Hace un par de décadas a mediados del siglo XX, Costa Rica taló la mayoría de sus bosques nativos. Pero luego de un impulso gigante por mantener la conservación y al mismo tiempo estimular la restauración del bosque, lograron lo impensable: ahora sus bosques y áreas verdes cubren más de la mitad de Costa Rica.
Lejos al sur, el bosque Amazónico fue rápidamente despejado para dar paso a la agricultura, no obstante la pérdida ha sido lo suficientemente lenta de manera que el país ha hecho más que cualquier otro para limitar las emisiones que afectan en el calentamiento global. En la batalla para limitar los riesgos del cambio climático, se ha hecho claro por décadas que enfocarse en los inmensos bosques tropicales del mundo (salvar a los que queda y a lo mejor hacer crecer unos nuevos) es la más promisoria estrategia al corto plazo.
Eso se debe al importante rol que tienen los bosques en lo que se denomina el ciclo de carbono del planeta. Los árboles eliminan gran parte del efecto invernadero y quitan el dióxido de carbono del aire y lo almacenan en su madera y la tierra debajo de ellos. Destruirlos, típicamente al quemándolos, devuelve la mayoría de ese carbono de vuelta al aire, contribuyendo al cambio climático.
Con el tiempo, los humanos han talado o dañado al menos tres cuartos de los bosques a nivel mundial y la destrucción se ha traducido en un exceso de carbono que está calentando el planeta. Pero ahora, impulsado por el movimiento ambientalista en auge en países que son el hogar de bosques tropicales y gracias a la presión en alza de los consumidores occidentales que están preocupados por las prácticas sustentables, líderes corporativos y gubernamentales están empujando la desaceleración de la tala para eventualmente detenerla completamente. Además, planes impulsados por algunos de esos mismos líderes para fomentar la restauración de algunos bosques están tomando forma. Esto podría eventualmente liberar una importante fracción del dióxido de carbono producido por humanos fuera del aire y encerrarlo en depósitos en el largo plazo.
Con los recientes signos de progreso, grupos ambientalistas que llevan bastante tiempo en esto están permitiéndose ser optimistas respecto a los bosques en el mundo. “El público debería estar emocionado”, comentó Rolf Skar, quién ha liderado la conservación de bosques a través del trabajo de los grupos medioambientalistas de Greenpeace. “Estamos en un momento potencialmente histórico donde el mundo está viendo este problema y aplicando soluciones reales”.
Sin embargo, Greenpeace y otros grupos saben que se vienen años de trabajo duro para mantener las promesas que han hecho recientemente un sinnúmero de políticos y líderes empresariales. El revuelo para desacelerar o detener la deforestación es frágil por muchas razones. Y pese a que muchos gobiernos occidentales han estado durante años prometiendo un gasto de miles de millones de dólares para ayudar a países pobres para salvar sus bosques, solo se han asignado un par de millones de dólares.
Alrededor del mundo, árboles han sido talados para hacer un espacio para la agricultura y entonces la mayor de las amenazas del bosque reside en la necesidad de alimentar a las poblaciones, particularmente en una búsqueda por una mejor alimentación de una clase media global que va en alza. En caso de poder salvar los bosques se requerirá producir mucha más comida de manera intensa y en menos tierra. “Durante muchos años, el paso de la civilización ha sido asociado con convertir los ecosistemas naturales en tierras que sirvan simplemente al hombre”, aseveró Glenn Hurowitz, director general de Climate Advisers, una consultora en Washington. “Lo que está pasando ahora es que estamos tratando de romper el paradigma. Si eso termina en éxito, se convertirá en un gran paso en la historia del hombre”.
Un importante cambio
En el interior de la selva tropical de Costa Rica, monos capuchinos de cara blanca saltan de la punta a otra de un árbol. Monasa morpheus y tucanes vuelan entre las copas de los árboles y una gigante mariposa que aletea con sus iridiscentes alas azules pasa por el aire. Ignorando la riqueza de vida alrededor de él, Bernal Paniagua Guerrero enfoca su vista en un árbol de seis metros, mientras pasa una huincha de medir alrededor del tronco para así gritarle un número a su hermana Jeanette Paniagua Guerrero, quién escribe todo en una pizarra.
Con eso, ese árbol, un manú negro de solo cinco centímetros de diámetro, entró a la base de datos del conocimiento científico mundial. Su crecimiento tendrá un seguimiento de un año hasta que muera por causas naturales, o si es que alguien decide cortarlo por su invaluable madera resistente a la putrefacción. Los Paniagua y su colaborador, Enrique Salicette Nelson, trabajan para un científico norteamericano, Robin Chazdon que está ayudándole a mantener una crónica de este impresionante retorno.
A primera vista este bosque, llamado cuatro ríos, se ve como si hubiese estado así intacto por siempre. Algunos de sus árboles alcanzan los 30 metros y todo el entorno es la muestra de un bosque tropical lluvioso saludable. Sin embargo ese mismo bosque 45 años atrás fue una tierra de pastoreo de ganado y cuando el mercado de la carne cayó, los propietarios dejaron que la naturaleza reclamara el territorio. Ahora Cuatro Ríos, ubicado cerca de una pequeña villa llamada La Virgen es un sitio de estudio para el Dr. Chazdon, un ecologista de la Universidad de Conneticut que se ha vuelto el portavoz de una idea que ya resuena a nivel mundial: que el repoblamiento de bosques a gran escala podría resolver varios problemas del planeta y ayudar a contrarrestar el daño que los humanos hemos causado.
Costa Rica es considerada como un éxito en cuanto a sus bosques. Gran parte de ellos se perdió entre los años 1940′ y 1980′, hasta que el país promovió nuevas políticas para apalear la pérdida y restaurar los bosques perdidos. Aún persisten grandes amenazas, incluyendo el boom de las plantaciones de piñas que dan a los dueños de tierras un incentivo para cortar bosques y cultivar esta fruta. Aunque un área grande de bosque aún se mantiene intacta en el país y se extiende al sur y al este de Panamá. El denso bosque natural permanece inalterado por carreteras y no se ha utilizado para la producción de madera.
Visto en: NYTimes