Por Romina Bevilacqua
30 septiembre, 2014

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En 2009 en las aguas de la Isla de Jeju, Corea del Sur, un delfín hembra de diez años de edad fue capturada por error en una red de pesca. Pero en lugar de liberarla de nuevo en su hábitat como lo exige la ley, ella fue vendida al acuario local y se la bautizó como Sampal. En los siguientes cuatro años, la delfín salvaje vivió en una pequeña piscina, obligada a realizar números en un show de delfines y a vivir una realidad muy diferente a la que conocía.

Sin embargo, a medida que se corrió la voz sobre el aprieto de Sampal y la injusticia de su cautiverio, personas a lo largo del país comenzaron a llamar para que la delfín fuera liberada de vuelta a la naturaleza. Defensores de los derechos de los animales, biólogos, e incluso el alcalde de Seúl, Park Won-soo, sumaron sus voces a la causa de la delfín que había sido libre alguna vez, incitando a la Corte Suprema de Corea finalmente a ordenar que Sampal fuera devuelta al océano.

Pero antes de que  sus cuidadores tuvieran la oportunidad de liberarla, como estaba planeado, Sampal se las ingenió para encontrar su propio camino a casa. Mientras se encontraba en rehabilitación en una jaula marina, siendo preparada para su vida de regreso en el océano, Sampal al parecer decidió que ya había esperado suficiente. Meses antes de su planeada liberación, la delfín de alguna manera se las arregló para nadar a través de una abertura muy delgada de la jaula hacia la libertad en el vasto océano dando fin a su dura experiencia de cuatro años en cautiverio.

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Al principio, a  los encargados de Sampal les preocupaba que la delfín no hubiera readquirido por completo las habilidades necesarias para sobrevivir en la naturaleza, pero sus preocupaciones fueron pronto apaciguadas. De acuerdo a los medios Coreanos, investigadores del Centro de Investigación Cetáceo pudieron rastrear a Sampal a 60 millas desde donde ella había estado encerrada, nadando libre entre otros 50 delfines que se creen son miembros de su manada original. Aunque la investigación sobre el comportamiento de los delfines sigue sugiriendo que estos mamíferos acuáticos poseen una capacidad mental sólo un poco inferior a la nuestra, no se necesita un título superior para reconocer una característica compartida mucho más fundamental y tal vez más importante: el simple deseo de ser libre.

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