Mientras las temperaturas y niveles de C02 aumentan no es difícil ver cómo el clima afecta nuestro humor y sentimientos.
Hace unos días un mensaje en Twitter llamó mi atención. Una mujer me invitaba a leer su columna sobre cómo el cambio climático nos estaba afectando a un nivel más personal de lo que suele hablarse: nuestro humor. Por supuesto la intriga me llevó a leer su artículo y debo decir que concuerdo con ella. En tiempos donde las temperaturas del planeta han aumentado progresivamente –el 2014 ya fue declarado como el año más caliente del que se tiene registro– los calores en verano se vuelven insoportables sobre todo mientras estás atrapado en el tráfico e incluso llueve de improviso en épocas donde antes sólo había un sol radiante y escasos días nublados. El aumento de las emisiones de C02 también están relacionadas con calles más atestadas de coches, por lo tanto hay más tráfico –si vives en Los Ángeles, EE.UU perderás al menos 90 horas al año enfrascado en un taco–. Si a estos factores sumas otros como el aumento de desastres naturales, no es muy difícil imaginar cómo el cambio climático podría estar afectando nuestro humor y sentimientos.
La autora de la columna, Bijal Vachharajani, recuerda que el 97% de los científicos del clima concuerda en que la actividad humana está influenciando al cambio climático y se pregunta si es tiempo de que comencemos a entender también las implicancias que este fenómeno tiene en nuestras vidas. “El fenómeno global nos afecta de diversas formas desde caídas y aumentos en las temperaturas hasta patrones impredecibles y problemas de salud complejos además de complicaciones en la seguridad alimentaria y medios de vida. Al fin y al cabo, el planeta se adaptará. Nosotros como especie, podríamos no correr tanta suerte”, señala.
Luego cita a una autora que ya habla sobre cómo el cambio climático está disminuyendo nuestros niveles de empatía. En su libro Naomi Klein recurre a un informe de 2007 que dice: “sobre las implicaciones de seguridad del cambio climático co-publicado por el Centro de Estrategias y Estudios Internacionales”, donde “el antiguo director de la CIA, R. James Woolsey predijo que en un planeta con temperaturas más cálidas el ‘altruismo y la generosidad probablemente serían afectados'”. Luego continúa explicando cómo el cambio climático “nos está cambiando, nos está transformando. Cada desastre masivo parece inspirar menos horror…como si la empatía, y no los combustibles fósiles, fueran el recurso finito”.
Sólo piénsalo. El calor nos hace tener menos paciencia, nos vuelve más irritables. El tráfico nos vuelve malhumorados. Y eso es sólo a una escala minúscula. Si las temperaturas, congestión, contaminación y desastres naturales continúan aumentando, no es tan difícil ver cómo esto podría afectarnos y de a poco transformarnos es esas personas que odiaríamos ser. Las señales ya están ahí y si las sumas a un nivel global…la Tierra sería un planeta bastante mal genio. Vachharajani dice que de a poco hemos comenzado a delinear fronteras entre nosotros, cerrando las puertas a inmigrantes, marginando a los pobres, polarizando a las minorías y camuflando la decrépita realidad que hay allí afuera. Si miras a tu alrededor, probablemente concuerdes con ella.
George Marshall en su libro sobre comunicación y el cambio climático dice: “Estoy convencido de que la verdadera batalla contra el cambio climático no será a través de narrativas sobre enemigos y que necesitamos narrativas basadas en la cooperación, interés mutuo y nuestra humanidad en común”. Quizás eso es lo que necesitamos, una humanidad que se una en vez de continuar dividiéndose y que entienda que son aquellas cosas que más le importan las que se están viendo amenazadas.