Por Romina Bevilacqua
22 enero, 2015

Mientras trabajaba como voluntario en el centro Wildtracks en Belice, a este joven de 19 años le tocó vivir una de aquellas experiencias que no se olvidan. Un pequeño manatí fue encontrado en la orilla luchando por mantenerse a flote, luego de que su madre aparentemente muriera a causa de un bote. El cuerpo de su madre fue encontrado en las cercanías. Así que Mitchell Thomas, el joven, tomó al pequeño manatí y lo llevó a la parte trasera de la van para trasladarlo.

“Recién cuando lo subimos al coche me di cuenta de lo mal que estaba”.

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“Su cuerpo temblaba y se sacudía cada vez que intentaba respirar. Cada respiro era un jadeo silbante. Tenía mucho dolor, probablemente por una costilla rota”, recuerda Mitchell.


Al llegar al centro lo envolvieron en una camiseta mojada y vertieron agua sobre su cuerpo para que su piel no se secara.

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Mitchell comenzó a cronometrar los tiempos de sus inhalaciones y exhalaciones y luego fue la primera persona en ingresar a la piscina de cuidados intensivos junto al pequeño. “Lo puse en el agua y todos los voluntarios se congregaron alrededor para ver qué ocurriría. Cuando estuvo en el agua comenzó inmediatamente a luchar para mantenerse a flote y tuve que sostenerlo para que pudiese respirar”, cuenta el joven.


Pronto se volvió evidente que el manatí necesitaría de alguien que lo cuidara a cada hora del día.

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“Era como si con cada respiración tuviese miedo de tragar agua. Pensamos que a lo mejor estuvo a punto de ahogarse y tenía miedo de que pudiese ocurrir nuevamente. Yo estaba muy preocupado porque no sabía si iba a lograr sobrevivir la primera noche, pero demostró ser un verdadero luchador”, dice Mitchell.


Durante una semana tuvo a una persona junto a él durante las 24h del día. 

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Todos los voluntarios se turnaban y siempre había una persona dentro del agua con el pequeño y otra afuera cronometrando su respiración y para ir en busca de ayuda en caso de que lo necesitaran.


“Recuerdo haber estado en esa piscina junto a él a las 3 am y haber pensado que no había otro lugar en el que preferiría estar”.

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Cuando vieron que no era capaz de alimentarse con una botella, lo alimentaron con un tubo. 

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“Necesitábamos darle nutrientes para que su fuerza mejorara”, comenta Mitchell. De a poco el manatí comenzó a succionar sus dedos, así que otro voluntario intentó hacer que tomara leche por su cuenta y resultó. A medida que su fuerza y salud mejoraban, la personalidad de la cría de manatí comenzó a manifestarse. Y era bastante cariñoso. “Le encantaba chupar nuestros dedos o la parte trasera de nuestras rodillas. También le gustaba dormir siestas presionando su cara contra mi estómago o descansar sobre mi regazo”, cuenta Mitchell. “Y cada vez que alguien entraba al agua, se mantenía junto a esa persona y no se separaba”.


Perseguía a todos los que entraran a la piscina y no se separaba de su lado.

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Una semana después encontraron a otra cría de manatí que estaba muy cerca de la muerte. Lo pusieron junto al manatí, tardó más en recuperarse pero ahora se acompañaban mutuamente. “Es grandioso saber que algún día regresará a la naturaleza donde pertenece”, dice Mitchell. Llamaron Mitch al pequeño manatí, en honor al joven que lo rescató.

Visto en: BuzzFeed

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