Por Romina Bevilacqua
10 febrero, 2015

Es posible que tu alter-ego activista sea más sensato de lo que pensabas.

¿Recuerdas esa vez que te encadenaste a un árbol en la universidad para prevenir que ‘el hombre’ lo cortara? Contrario a lo que todos probablemente opinaban, es posible que te haya motivado más la lógica que la emoción.

Según un reciente estudio publicado por la Universidad de Chicago, las personas que son más receptivas a las ideas de igualdad y justicia son movidas no sólo por la pasión, sino que por la razón. Durante décadas, los investigadores de las ciencias sociales se han centrado en el rol de la emoción en los movimientos activistas. Un estudio de 1996 que estudiaba el movimiento de los derechos civiles, por ejemplo, explicaba cómo los Viajeros de la Libertad utilizaban canciones y discursos para expresar rabia, tristeza y frustración y para impulsar a otros a involucrarse en el movimiento desde un punto de vista emocional. De forma similar, el sociólogo de la Universidad de Nueva York, Jeff Goodwin escribió en su libro de 2001, el cual hablaba de los activistas de derechos animales, que estos individuos “describen su viaje hacia el activismo en términos de su apego a los animales”.

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De esta forma cuando las personas que son más sensibles ante la injusticia, ven que suceden cosas que consideran moralmente incorrectas, tales como abuso o desigualdad, sus mentes responden activando sectores del cerebro que controlan la lógica y el raciocinio. Cuando ven ejemplos de personas actuando de forma moralmente correcta, demostrando igualdad ante grupos marginalizados o protegiendo a los animales de ser dañados, sus cerebros responden de la misma forma.

Los detalles

Un grupo de investigadores dirigidos por el neurocientífico de la Universidad de Chicago, Jean Decety, monitoreó la actividad cerebral de los participantes utilizando escáneres mientras que estos veían videos de personas que tenían comportamientos moralmente buenos o malos. Uno de los videos mostraba a una persona poniendo dinero en la taza de un pordiosero, por ejemplo, mientras que otro mostraba a una persona pateando la taza de forma violenta. Quienes reportaron haberse sentido afectados por las acciones vistas en la pantalla también exhibieron más actividad en las áreas del cerebro asociadas con planear, organizar y pensar de forma lógica. “Las contribuciones de Decety son claramente importantes y podrían convertirse en una base”, comentó el profesor de psicología de la Universidad de Nueva York, John T. Jost, quien no participó en el estudio.

¿Por qué es importante?

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La investigación sugiere que las organizaciones medioambientales y de derechos humanos podrían obtener mayor apoyo al apelar a la lógica de las personas en vez de sus emociones. Por ejemplo, los esfuerzos para combatir el calentamiento global comenzaron a tener más apoyo luego de que los científicos comenzaran a publicar información que indicaba lo mucho que aumentarían los niveles del mar y las temperaturas en vez de mostrarles las tristes imágenes de osos polares sobre un iceberg.

Visto en: Science.mic