Por Catalina Vásquez
10 abril, 2015

¿Qué tan frustrado estarías si hubieses pasado más de 40 años advirtiendo sobre una inminente catástrofe global y nadie te tomara en cuenta?

Piensa cómo debe ser para Jorgen Randers, quien en 1972 fue coautor del influyente trabajo Limits to Growth (pdf) que destacaba el devastador impacto del crecimiento exponencial de la población y la economía en un planeta con recursos finitos, ver como todo en este mundo tiene una fecha de vencimiento.

Mientras los políticos y líderes de potencias económicas se reúnen en Davos, Suiza, para ver cómo darle nuevos aires a la batalla global para encargarse del cambio climático, les haría muy bien escuchar la aleccionadora perspectiva de Randers.

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Jorge Randers, profesor de estrategia climática en el Norwegian Business School

El profesor de estrategia climática en el Norwegian Business School ha estado muy cerca de rendirse en su lucha por hacernos despertar con respecto a nuestras vidas no sustentables y en 2004, incluso publicó una pesimista actualización de su reporte de 1972, mostrando que las predicciones sugeridas en aquel momento han sido bastante acertadas.

Lo que no logra entender y comentó al periódico The Guardian del Reino Unido, es cómo los políticos de todos los colores no han reaccionado incluso mientras la evidencia científica sigue apilándose. Como resultado, ha perdido completa fe en el proceso democrático para poder lidiar con asuntos complejos.

En un artículo publicado recientemente en la revista sueca Extrakt, él escribe: Es rentable posponer la acción climática global. Es rentable dejar que el mundo se vaya al infierno. Creo que la tiranía del corto plazo prevaldrá durante las próximas décadas. Como resultado, gran cantidad de problemas de largo plazo no se solucionarán, aún cuando podrían serlo y aún cuando causan cada vez más dificultades para todos los votantes.

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Aurora polar (Aurora borealis) en Uttakleiv, Noruega. A plan para solucionar el problema climático en el que cada noruego paga €250 (USD$264) extras en impuestos cada año durante la próxima generación, no fue aprobado. Fotografía: David Clapp/Getty Images

Randers explica que la razón de esta inacción es que hay muy poco beneficio observable durante los primeros 20 años de cualquier sacrificio tributario, a pesar de que regulaciones e impuestos más estrictos garantizarían un mejor clima para nuestros hijos y nietos. Él tiene experiencia personal en esto, ha dirigido una comisión en Noruega que en 2006 ideó un plan de 15 puntos a resolver en el problema climático si cada noruego estaba dispuesto a pagar €250 (USD$ 264) en impuestos adicionales cada año hasta una próxima generación.

Si el plan hubiese sido aprobado, hubiese permitido al país recortar su emisión de gases invernadero en dos tercios hacia el 2050 y hubiese significado un caso de estudios del que otros países podrían haber aprendido.

“A mí me parecía que el costo era ridículamente bajo, equivalente a aumentar el impuesto a la renta de 36% a 37%, considerando que el plan eliminaría una de las más serias amenazas al mundo rico en este siglo. A pesar de esto, la gran mayoría de los noruegos eran contrarios a este sacrificio. Para ser francos, la mayoría de los votantes usan el dinero para otras cosas como otro viaje de shopping por el fin de semana a Londres”, opinó el profesor.

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Cuando se trata de mayor regulación o impuestos más altos, según Randers los votantes tienden a rebelarse y, como resultado, los políticos seguirán sin tomar ningún paso valiente por temor a ser rechazado en la próxima elección. “El sistema capitalista no ayuda”, comentó Randers y agregó que “El capitalismo está diseñado cuidadosamente para reubicar capital en los proyectos más rentables. Y eso es exactamente lo que no necesitamos hoy. Necesitamos invertir en energía eólica y solar más caras, no carbón y gas barato. El mercado capitalista no hará esto por sí sólo. Requiere de un diferente marco regulador, precios alternativos o una nueva regulación”.

Una solución obvia es fijarle un precio al dióxido de carbono para que las compañías se vean obligadas a internalizar el costo de las emisiones de CO2, pero a pesar de que muchas compañías más progresistas están pidiendo ese impuesto, Randers dice que los votantes son reacios a pagar más. “Siempre cuesta más producir energía limpia del carbón, que producir energía sucia de carbón como lo hacemos hoy” afirmó.

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Frente a una oposición tan intratable, ¿qué podemos hacer? Probablemente la solución sea ser directo. Comunicar a los ciudadanos que el corto plazo representa una real amenaza a la sustentabilidad de la sociedad democrática. Además, debemos abogar por el uso de bajas tasas de descuento en los análisis de costo-beneficio público y fomentar el uso del sentido común en lugar de análisis cuantitativos para decidir si se van a hacer inversiones a largo plazo.  Otro cambio sensible, argumenta, sería alargar el período de elección para poder darle a los políticos tiempo para implementar medidas impopulares en lugar de perder la siguiente elección, y garantizar que todos los trabajadores reciban un salario adecuado tras perder sus trabajos “sucios” hasta que consigan nuevos trabajos “limpios”.

Lope

Soluciones que han sido propuestas, y tristemente, rechazadas por mayoría democrática. Y que por supuesto, también lograrán desvanecer a las futuras ideas, como la de reinstalar una dictadura ilustrada por un período limitado en áreas críticas, como lo hicieron los romanos cuando su ciudad fue desafiada y que es la solución actual del Partido Comunista Chino, con claro éxito en el área de pobreza/energía/clima. Pero entiendo que la solución obvia de un gobierno fuerte aparezca como poco realista en el Occidente democrático.

Dado que Randers piensa que estas propuestas fallarán, ¿qué es lo que él propone? En lugar de ser idealistas, él dice que necesitamos promover políticas que ofrezcan soluciones de largo plazo y beneficios de corto plazo.

Da como ejemplo el auto eléctrico Tesla, que ofrece ventajas de corto plazo superiores para compensar el alto precio de mercado. También destaca la introducción de grandes subsidios en Alemania para quienes estaban dispuestos a instalar paneles solares en sus techos o molinos de viento en sus campos, aunque Randers indica que el sistema se terminó después de muchos años porque los votantes no querían el impuesto extra.

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Por muchas décadas, Randers no ha suavizado su discurso del cambio climático y no lo hará ahora. Algunos desestiman su pesimismo como pasado y argumentan que estamos en transición hacia una nueva era de acción climática mundial. Pero es un error ignorar las advertencias de una persona mayor, quién se ha ganado sus cicatrices con honor y dignidad y quién continúa dedicando su energía a solucionar el gran desafío que enfrenta la humanidad.

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