“¿Quieres ser feliz? Baja el ritmo. Este es uno de los principales consejos que este sabio hombre da a quienes buscan la felicidad”.
En 1972, Matthieu Ricard era una promesa de la bioquímica y se encontraba intentando comprender los secretos de la bacteria E. coli. Un encuentro casual con el Budismo lo llevó a cambiar, y ahora Ricard ha pasado los últimos 40 años de su vida viviendo en el Himalaya, estudiando la consciencia y la felicidad. En este debate libre llevado a cabo en octubre de 2014 para TED Global, Ricard habló con el periodista y escritor Pico Iyer sobre algunas de las cosas que ha aprendido a lo largo de los años, así como también la importancia de ser consciente sobre la salud mental y cómo utilizar el tiempo de modo significativo.
Aquí puedes ver una versión editada de la conversación que comienza con Pico Iyer hablando sobre como comenzó a fascinarle la idea de quedarse quieto:
Pico Iyer: Cuando era un veinteañero, tenía esta oficina increíble en el piso 25 de un edificio hermoso en Manhattan en el Rockefeller Center, y tenía una vida que en ese tiempo creía que era increíble: escribiendo sobre asuntos de relevancia mundial. Y era tan estimulante, que nunca tuve la oportunidad de realmente preguntarme si me llenaba o no, o si era feliz en un sentido más profundo porque estaba siempre feliz de forma superficial.
Así que lo dejé atrás. Me fui a vivir a una pieza en Kioto, Japón y es probable que hoy en día sea ese extraño periodista que nunca ha usado un celular. Vivo con mi esposa en un departamento de dos habitaciones en Japón, no tengo auto, ni bicicleta ni televisión. Además, no tengo internet. Y aun así, tengo que mantener a mis seres queridos con mi trabajo de escritor de viajes y periodista. Sólo al mantener una cierta distancia con el mundo puedo ver sus proporciones y comenzar a separar lo esencial, lo importante, de lo pasajero. Siento que muchos de nosotros tenemos esta sensación de estar a 5 centímetros de esta pantalla llena de cosas, ruidosa y que cambia constantemente, y sucede que esa pantalla es nuestra vida. Sólo al hacernos hacia atrás y mirar desde una distancia apropiada podemos ver lo que la pantalla nos comunica.
Matthieu, en 1972 te desempeñabas como genetista molecular en Francia. Habías terminado tu doctorado y tomaste una decisión que te cambió la vida ¿Puedes describir ese viaje?
Matthieu Ricard: Tuve una adolescencia increíble. Mi padre era filósofo y mi madre era pintora, así que nuestra casa siempre estaba llena de estas personas, escritores y pensadores. Yo mismo era músico, conocí a Stravinsky cuando tenía 16 años. Mi tío era explorador y en el laboratorio me acompañaban dos ganadores del Premio Nobel de medicina. No podría haber estado rodeado de mejores personas en todas las áreas de la vida.
Luego, cuando tenía 20 años, vi algunos documentales sobre los maestros tibetanos que habían escapado de la invasión del comunismo en el Tibet. Y cuando vi esos rostros, pensé: “Aquí están Sócrates y San Francisco de Asís, vivos en nuestra era. ¡Voy a ir allá!” Así que fui. Y luego en algún punto recuerdo haber pensado, “Bueno, es interesante estudiar la divisón celular de E. coli pero si pudiese comprender un poco mejor los mecanismos de la felicidad…”
Así que me retiré a los 26 y he hecho mi post doctorado en el Himalaya durante 45 años.
P. Iyer, estabas trabajando en un libro sobre el Dalai Lama cuando conociste a Matthieu, hace casi una década. ¿Qué te impresionó de él en ese momento?
PI: Lo que más me impresionó tanto de Matthieu como del Dalai Lama es que presentan la felicidad no como algo particular de los budistas o los monjes, sino como algo que está disponible para todos en cualquier minuto que lo queramos. Una vez fui a mi revisión anual con el doctor y me dijo, “Bueno, está todo fantástico pero estás comenzando a envejecer así que debieses pasar al menos 30 minutos todos los días en algún gimnasio”. Tomando en cuenta lo que había dicho, me inscribí al día siguiente, y de forma religiosa (por decirlo de alguna forma) observé este tipo de prácticas.
Pero luego, cuando otro amigo me preguntó, “¿Has considerado estar quieto y sentado durante 30 minutos todos los días?”. Enseguida respondí, “¡Oh no! No tengo tiempo, especialmente ahora que paso en la trotadora media hora todos los días”. Ni siquiera pensé que, por supuesto, la salud mental o sentarse quieto es mucho más esencial para mi bienestar, mi felicidad e incluso mi salud física que la trotadora. Y creo que muchas veces cuando la gente dice ‘cambia tu vida’ lo que haces es pintar el auto de otro color en vez de arreglar el motor.
Matthieu, ¿Qué significa la palabra ‘quietud’ para ti?
MR: Existe la quietud exterior, que es algo predominante en este cuarto, excepto por el ruido que estamos haciendo, sin embargo también existe la quietud interior. La pregunta real es ¿Cómo puedes integrar ambos tipos de quietud?
Usualmente existe esta sensación de que ponemos todas nuestras esperanzas y miedos fuera de nosotros. “Si tengo esto o esto otro entonces todo estará bien. Si no lo tengo, no puedo ser realmente feliz”. Por supuesto que deberíamos mejorar las condiciones en las que se encuentra el mundo. Dirijo 140 proyectos humanitarios así que sé lo que es estar al servicio de otros y me regocijo en ello, pero al final lidiamos con nuestra mente desde que nos levantamos hasta que nos acostamos y ella puede ser nuestro mejor amigo o nuestro peor enemigo.
Si no lidiamos con las condiciones internas que nos llevarán al bienestar, entonces estamos en problemas. Y eso es lo que es la quietud interna, no es ese cliché de la meditación que dejas tu mente en blanco y te relajas. La quietud es evitar el aspecto negativo de tu mente para luego poder lidiar con tus pensamientos y emociones o a veces para poder sólo sentarte y descansar siendo consciente. Es un lugar de mucha paz.
¿Es la quietud un acto físico? ¿Es lo mismo que estar quieto?
PI: Cuando hice el viaje para llegar acá, estuve en uno de los lugares con mayor movimiento: el aeropuerto de Los Ángeles. Estuve en el lounge de United Airlines y de la nada, vi un cuarto en silencio. Estaba a sólo metro y medio del lugar donde todos estaban comiendo queso y viendo CNN, pero cuando entré en ese lugar era como si hubiese estado a 8 kilómetros. Tenía una luz tenue y había velas también y lo único que quería era leer o cerrar mis ojos, pero de la nada, la quietud me acompañaba. Así que en ese caso, la quietud era un tipo de presencia activa. No era la ausencia de sonido, era la presencia de un tipo de quietud que se había manifestado.
Creo que esa es la razón por la que las personas como yo, que no son parte de ningún de tipo de tradición religiosa, usualmente se retiran a los monasterios: porque repentinamente puedes escuchar todo y no estás hablando constantemente y no intentas impresionar a quienes te rodean y no te distraen los correos electrónicos o los mensajes de texto. De la nada, cuando comienzas a ver las cosas y comienzas a escuchar las cosas, incluso si eres un periodista sin religión, el mundo se vuelve mucho más rico.
A veces las personas asumen que irse a un retiro es algo muy ascético, pero en mi pequeña experiencia, tiene mucho que ver con los sentidos. Comienzas a escuchar a las aves, estás viendo, estás escuchando las campanadas a lo lejos, comienzas a ver las cosas con detalles.
Es común en nuestra cultura confundir la quietud con no hacer nada. Hablando en términos prácticos, ¿Cómo podemos llegar a ese lugar, aunque sea por algunos minutos todos los días?
MR: También escucho mucho de eso. La gente dice que está tan ocupada que no puede darse unos 20 minutos extras. Es lo mismo que Pico comentaba sobre el bienestar físico hace un rato. Si las personas de Nepal vienen a París y ven a las personas trotando muy temprano en la mañana o andando en una bicicleta que no tiene destino, creerán que están locos. Porque usualmente corren en las montañas todo el día, así que no necesitan eso. Si darte 15 minutos de quietud pueden tener un impacto positivo en las 23 horas y 24 minutos que quedan en tu día, incluyendo en cómo duermes y tus relaciones humanas, parece valer la pena. Así que, decir “No tengo tiempo” es como ir al doctor para que te den una receta y luego decirle al doctor “¡Es imposible!”.
Gran parte de nuestra vida se desarrolla dentro de nuestra cabeza. Este proceso de intentar experimentar la quietud también puede ser un proceso para trabajar con nuestra ansiedad ¿No?
PI: Me voy a un retiro cuatro veces al año, durante los últimos 22 años lo he hecho en un monasterio católico a pesar de que no lo soy. En un comienzo, era como caminar hacia la luz y la liberación, y me emocionó mucho esa primera experiencia. Pero inevitablemente, en algún punto volví a estar dentro de mí mismo, y todas las cosas que había tratado de evadir en mi vida diaria volvieron también: las sombras, los demonios, los malos recuerdos y los miedos. Fue entonces cuando me dije: bueno, mejor enfrentarme a esto que intentar ignorarlos como hubiese hecho en mi vida normal. Si eso me hubiese pasado en mi habitación, hubiese podido hacer click en YouTube o poner un juego de baseball o hacer algo que me distrajera y estaba agradecido de que no hubiese lugar donde esconderse.
MR: El budismo se parece a estar en la base del Everest: no hay duda que la montaña esta ahí, pero puede que tengas dudas sobre ser capaz de subirla. ¿Seré lo suficientemente buen observador o tendré la determinación necesaria? En el caso del budimos no existe este misterio. La iluminación es la eliminación de la confusión metal, eliminar el odio, la envidia, las toxinas mentales y los deseos. Es muy simple. Si es que puedes o no puedes hacerlo es otro tema. Pero no tendrás esas dudas existenciales y fundamentales, tiene más que ver con cansarse a lo largo del camino y con tener que buscar fortalezas dentro de ti, pero creo que es muy distinto a todo lo demás.
Creo que muchos de nosotros lidiamos con el ruido que existe en nuestra mente buscando distracciones ¿No? Intentando evitar estos períodos de quietud.
PI: Sí. Y las distracciones son el problema. Mientras más nos alejemos de un problema, lo único que hacemos es meternos más en él.
P. Iyer, hay un concepto del que hablas en tu libro, el cual describes como ‘No tener destinación’. ¿Nos puedes contar un poco más sobre eso?
PI: Creo que se refiere a dos cosas: Primero, a estar quieto. He tenido la suficiente suerte como para ir a Bután y a Isla de Pascua y a Etiopía y he tenido experiencias extraordinarias ahí, pero nada se compara con quedarse quieto en un lugar. En segundo lugar, tal como Matthieu y Leonard Cohen y otros lo han explicado, tiene que ver con no sentir que siempre tienes que tener un destino. En mi juventud, cuando iba a colegios y universidades caras, siempre nos decían lo mismo: “Tienes que tener un curriculum increíble, tienes que hacer esto y esto, asociarte, convertirte en editor jefe, ser juez de la Corte Suprema”. Y eso parece llevarnos a una insatisfacción permanente, porque una vez que te conviertes en juez de la Corte Suprema, querrás ser la cabeza de la corte de la Haya o una vez que te den el Premio Pulitzer querrás el Premio Nobel y este deseo nunca se termina. Así que creo que no tener un destino de una u otra forma me parecía una mejor alternativa que siempre intentar llegar a algún lugar. Henry David Thoreau y Walt Whitman y tantos otros grandes escritores estadounidenses siempre han exaltado la virtud de sentarte en el lugar en el que te encuentras.
¿Es tan fácil encontrar esos lugares y llegar a esta quietud? Porque parece como que fuera difícil.
MR: Es fácil y difícil. Es fácil pero toma tiempo. El Dalai Lama usualmente dice, “El problema en Occidente es que las personas quieren que la iluminación sea rápida, sencilla y, si es posible, barata”. Al referirse a barata, no se refiere al dinero, sino que a “hacerlo de forma casual y que funcione”. Pero no te puedes convertir en pianista instantáneamente, no nacemos sabiendo leer y escribir, todo nos llega con práctica y ¿Qué tiene eso de malo? Las habilidades no aparecen sólo porque desees tener más compasión o ser más feliz. Pero de alguna forma, este esfuerzo es una forma de felicidad. Todo aquel que entrena para hacer algo, los músicos o los deportistas, saben que existe un tipo de felicidad en su entrenamiento, incluso si parece duro. Así que, en ese sentido, toma tiempo. Pero ¿Por qué no gastar ese tiempo? No nos importa gastar 15 años en educación, así que ¿Por qué no hacer lo mismo cuando se trata de ser mejor ser humano?
PI: William James, quien creo que es uno de los grandes psicólogos de Estados Unidos, dijo: “La mejor arma que tenemos contra el estrés es escoger un pensamiento por sobre otro”. Y por supuesto, el estrés ha sido llamado la gran epidemia del siglo 21. Lograr escoger un pensamiento por sobre otro tiene que ver con un entrenamiento mental. Al final del día puedes pensar en todo lo que salió mal o en todas las muchas cosas que damos por sentado y que saliero bien. Día tras día las personas le preguntan a su Santidad el Dalai Lama cómo lidiar con el cambio o la pérdida o lo que sea. Y él responde: “míralo desde una perspectiva más grande y cambia tu mente”.
En ese sentido, es como la sabiduría de Shakespeare: “No hay nada bueno ni malo, es el pensamiento humano lo que lo hace parecer así”. Tenemos más poder del que imaginamos y más opciones a la hora de mirar un cierto evento desde distintos puntos de vista.
Visto en: TED