Durante años los investigadores han tratado de encontrar una alternativa viable y biodegradable que sustituya al plástico. Este material está presente en muchos de los productos que consumimos a diario: nuestros contenedores para guardar comida, envases de yogurt, bolsas de supermercado, botellas de agua, bebidas, jugos, y mucho más. ¿El problema? El plástico no es un producto biodegradable. Se necesitan años para que el mismo se separe en pedazos más pequeños, pero nunca llega a descomponerse en simples compuestos inofensivos para el ambiente, por lo que nunca pueden ser reabsorbidos. En lugar de ello, se convierte en un contaminante peligroso, obstruyendo las vías marítimas, dañando el ecosistema marino y entrando en la cadena alimenticia.
Pero al parecer, estamos más cerca a la solución de lo que creíamos ya que investigadores del Instituto Wyss de la Universidad de Harvard anunciaron que han creado un nuevo bioplástico basado en un extravagante componente: conchas de camarones. Quizás te estés preguntando cómo es posible y cómo funciona. El componente principal de este nuevo material orgánico es el quitosano –una forma de la quitina– el segundo compuesto orgánico más abundante en el mundo. Se encuentra en muchas partes, desde conchas de crustáceos hasta cutículas de insectos y alas de mariposa.
Por lo general, las conchas de camarones serían descartadas o utilizadas en fertilizantes o maquillaje. Pero los investigadores de Harvard han sido capaces de procesar estas conchas de camarón para crear un material que es fuerte, transparente y renovable. Decidieron llamarlo ‘shrlik’. “Hay una necesidad urgente en muchas industrias de tener acceso a materiales ambientalmente amigables que se puedan producir en masa”, dijo el director Wyss Donald E. Ingber. “Nuestro método de fabricación a escala muestra que el quitosano, un material fácilmente accesible y barato, puede servir como un bioplástico viable que potencialmente podría utilizarse para numerosas aplicaciones industriales en lugar de los plásticos convencionales“.
La mejor parte de esto es que el shrlik no solo toma poco tiempo en descomponerse una vez descartado, sino que también libera nutrientes en el medio ambiente. Los investigadores han sido capaces de crecer una planta en el suelo enriquecido con quitosano, demostrando cómo la basura hecha por el hombre en realidad puede contribuir al medio ambiente. ¿Por qué es esto importante? La basura generada por el plástico ha sido un problema desde hace varias décadas y lo único que hace es empeorar. Durante la última década, hemos producido más plástico que en la totalidad del siglo XX y la mitad de ello fue utilizado para productos de un solo uso tales como bolsas de plástico, pajitas y envoltorios de bebidas. Utilizamos alrededor de 500 mil millones de bolsas plásticas cada año.
Toda esa basura no va a ninguna parte en el corto plazo. La mayor parte de basura de plástico acaba en los océanos y se acumula en los giros oceánicos, que son enormes remolinos creados por las corrientes marinas. Estos gigantes montones de basura cubren hasta el 40% de la superficie marítima de la Tierra; el más grande, conocido como el “Gran Parche de Basura del Pacífico”, se encuentra frente a la costa de California y es el doble del tamaño del estado de Texas. Los investigadores predicen que estos giros solo van a aumentar durante los próximos años, sin posibilidad de que se reduzcan.
Crear plástico tampoco es tan eficiente. Casi el 3% del consumo total de petróleo de Estados Unidos se debe a la producción de plástico, así como también alrededor de 2% del consumo total de gas natural del país. Y aunque a todos nos han dicho que hagamos nuestra parte y que debemos “reutilizar, reducir y reciclar”, este último no se aplica realmente a plástico; debido a la forma en que se procesa, sólo podemos recuperar el 5% de los plásticos que producimos.
Teniendo en cuenta todas estas dificultades, un nuevo material como shrilk podría realmente cambiar el juego, no sólo en cuanto a la conservación, sino que también en el comportamiento global de los consumidores. Pasarán muchos años antes de que algo como shrilk pueda ser producido en masa y sea introducido a los consumidores del mundo, este es sin duda el paso correcto para encontrar una alternativa adecuada –especialmente si es capaz de devolverle nutrientes al medio ambiente–.
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