Por Romina Bevilacqua
2 abril, 2015

En el Washington Post están en contra del etiquetado obligatorio de alimentos modificados genéticamente ¿Qué opinas tú? 

*Este artículo fue originalmente escrito por el editor de alimentos de Take Part, Willy Blackmore. 

¿Cuál es el razonamiento tras las leyes de etiquetado obligatorio de transgénicos? Con proyectos de ley enfrentados en el congreso de Estados Unidos (uno respaldado por la industria alimentaria y el otro, no) es una pregunta que vale la pena hacerse. La ley de la senadora demócrata de California Barbara Boxer llamada Derecho a Saber sobre Alimentos Genéticamente Modificados requeriría que todos los alimentos que contengan transgénicos sean etiquetados. La Ley por un Etiquetado de Alimentos Seguro y Preciso, el proyecto de ley respaldado por la industria alimentaria y reintroducido la semana pasada por el republicano Mike Pompeo, representante de Kansas, pretende frenar las leyes de etiquetado a nivel estatal y además establecer estándares federales para un etiquetado voluntario de alimentos sin transgénicos.

El consejo editorial de The Washington Post mostró su postura a favor de este último proyecto de ley. En un artículo publicado bajo el título de No necesitamos etiquetas en los alimentos genéticamente modificados el consejo afirma: “El debate sobre los alimentos transgénicos es un ejemplo clásico de activistas exagerando los riesgos, basados en un miedo a lo desconocido y en una desconfianza a las corporaciones”.

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Esto nos lleva a la fuerza impulsora tras el movimiento “Derecho a saber”: ¿Es acaso la intención de ayudar a los consumidores a evitar los alimentos transgénicos, o minar el dominio de éstos en la agricultura? Gran parte de la campaña relacionada con iniciativas de etiquetado estatal en los estados de California, Oregon y Colorado giran en torno a la idea de la transparencia, es decir, que la gente sepa qué es lo que está comiendo. Pero sin pruebas contundentes que sustenten que el consumo de ingredientes transgénicos implique un riesgo para la salud, y con más del 90% de maíz y soya genéticamente modificados ¿Qué es lo que el etiquetado quiere exponer?

Aún así, compañías como Monsanto han dado al público muchas razones para desconfiar de sus semillas y de los productos químicos que han modificado genéticamente. El “Agronegocio”, con su casi total control de propiedad intelectual y comercial, a gran escala en la producción de alimentos, puede verse y comportarse como un monopolio. Y con el anuncio reciente de que el glifosfato, el herbicida transgénico utilizado en el maíz y en la soya de manera indiscriminada sea posiblemente cancerígeno, no ayuda con los problemas de imagen de la industria.

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A pesar de que las bananas y el arroz transgénicos podrían ser de ayuda para aliviar graves problemas de desnutrición en países en vías de desarrollo, el lado bueno de la ingeniería genética está por venir para usarse de manera doméstica, donde el lado positivo beneficia a granjeros y compañías alimentarias, en desmedro de las Mariposas Monarca, y posiblemente, de trabajadores de granjas expuestos al herbicida Roundup. A medida que los cultivos transgénicos van siendo utilizados en todo el mundo, tiende a haber una reducción en el uso de agroquímicos, invariablemente seguido por un repunte, ya que las plantas e insectos desarrollan resistencia a éstos. Un estudio realizado en 2013 por Food and Water Watch descubrió que el uso de Roundup (la marca de Monsanto para el glifosfato) aumentó 10 veces desde 1996 a 2012. En Argentina, donde los granjeros han aceptado ampliamente los cultivos transgénicos de maíz y soya, el uso del químico también se ha disparado, así como los índices de cáncer.

Pero la salud de un granjero de Iowa que rocía su maíz con Roundup, o la de los niños que viven junto a grandes plantaciones de soya en Argentina, no nos afecta como consumidores. Es nuestro derecho saber que las campañas de etiquetado están luchando por esto.“Ahora que la seguridad del glifosfato está claramente en cuestionamiento, quizá es tiempo de ordenar a la corporación (no al público que paga impuestos) a llevarse la peor parte y determinar si aún debe ser vendido”, propuso en una columna del New York Times. Sin embargo, la preocupación respecto al cáncer no se menciona en el artículo del Washington Post.

“Sí, la industria alimentaria respalda el costo” argumenta el consejo editorial del Washington Post. “Esto no quiere decir que esté mal”. Y aunque es cierto que una etiqueta federal no transgénica podría generar preocupación en los consumidores (algo que la etiqueta de USDA Organic, que sólo puede aparecer en alimentos que no contengan ingredientes genéticamente modificados, ya lo hace) ni este ni la ley de Boxer Derecho a Saber se refieren a las preocupaciones más complicadas y menos atractivas. Y aunque no necesitemos etiquetas en alimentos genéticamente modificados, como sugiere el Washington Post, necesitamos saber más sobre la gente y la vida salvaje que los cultivos transgénicos están poniendo en peligro.

Visto en: Take Part