enfermos de Alzheimer o niños con problemas psicológicos, y con la dignidad que nos otorgaron aquí”, añade mientras el labrador Titti, exhausto, hace una pequeña siesta a su lado. La idea de utilizar los animales para favorecer la socialización y la relajación se remonta al siglo XVIII y se ha desarrollado desde entonces.
“Re-crearse”
En Bollate, una cárcel a la que los presos piden su traslado, los perros ayudan también a combatir la soledad de las celdas en esta prisión experimental de seguridad media, construida en el año 2.000 y rebosante de iniciativas para luchar contra la reincidencia. Las prisiones italianas están entre las más sobrepobladas de Europa y un 78% de sus presos son reincidentes. En Bollate, esta tasa cayó al 20%. La prisión ofrece cursos para ser cocinero, electricista o carpintero pero también cursos de pintura, yoga o jardinería. Para acceder a ellos, los prisioneros tienen que aceptar algunas condiciones, como convivir con reos condenados por delitos o crímenes sexuales, que normalmente viven separados del resto.
Nicolo Vergani, de 25 años, un ex voluntario de la Cruz Roja condenado por actos pedófilos, quiere trabajar con animales cuando salga de prisión y espera especializarse en zoología cuando obtenga el diploma de biología. “Hago ‘pet-therapy’ para prepararme a lo que quiero hacer más adelante“, explica. Carmela es su perra preferida. “Cuando llegó aquí no sabía qué hacer. Tenía mucho miedo, un poco como cuando nosotros llegamos a la prisión. Ahora, igual que nosotros, empieza a acostumbrarse”, asegura.