Por Romina Bevilacqua
24 diciembre, 2014

Cuando la situación en su aldea se volvió cada vez más precaria, este hombre –que en ese entonces era sólo un adolescente– recurrió a los libros para buscar una solución. William Kamkwamba era un niño más de los millones de niños pobres que viven en Malawi, uno de los países más necesitados de África. En 2001 una hambruna dramática asoló su país y tuvo que dejar la escuela. Sus padres no podían pagar la matrícula de 80 dólares para el acceso a la educación secundaria. Pero a diferencia de lo que muchos podrían haber hecho, Kamkwamba se concentró en encontrar alguna solución en la biblioteca.

Kamkwamba recuerda que en su casa comían una vez al día, por las noches. Hasta que un día decidió pensar diferente: “Miré a mi padre y después a los campos de siembra secos. Era un futuro que no podía aceptar”. Fue allí cuando comenzó su travesía. “Antes de descubrir las maravillas de la ciencia yo era un simple granjero en un país de granjeros pobres, pero aquel año nuestra suerte se oscureció”, relata William. Tenía catorce años. Allí empezó a leer libros de ciencias, especialmente sobre física. Como no sabía inglés, sólo se fijaba en los gráficos y en las fotografías, tratando de relacionar las palabras con los dibujos. Fue así como encontró una imagen que cambiaría su vida: la foto de un molino de viento en un libro titulado Using energy.

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El libro decía que un molino podía generar electricidad y bombear agua, y eso significaba riego, una defensa contra la hambruna que estábamos pasando en aquel tiempo”. Decidió construirlo. Pero como no tenía los materiales necesarios, tuvo que conformarse con la chatarra que encontró en un almacén cercano: el aspa de un ventilador, un amortiguador, los restos de una bicicleta, tubos de PVC.

Gracias a este primer molino que logró construir, llevó electricidad a su hogar: 12 vatios de potencia. Puede que sea poco, pero gracias a ellos pudo encender cuatro bombillas y dos radios. Sin embargo, Kamkwamba quería ayudar a toda la comunidad y para eso necesitaba construir un molino mayor –con el tiempo construiría varios– e instalar una bomba de agua y un sistema de riego por goteo. También lo logró.

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Pero su suerte dio un vuelvo inesperado cuando en 2007 lo invitaron por primera vez a dar un evento TED. Tardaron varias semanas en encontrar la casa de Kamkwamba, pero valió la pena. Una vez que lo encontraron diversos inversores aportaron el capital necesario para la consecución de sus proyectos. Cuando subió al escenario tenía 19 años. “Antes de esa época, no había estado lejos de mi casa. No había visto un ordenador. Nunca había entrado en internet ni había visto un avión”, recuerda.

httpv://youtu.be/T1XfFVoHJSU

Antes de entrar en aquella biblioteca, en su aldea, Masitala, donde apenas hay cincuenta casas, no había electricidad ni agua potable. Diez años después, el escenario ha cambiado. Sus vecinos comenzaron tachándolo de loco, pero ahora lo admiran como a un héroe. Ha mejorado el diseño de sus molinos, en África retomó sus estudios de secundaria en un colegio bíblico y luego fue admitido en la elitista African Leadership Academy, en Sudáfrica. En la actualidad, se graduó de la Universidad de Dartmouth y su sueño es dirigir su propia empresa de fabricación de molinos, para llevar la tecnología a África. Ahora tiene Twitter y ya ha sido invitado por Google como conferenciante científico. También ha escrito una autobiografíaThe Boy Who Harnessed the Wind, donde relata su experiencia como inventor. Y el documental sobre su vida, William and the Windmill, sigue cosechando premios.

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Visto en: La bioguia

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